miércoles, 27 de febrero de 2008

Mediocracia...

Cómo nos afecta la Mediocracia
Neto Rivas Gallont

Solamente COLATINO ha publicado algo sobre la conferencia que el pasado viernes dio el Dr. Ángel García Castillejo sobre el efecto de la mediocracia en las democracias latinoamericanas, en la Universidad Nacional, invitado por la APES.

García Castillejo ha sido consejero de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones de España y asesor del Secretario de Estado de Comunicación (España) en materia de medios de comunicación.

La “mediocracia”, sostuvo el conferencista, es “el poder de los propios medios de comunicación… una versión actualizada de la oligocracia, el poder de unos pocos respecto de las mayorías”, que puede afectar la democracia de un país.

Refiriéndose a El Salvador, dijo que hay “…una posición bastante beligerante de los medios de comunicación mayoritariamente en manos de lo que tradicionalmente han sido las oligarquías, las burguesías locales y que de una forma se posicionan y se alinean con aquellas formaciones políticas con las cuales se sienten más afines”, lo que permite entender la existencia de medios, en particular prensa escrita, que están en manos de los sectores empresariales, con una línea editorial “conservadora o neoliberal”.Parecería que el Dr. García Castillejo tiene razón en su evaluación de los medios en el país. En otros lados, Venezuela por ejemplo, la discusión se ubica en el ámbito de la relación entre el poder político y los medios de comunicación y ante una realidad actual donde mediocracia y democracia convergen en la búsqueda del poder.

Ese no es el caso en El Salvador, donde hay marcada afinidad entre los grandes medios, sobre todo escritos, con el gobierno. En la radio y televisión existe un mayor grado de independencia.

Este innegable predominio e influencia de los medios de comunicación que trasciende lo mediático y se proyecta a lo económico y lo político provoca que la democracia en nuestros días se denomine mediocracia.

Buscando en Internet encontré interesantes las afirmaciones del columnista Pablo Antillano cuando distingue entre democracia y mediocracia. Paso a referir algunas de ellas al entender que sobrepasan todos los límites políticos y geográficos:- En democracia, la justicia la imparten los jueces y los tribunales; en la mediocracia, son los medios los que absuelven y condenan.-En la justicia de la democracia, el acusado tiene derecho a un defensor y es inocente hasta que se pruebe lo contrario; en la mediocracia, la imagen es acusadora, prueba y verdugo, y la condena es irreparable e inapelable.- En la democracia los medios dicen lo que los ciudadanos piensan; en la mediocracia, los ciudadanos dicen lo que los medios piensan.-Para la democracia, los individuos son ciudadanos; para la mediocracia, son audiencias.- En la democracia se valoran los contenidos; en la mediocracia, los titulares.- En la democracia la información es una cosa, la opinión es otra y la propaganda otra; en la mediocracia no hay fronteras.

Para ser sincero, en mi evaluación de los medios, las percepciones de Pablo Antillano no se aplican, salvo en uno o dos medios escritos, de televisión y radio. Hay también marcadas preferencias mediáticas hacia la izquierda. A ellos también se les aplica el término.

El advenimiento de Internet y sus derivaciones, como son los Blogs, se han abierto ventanas que nunca antes existieron desde las que cualquiera con acceso a Internet puede opinar. Y ya se ha visto cómo esas opiniones se escuchan en los lugares donde se toman las decisiones importantes para el futuro del país.

Pero también en los Blogs hay algunos a quienes la concepción de mediocarcia de Antillano se puede aplicar. El nuestro, afortunadamente, no es uno de ellos.



García Castillejo: La “mediocracia” está afectando a Latinoamérica

Ángel García Castillego, expone el tema La Democracia y Libertad de Expresión, en el local de la APES. Foto: Beatriz Menjívar.

Iván Escobar
Redacción Diario Co Latino

La falta de medios de comunicación públicos que permitan informaciones a sus audiencias equitativa y transparente; y el aumento de la “mediocracia” en América Latina, son algunos de los problemas que las sociedades del continente enfrentan. Esta es la conclusión a la que llega, Ángel García Castillejo, doctor en jurisprudencia y experto en derechos de libertad de expresión e información.

García Castillejo ha sido consejero de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones de España; asesor del Secretario de Estado de Comunicación (España) en materia de medios de comunicación, durante la presidencia del gobierno de abril de 2004 a diciembre de 2005.

La semana pasada estuvo en El Salvador como profesor invitado en el doctorado de comunicación de la Universidad de El Salvador (UES). El viernes, García Castillejo participó en un conversatorio con docentes universitarios, estudiantes y periodistas. “Democracia, libertad de expresión y elecciones. Regulaciones en Europa a la campaña electoral”, fue el título del foro organizado por la Mesa de Comunicación del Diálogo Social Abierto, la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) y el Sindicato de Periodistas y Similares de El Salvador (SINPESS).

Serafín Valencia, presidente de APES, destacó la importancia de esta actividad, en momentos en que El Salvador vive un ambiente electoral de cara los comicios de 2009, y en donde la prensa forma parte importante en este proceso democrático.

García Castillejo enfatizó que uno de los grandes problemas en el continente Americano, en materia de libertad de expresión o los llamados “derechos y libertades de comunicación pública”, es por la “mediocracia”, que dice es “el poder de los propios medios de comunicación… una versión actualizada de la oligocracia, el poder de unos pocos respecto de las mayorías”, que puede afectar la democracia de un país.

En un análisis general y de acuerdo a la situación actual que los medios de comunicación juegan en las sociedades y en particular en aquellas, que están envueltas en procesos electorales, García Castillejo destaca la necesidad de un periodismo menos ideologizado y que la sociedad luche por sus derechos. El problema, insiste, es la existencia “de una oligocracia muy ligada y detentora, propietaria de los grandes medios de comunicación que conforman la opinión pública, la opinión política de nuestros países, es un grave riesgo, para la salud democrática de nuestros países…”.

Por lo tanto, agrega que “…en el caso del periodismo y la comunicación nos encontramos en una situación (en que) la independencia de la prensa, de los medios de comunicación se termina concretando en el periodista individualmente visto”. Lo cual plantea un reto “que los periodistas se vean protegidos constitucional y legalmente para que sea efectivo el ejercicio libre e independiente de su profesión”.

De ahí la importan de normativa legal que acuerpe al comunicador, como en Europa, donde hay toda una legislación y normas sobre las cuales los profesionales desarrollan su función.
Esa debe ser la aspiración en estos países, como El Salvador, donde si bien hay una Constitución de la República, que garantiza el derecho de Libertad de Expresión, poco o nada se hace por garantizarlo. Además, dijo que “hay algo que frente a la realidad de los medios en Europa, es un denominador común en América, pero con una especial coincidencia en Latinoamérica, la carencia de medios de comunicación público…”.

García Catillejo reiteró que mientras en Europa, “seguimos disfrutando” de radios y televisiones públicas, “que ofrecen y garantizan un medio de comunicación para el conjunto de la ciudadanía, para el conjunto de las opciones con posiciones neutrales e independencia respecto de los gobiernos de turno y garantizan un acceso a medios de comunicación tan influyentes como son la radio y la televisión al conjunto de las distintas opciones sociales y políticas de cada país, en América … nos encontramos grupos o empresas de comunicación de radio y televisión de carácter público, pequeños o en muchos casos reducidos al ámbito de la televisión o de la radio educativa, con niveles de audiencia bajos y medios precarios”.

Con respecto a El Salvador, dijo que hay “…una posición bastante beligerante de los medios de comunicación mayoritariamente en manos de lo que tradicionalmente han sido las oligarquías, las burguesías locales y que de una forma se posicionan y se alinean con aquellas formaciones políticas con las cuales se sienten más afines”, lo que permite entender la existencia de medios, en particular prensa escrita, que están en manos de los sectores empresariales, con una línea editorial “conservadora o neoliberal”. “Por otro lado, en el sector de la radio y televisión, no nos encontramos con la presencia de empresas públicas, de capital independiente no dependiente de los gobiernos y de todo ello, se termina configurando una situación de fuerte descompensación en el sistema de medios que no se corresponde a las realidades sociales y políticas”, expresa.

Todo esto considera que son elementos que no permiten dar elementos a la sociedad para que sea ésta quien tome sus propias decisiones.


Mediocracia y hermenéutica
Escribe: Enrique Dussel A.

Hermenéutica en griego significa "interpretación". En política la interpretación del sentido de la acción de un político o una obra del mismo permite formarse una opinión sobre dicho actor. La opinión llega a concluir que es una acción justa, una institución necesaria, un personaje honesto, o lo contrario. Gracias a esa interpretación el ciudadano puede tomar sus decisiones de elegir o no a un candidato, de aprobar o desaprobar una acción política o la obra de un gobernante. En la tradición política dicho juicio interpretativo político se llamaba la "opinión pública".

A finales del siglo XVIII también en México surgieron gacetas, pequeños periódicos y diarios donde dicha "opinión pública" enfrentaba a las monarquías absolutas en nombre de la burguesía creciente, y gracias a ello se formuló el derecho a la "libertad de prensa". El movimiento obrero usó también de inmediato ese medio para luchar por sus justos intereses. Dicho derecho a la libertad expresaba un momento central de la naciente democracia burguesa que enfrentaba al Estado, que frecuentemente ejercitaba el poder de manera despótica. La "libertad de prensa" era una garantía de los derechos ciudadanos.

Hoy la situación se ha invertido. Estando los medios de comunicación (televisión, radio, prensa) en gran medida en manos de capitales privados o de trasnacionales de la comunicación, para las cuales el objetivo de los medios es el "divertimento" (el pan y circo para un pueblo romano en tiempos del imperio), y no la "educación", porque el contenido de la comunicación no es considerado un medio de cultura, sino una mercancía que se vende al mejor postor. En realidad, la gran televisión vende tiempo de programas en gran medida superficiales y fetichizados que son pagados como propaganda por los capitales en competencia para informar o formar la opinión de los compradores en el amplio mercado que abren dichos medios de comunicación. De manera que éstos han dejado de ser expresión de la "opinión pública" (y mucho menos política), para transformarse en formadores o conformadores de la "opinión pública", pero no como una comunidad política, sino como una pluralidad de compradores, es decir, mercado.

En otro tiempo el ciudadano enfrentaba al Estado gracias a la "libertad de prensa". Ahora la "libertad de los medios de comunicación" ataca a la "opinión pública" (como mercado) conformando sus juicios, sus interpretaciones, sus gustos a los productos del mercado de los capitales que pueden pagar la propaganda (en la que consisten los programas de televisión, radio, etcétera). ¿Y quién defiende ahora al ciudadano, a la comunidad, al pueblo? ¿Quién expresa la opinión de los ciudadanos?

Pero la situación empeora cuando los medios de comunicación comprenden que para mejorar su negocio necesitan ayuda de los gobiernos. Los medios se lanzan a la obtención del poder político como un medio para asegurar el monopolio (ante otros competidores como los medios alternativos, las universidades, etcétera) para aumentar sus ganancias. Así nace la mediocracia (el poder político de los medios), que en vez de enfrentar al Estado en nombre de los ciudadanos, enfrenta ahora a los ciudadanos (como mercado) con la complicidad del Estado (cuando el gobierno no representa a los ciudadanos, sino a las elites políticas en complicidad con el gran capital).

¿Qué pueden ofrecer los medios a los políticos corruptos? Pueden ofrecer, nada menos, la posibilidad de formar o conformar la "opinión pública" (que de política es tratada como mercado). La mercadotecnia que impone a la Coca-Cola sobre la Pepsi-Cola puede igualmente imponer un partido sobre otro, un candidato sobre otro, piensan ellos.

Como la política, en última instancia, es interpretación (hermenéutica) de los hechos, de las acciones, de las personas, de las instituciones políticas, es decir, son juicios de valor políticos, quien gana la interpretación de la realidad triunfa en política. Si se logra relacionar la imagen de un candidato, y es muy fácil y frecuente hacerlo, con otra imagen autoritaria, con un acto de corrupción, con lo demagógico, etcétera (simplemente colocando su imagen junto a otras imágenes, sin que sea necesario agregarle ninguna expresión verbal que habría que probar), al final receptor, televidente, público (mercado político) se forma por contigüidad, por semejanza o causalidad (diría D. Hume) un juicio de valor negativo sobre tal persona. Las imágenes culpabilizan sin necesidad de probar el juicio de valor subyacente. Así, los medios se transforman en mediocracia, porque constituyen el juicio de los ciudadanos sobre todos los eventos políticos.

Cuando la mediocracia es además monopólica en el proceso hermenéutico político, se transforma en un superpoder que controla a todos los poderes. Cuando el Estado le concede ese monopolio para garantizar que dicho superpoder se use para cumplir con fines de una elite en el poder no sólo se corrompe el Estado, sino que igualmente se pervierten los medios de comunicación. Lo peor es que el ciudadano ya no goza de los beneficios de la "libertad de prensa", tan justa y necesaria, sino que es usada en su contra.

Por ello nace ante nuestros ojos un nuevo derecho que hay que luchar por su reconocimiento. Lo denominaré "el derecho a la información veraz". Es decir, el ciudadano, la comunidad política, el pueblo, tiene derecho a ser "bien informado". Tiene derecho a tener diversas fuentes de información sin monopolios de algunas trasnacionales del negocio de la comunicación. Tiene derecho a tener medios de comunicación alternativos que se propongan la finalidad ética, honesta y justa de la comunicación: la educación del pueblo, con programas atractivos y de excelente nivel, con debates de altura, con intervención de las universidades en su programación (como las televisiones en Alemania, Francia e Inglaterra, donde los medios de comunicación son mayoritariamente públicos, donde la propaganda es mínima, donde la información de los partidos políticos es proporcional, en horas estelares y gratuita).

Entregar la tarea de la interpretación política a la mediocracia en manos de corporaciones, cuya finalidad es el lucro, es el suicidio político y cultural de un Estado, de un pueblo. ¡Los que por objetivos de corto plazo propagandístico entregan a la mediocracia el monopolio de la educación del pueblo y el manejo de la interpretación del acontecer político de un país, además de inmorales, son corruptos, y no podrán esperar que las generaciones futuras recuerden sus nombres honorablemente!

Tomado de La Jornada, 30/03/2006.

Una rigurosa investigación que descubre el complot de la prensa española contra Venezuela

Pascual Serrano
Rebelión

Hace ya un par de años, un académico venezolano me comentaba que un periodista extranjero le había preguntado si existía libertad de expresión en su país insinuado así su crítica al presidente Hugo Chávez. El académico le respondió: "No, no la hay, la han secuestrado los medios de comunicación".

Y es lo que yo creo que está pasando en cada vez más países con la libertad de expresión y el derecho a la información. No lo hay, lo han secuestrado los medios de comunicación.

Por eso yo creo que el principal reto para enfrentar esa situación es desnudar sus mentiras. Como además en algunas cuestiones sus campañas de intoxicación llegan hasta la éxtasis, debemos señalar todo lo fuerte que podamos con nuestro dedo acusador dónde están mintiendo. Eso, algunos lo intentamos hacer con guerra de guerrillas. Un texto de urgencia al día siguiente de un editorial miserable y falso, media docena de perlas que es como sacarles la lengua y decir “te pillé”... Es algo así como ir por la vida con una honda y cuando podemos les tiramos un cantazo ideológico lanzado con la fuerza de la verdad, siempre con la fuerza de la verdad, porque es el arma que a nosotros nos sobra y ellos no utilizan.

Luego están los tipos serios que investigan, siguen durante años los comportamientos informativos, van tomando notas y notas, fuentes, citas, fechas, cuadros comparativos. O sea, hacen un riguroso trabajo de investigación que dejará una cicatriz en la credibilidad de los medios para toda la vida. Eso es lo que ha hecho Manuel López Calvo con este libro. Un trabajo serio, y no lo que hacemos los periodistas, que, o mienten al servicio de sus empresas de comunicación, o sólo lanzamos un canto en la honda con la fuerza de la verdad de vez en cuando.

Y es que el caso de Venezuela, lo he dicho en muchas ocasiones, es el más clamoroso. Allí, a los medios de comunicación, les ha pasado como al criminal que se confía tanto que al final terminan pillándole. Y Manuel López Calvo les ha pillado. Por eso hay que hablar de este libro, y publicarlo por supuesto, como ha hecho la Diputación de Málaga, porque hay que decir a los cuatro vientos que les hemos pillado.

Existe una versión precipitada de esta obra y también una versión venezolana de esta obra. La primera sería “Periodismo y crimen. El caso Venezuela Abril 2002”, editado por Hiru. Una recopilación de textos urgentes editada a los pocos día del golpe de Estado del 2002, destapando el papel de los medios de comunicación. La versión venezolana se titula "Venezuela golpeada. Mediocracia contra democracia", del académico venezolano Luis Britto García. Otra persona que hace cosas serias como Manuel, porque no es periodista. En él explica cómo se informaba en Venezuela de todos estos acontecimientos. Yo decía hace un año sobre este libro, el de Luis Britto, que en Venezuela se ha acentuado hasta la exageración lo que nos puede suceder con la libertad de expresión y el derecho a la información en los países bajo regímenes de democracia representativa y economía de mercado: su secuestro por las elites mediáticas al servicio de una oligarquía empresarial local y un conglomerado de multinacionales. Y Manuel López Calvo lo que demuestra es que no es que pueda suceder, sino que está sucediendo.

Esta obra, como supongo que ya sabrán, es el seguimiento de la prensa española en cinco periódicos, tres nacionales y dos de difusión local, sobre los principales acontecimientos venezolanos que han llevado a este país a protagonizar la agenda informativa: el intento de golpe de Estado del 11 de abril del año 2002, el paro petrolero del final de ese año y el referéndum revocatorio de agosto de 2004. Un seguimiento que desvela la manipulación, la mentira, el engaño y la miseria constante –y sonante porque hay muchas razones económicas de por medio- que deben sufrir los españoles cuando se les dice informar sobre Venezuela y el gobierno de Hugo Chávez.

El resultado del panorama informativo es "el intento de sustituir la democracia por un nuevo modelo político, en el cual los mediadores son suplantados por los medios". Ese es el modelo ya dominante en Venezuela y fuera, lo que sucede es que en la cuestión venezolana ha llegado hasta la caricatura. En nuestros países son los medios los que marcan la agenda de actualidad, los discursos predominantes, los enfoques oportunos, los líderes políticos adecuados, los líderes de opinión seleccionados y las movilizaciones populares convocadas y, posteriormente, informadas. Sobra el ciudadano, el político y el intelectual. O mejor dicho, no sobran, ellos los elegirán. Es lo que según afirma el columnista Pablo Antillano se llamaría "mediocracia". Vale la pena reproducir algunos fragmentos de los "profundos cambios hacia la mediocracia que se van produciendo en la sociedad que conocemos", según Antillano:

"- En la democracia, la justicia la imparten los jueces y los tribunales; en la mediocracia, son los medios los que absuelven y condenan.
- En la democracia, la verdad surge de los hechos y el análisis; en la mediocracia, la verdad la tiene el que muestre más vídeos.
- En la justicia de la democracia, el acusado tiene derecho a un defensor y es inocente hasta que se pruebe lo contrario; en la mediocracia, la imagen es acusadora, prueba y verdugo, y la condena es irreparable e inapelable.
- En la democracia, los líderes son construidos a punta de obras y valores, en la mediocracia son construidos por asesores de imagen.
- En la democracia, los líderes van a las comunidades; en la mediocracia, van a los programas de opinión.
- En la democracia, los medios dicen lo que los ciudadanos piensan; en la mediocracia, los ciudadanos dicen lo que los medios piensan.
- Para la democracia, los individuos son ciudadanos; para la mediocracia, son audiencias.
- En la democracia se valoran los contenidos, en la mediocracia, los titulares.
- En la democracia la información es una cosa, la opinión es otra y la propaganda es otra; en la mediocracia no hay fronteras.
- Para la democracia una masacre es un hecho luctuoso; para la mediocracia, es un espectáculo interactivo, una telenovela por entregas.
- En la democracia, los periodistas van tras los personajes; en la mediocracia, los personajes persiguen a los periodistas.
- En la democracia, un golpe toma Miraflores (palacio presidencial venezolano); en la mediocracia toma una señal de televisión.

(Pablo Antillano: "La mediocracia")

El autor de estas reflexiones dejó de tener cobertura por los medios de comunicación a principios del 2003, varios meses después de escribir esto.

Pero además este es un libro inacabado porque, como se ha podido observar con las elecciones legislativas de este mes de diciembre, la campaña contra Venezuela sigue. Y los periodistas alternativos también continuaremos con nuestra honda lanzado acusaciones y desvelando mentiras, y Manuel López, tomando notas claro está, para hacer un libro serio.

Y aún así, Manolo ha sido muy buena persona, porque hay una prueba que deja a los medios más en evidencia, que es la noticia comparada. Algo que no le ha sido necesario utilizar a Manuel López en este libro porque las mentiras se ven solas. Por ejemplo ahora se puede contrastar lo que se dice de las elecciones egipcias con partidos políticos prohibidos, mil detenidos, una decena de muertos por la policía y lo que se decía de las venezolanas. O como se laminan y derrocan gobiernos en Serbia, Georgia, Ucrania y Kirguizistán mediante “revoluciones coloristas” teledirigidas desde Washington.

Y mientras se satanizan gobiernos como el sirio, el iraní, el venezolano o el cubano, se aplauden el paquistaní, el jordano o el marroquí.

Fijaos como en el Líbano matan a un periodista, sale durante tres días el asunto en televisión, entierro incluido, se le echa la culpa al gobierno del país del al lado (Siria) y se pide una investigación de la ONU. En Colombia los periodistas mueren por decenas, nunca hemos visto el entierro de uno de ellos en televisión, no se hace ninguna referencia a la relación del gobierno colombiano con los paramilitares que los asesinan y, por supuesto, nadie nombra ninguna investigación de la ONU. El colaborador de Rebelión Koldo, recurre con frecuencia a una ficción muy elocuente que suele titular “Si hubiera sucedido en Cuba”. Imagínense si en Cuba murieran decenas de presos en un motín como sucede todos los meses en el resto de países de Latinoamérica, si hubiese una manifestación reprimida por la policía como en cualquier lugar del planeta, si allí los policías fueron con esa apariencia de ninjas que tienen los del resto del mundo. O si La Habana amaneciese con una docena de pintadas contra Castro como aparecen todos los días en todas las grandes capitales del mundo contra sus gobiernos.

Miren el escándalo de las declaraciones del presidente de Irán, que lo que ha dicho es que si tanto remordimiento tiene Europa por el trato que le dio a los judíos en el holocausto, pues que hubieran creado una nación judía en Europa y no en el corazón del mundo árabe.

Y voy de nuevo a Venezuela y a Cuba. Lo tengo que relacionar con Cuba porque los que vilipendian y llaman dictador y déspota a Chávez, son los que acusan a Cuba de no celebrar elecciones y no tener pluralidad de partidos, ni medios de comunicación privados. Todo eso lo tiene Venezuela y le caen las mismas tortas, luego no es eso lo que les molesta. Les moleta que esas empresas dueñas de medios de comunicación vía accionariado o vía anunciantes, no puedan hacer allí los negocios que hicieron en Argentina, en Chile, en México y en todos los países donde gobiernan los amigos del neoliberalismo. Esto también lo cuenta en su brillante y amplia introducción Manuel López Calvo. Porque este libro no es una crítica de los medios de comunicación solamente, es una disección de cómo funciona la economía mundial y cómo hace funcionar a los medios.

Pero yo soy de los que piensan que una vez que analicemos la sinvergüencería que hay en estos medios de comunicación, la denunciemos y la desnudemos, tenemos que lograr no salir deprimidos. Y creo que también el caso venezolano nos es de gran ayuda. La gran pregunta es, ¿cómo les ha ido en estos años a los medios en su operación contra Venezuela?

Nuestro libro analiza los tres momentos históricos que hemos señalado anteriormente: golpe de Estado, paro petrolero y referéndum revocatorio.

Sin duda el gobierno de Hugo Chávez no sólo ha vencido en cada una de esas embestidas sino que ha salido más reforzado dentro de su propio país. Pero es que yo diría que fuera, y a pesar de las campañas que tan detalladamente se diseccionan en el libro de López Calvo, el proyecto bolivariano se ha crecido en cada uno de estos combates. Por ejemplo, en las fechas del golpe, el conocimiento de la política gubernamental venezolana era mínimo entre la izquierda internacional. Yo recuerdo que publiqué en diciembre del año 2001 algo en Mundo Obrero y mis compañeros me ponían cara de decirme de dónde sacaba yo que ese militar golpista de Venezuela era de los nuestros. Incluso no hubo una reacción rápida al golpe entre la izquierda española, el comunicado de IU, por ejemplo, fue muy tibio. Sin embargo, al desvelarse aquella trama, ver quien lo apoyó y descubrirse la movilización en defensa de Chávez, la izquierda mundial empezó a entender algo de lo que estaba sucediendo. La prueba más palpable es que un año después se conmemoraba la victoria sobre el golpe en lo que se llamó I Encuentro de Solidaridad con la Revolución Bolivariana y allí estaban Jaime Caycedo (secretario general del Partido Comunista Colombiano), Gladys Marín (secretaria general del Partido Comunista de Chile), Evo Morales (líder del MAS boliviano), Ricardo Alarcón (presidente del Parlamento cubano), Cahutemoc Cárdenas (PRD mexicano), Shafick Handal (secretario general del Partido Comunista de El Salvador), Daniel Ortega (secretario general del Frente Sandinista) y muchos más. IU tenía representantes y desde Francia vino el disidente del partido socialista Jean-Pierre Chevènement. Entre los intelectuales, James Petras, Heinz Dieterich, Marta Harnecker y muchos más. Ese nivel de adhesión manifiesta no hubiera existido sin el golpe.

Y algo parecido sucedió con las otras dos embestidas. Por ejemplo, el referéndum revocatorio, avalado por los observadores internacionales, zanjó una discusión eterna que, como bien señala Manuel López, no cesaba de plantear en los medios que todas las encuestas revelaban que Chávez no contaba con suficiente apoyo y debía dimitir. Incluso fue el propio presidente el que se dio cuenta que era mejor que los opositores ganasen la recogida de firmas y que hubiese referéndum que no hacerlo. Eso de adscribirse los medios en sus afirmaciones la opinión mayoritaria de la sociedad es muy habitual. Yo recuerdo las risas de algunos en la redacción de ABC, cuando veamos esos grandes titulares que decían “Un clamor ciudadano pide que se aumenten las penas de prisión para... “, “Un clamor pide en la calle la dimisión de...”. En la calle no había ningún clamor, ni la gente iba clamando nada por las ciudades, ni había ninguna encuesta para eso, simplemente el director de turno había pensado que debían aumentar las penas para un determinado delito o dimitir algún cargo político.

Pero no solamente fracasan en Venezuela los tres intentos de desalojar a Chávez. En España fracasan las campañas de satanización en la medida en que cada vez va avanzando entre la población española la verdad sobre Venezuela. Lo cual quiere decir algo mucho más importante si cabe, que los medios se van deslegitimando en cada una de esas fracasadas cruzadas. He dicho en varias ocasiones, con motivo de reflexiones sobre los medios de comunicación y el papel de los medios alternativos, que si bien estos últimos no tienen suficiente calidad, constancia y rigor, hay algo en lo que se ha avanzado a un nivel sin precedentes históricos. Y es en dejar en evidencia la mentira de los grandes medios. Esa es una batalla ganada excepcional. Venezuela no es consciente de lo que ha ayudado en todo eso, y proyectos como este libro dejan a los grandes medios tambaleándose.

Pero hay que ir a más. Porque más grave que el extraordinario poder de los medios, es la impunidad absoluta en la que se escudan argumentando la sacrosanta libertad de expresión. Una libertad y un derecho a la información que, como decía el académico que he citado al principio, ellos están prostituyendo constantemente. Para enfrentar esa situación hay que reivindicar el papel de los medios públicos, los cuáles es más fácil someter a sistemas de control democrático, y ojo que he dicho someter. Someter a la voluntad de la ciudadanía. Y no permitir llamar a los privados independientes y a los públicos gubernamentales. Los medios siempre serán dependientes, o de los ciudadanos y de quienes los mantengan económicamente.

Por eso, hay que empezar a apostar por mecanismos de control ciudadano sobre los medios. Ese planteamiento de muchos periodistas que tras nuestra dictadura decían que la mejor ley de prensa es la que no existe, yo no lo comparto. Si algo podemos controlar todavía los ciudadanos en una democracia es la elaboración de las leyes y su acatamiento a ellas de todos los sectores. Los medios privados venezolanos están indignados porque en la Constitución del país se establece el derecho ciudadano “a la información oportuna, veraz e imparcial sin censura”. Organizaciones internacionales al servicio del gran poder como Reporteros sin Fronteras o la Sociedad Interamericana de Prensa están molestos con la presencia de ese derecho. Si hasta Reporteros sin Fronteras expone en sus informes que está preocupado por la libertad de expresión de los medios de comunicación en Venezuela y por la agresividad verbal del presidente Chávez. O sea que la única libertad de expresión que les molesta a ellos y sobre la que hay que intervenir es la del presidente. El Estatuto del Periodista aprobado en España a iniciativa de Izquierda Unida tiene preocupados a los dueños de muchos medios. Afirman que están en contra de ese Estatuto “porque en una sociedad democrática los periodistas deben quedar fuera de la regulación política”. En democracia regulación política es la legislación. Lo que proponen es que los periodistas estén fuera del imperio de la ley, sólo bajo el imperio de sus empresas claro. Porque, por supuesto, también está en contra de la existencia de un consejo de información en el que estén representados los sindicatos y los trabajadores. En cambio no se escandalizan porque exista un sistema de licencias y autorizaciones para poder poner en funcionamiento una emisora de radio o televisión. Pero es que la tendencia será a concentrar poder absoluto en los medios de comunicación. Un poder que sólo obedecerá a un sector social y a un modelo económico y que, además, en nombre de la libertad de expresión será impune. Están creando un monstruo, y además para su exclusivo servicio. Al que le ordenarán que nos amanse cuando les interese con telenovelas o programas del corazón o que no soliviante cuando haya un movimiento de rebeldía que ponga en peligro el sistema. Por eso dicen que les preocupa tanto la libertad de expresión en países donde la gente no come, no tiene educación, no tiene sanidad y vive en la indigencia. El colmo fueron unas declaraciones del entonces ministro de Relaciones Exteriores Josep Piqué tras el retorno al poder de Chávez una vez fracasado el golpe de abril del año 2002. La reacción del ministro Piqué es la de pedir que se "garantice la libertad de prensa". Después de un golpe en el que se viola y destituye la Presidencia del país, la Constitución democrática, la Asamblea Legislativa, los 20 jueces del Tribunal Supremo, el fiscal general, el Defensor del Pueblo, el Consejo Nacional Electoral sin crítica alguna por el gobierno español, al ministro lo que le preocupa cuando se recupera el orden constitucional es... "el respeto a la libertad de prensa".

La libertad de expresión y el derecho a la información es algo suficientemente importante como para no dejarlo en manos de los dueños de los medios de comunicación. Fíjense que no he dicho en manos de los periodistas, ellos sólo son operarios al servicio de quienes mantienen económicamente un medio. Y mientras llega eso, la ciudadanía debe por principio desconfiar de los medios. La primera pregunta es de qué vive ese medio, quienes son sus accionistas, en qué otros sectores tienen inversiones, quiénes se anuncian y, por tanto, mantienen ese periódico o esa televisión. Y por supuesto recurrir a periodistas alternativos, académicos y profesores que, como Manuel, cumplan esa función de Observatorio de Medios que vigile los contenidos, los analice y los exponga a la sociedad para poder comprobar cómo han cumplido esa función a la que dicen dedicarse, la de informar.

“América Latina a través del espejo mediático español. El caso de Venezuela (2002-2004)”. Manuel López Calvo. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA).


Hay que construir un nuevo orden socialista mundial de la comunicación y la información

Hace menos de una semana, la editorial canadiense Thomson Corp. acordó adquirir Reuters por unos 17.200 millones de dólares, con lo cual están creando el mayor grupo de noticias y datos financieros del mundo. Con un 34 por ciento del mercado de información financiera, superará a Bloomberg LP, que tiene el 33 por ciento, según la publicación del sector Inside Market Data.

Tom Glocer, presidente ejecutivo de Reuters, quien liderará al grupo combinado, dijo que Thomson-Reuters tendrá ingresos por más de 11.000 millones de dólares, un 60 por ciento de su negocio de información financiera y de noticias, que se llamará Reuters, y un 40 por ciento de sus mercados legales, tributarios y científicos, que se llamará Thomson-Reuters Professional.

Este es apenas el más reciente episodio en el proceso de monopolización de los medios de comunicación e información, casi siempre invisible a los ojos del público. Si en vez de la gran variedad de colores y formatos que vemos en los puestos de periódicos y revistas, en las librerías o en canales de televisión por cable, así como películas y grabaciones musicales en decenas de lenguajes, pudiéramos ver en su lugar las firmas corporativas de sus dueños, el paisaje cambiaría radicalmente con los nombres de unas pocas empresas multinacionales (a veces unos apellidos) que ahora dominan este campo.

Para el año 2000, eran ocho las corporaciones transnacionales que regían los medios en el mundo, de apenas unas 50 que llegan a participar en el mercado global. Todas realizaron alguna fusión, siendo las principales las siguientes:

· 1989 Time Inc. / Warner Communications
· 1993 Viacom Inc. / Paramount Communications
· 1995 Walt Disney Co. / Capital Cities/ ABC
· 1996 Time Warner / Turner Broadcasting
· Viacom Inc. / Blockbuster Entertainment
· 1998 MCI / World Com Sprint
· 1998 SBC / Communications Ameritech Corp.
· 1999 ATT / Media One Group
· 1999 ATT / TCI Tele-Communications Inc.
· 1999 Viacom Inc. / CBS Corp.
· 2000 AOL / Time Warner
· 2000 Vivendi S.A. / Seagram S.A.

También se debe resaltar, que no se trata de galaxias solitarias en el espacio de la comunicación sino de todo un cártel. Cada una de estas ocho megacorporaciones tiene acciones o acuerdos con por lo menos seis de las otras. Es decir, no son realmente competencia: gane quien gane, todos ganan.

En la lista de las 50 grandes transnacionales de la comunicación y la información, de dudoso honor para sus integrantes, aparecen cuatro grupos latinoamericanos: · Clarín - Argentina; · Cisneros – Venezuela; · Globo – Brasil; y · Televisa – México

Veamos un solo caso, como ejemplo del control oligopólico que ejercen estas empresas: Luego de su fusión, Time Warner y AOL controlan 28 Editoriales de libros, 38 Canales de Televisión (entre estos HBO, Cinemax, CNN, Cartoon Network y TNT), 15 empresas de Producción y distribución de televisión, 79 Revistas, además de diversos sitios de Internet (como AOL, Cumpuserve y Netscape), 170 tiendas de productos Warner en 30 países, parques recreativos, 2 productoras cinematográficas, y servicios telefónicos y de seguridad residencial y comercial por monitoreo.

Esquemas similares se imponen en cada uno de los países latinoamericanos, donde unos pocos grupos dominan totalmente el ámbito comunicacional.

¿De qué democracia, de qué diversidad en el pensamiento se puede hablar ante semejante panorama? Lo que impera hoy en el mundo es una feroz dictadura mediática, la principal y más contundente herramienta en la guerra imperialista por el control y el dominio de nuestras mentes, nuestros deseos y nuestros valores. Dijo el gran luchador sudafricano Steve Biko, que "El arma más potente en manos del opresor es la mente del oprimido".

Es por ello que todas estas corporaciones mundiales ambicionan controlar cada paso del proceso informativo, desde la creación del "producto" hasta los distintos medios a través de los cuales la tecnología hace llegar los mensajes al auditorio. "El producto", son las noticias, la información, las ideas, el entretenimiento y la cultura popular; el auditorio es el mundo entero.

Podemos decir, entonces, que la realidad puesta en evidencia en 1980 por el Informe McBride, que desmontó la falacia de la libertad de expresión y la mostró como una institución de control de la dictadura mediática de las corporaciones, es ahora mucho más grave y de mayor alcance: números en mano, podemos constatar que, hoy, el 85% de los contenidos a los que tiene acceso la población del planeta está en manos del complejo financiero de EEUU. Y la mayoría de productos nacionales repiten las mismas fórmulas, amplifican los valores capitalistas y consumistas y repiten sus posiciones ideológicas.

Veamos algunos otros datos contundentes:

· Los 8 estudios cinematográficos más grandes de Hollywood se reparten el 85% del mercado mundial de cine (ocupan 98% de la oferta en América Latina).
· 4 corporaciones estadounidenses se reparten el 85% del mercado mundial de la edición de discos.
· De los 10 escritores más traducidos en el mundo, 9 son de habla inglesa.
· A su vez, EEUU tiene un sofisticado sistema de protección en materia cultural: apenas importa en este sector un 2% de su consumo total.

Ya el Informe McBride señalaba que "la industria de la comunicación está dominada por un número relativamente pequeño de empresas que engloban todos los aspectos de la producción y la distribución, están situadas en los principales países desarrollados y sus actividades son transnacionales". Nada ha cambiado desde entonces.

Es plenamente vigente la denuncia realizada en Argel, en 1973, por el Movimiento de Países No Alineados, cuando subrayaba que "La acción del imperialismo no se ha limitado a los dominios político y económico, sino que comprende igualmente los dominios cultural y social, imponiendo así una dominación ideológica extraña a los pueblos en vías de desarrollo".

Para transformar esta situación, McBride proponía un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, que acabara con las asimetrías en el flujo informativo entre el primer y el tercer mundo y a lo interno de las naciones, y que garantizara la igualdad en el acceso y difusión de la información y el compromiso de los países más poderosos para revertir esta situación de inequidad en la comunicación. Este Nuevo Orden, basado en la igualdad de condiciones, debía contribuir al desarrollo de las naciones y pueblos.

Aunque concordamos con el objetivo, nos parece inviable el método de cambios jurídicos que propone el Informe McBride para tal fin: los monopolios comunicacionales son producto, en primer lugar, de la propia dinámica capitalista, que inevitablemente conduce a la concentración del capital en pocas manos, como ya lo explicaran Marx, Lenin y, sobre todo, Rosa de Luxemburgo. En segundo lugar, porque esos monopolios comunicacionales son herramientas indispensables para la dominación imperialista y, evidentemente, el imperio no renunciará a ellas pacíficamente.

Como dijera Emir Sader: "El orden capitalista requiere el silencio de los discursos alternativos, requiere que todos los que se manifiesten, lo hagan dentro del universo de sus discursos, en sus términos y sus alternativas, es decir, dentro del sistema de poder que dirigen." Además, estas grandes corporaciones mediáticas no son independientes: operan políticamente al servicio de los intereses de los grandes grupos económicos que los controlan. No hay libertad de expresión de la sociedad, sino libertad de manipulación para los propietarios de los medios, que actúan en razón de los intereses de las corporaciones que los dirigen.

Por eso, es insuficiente analizar el monopolio de medios sólo desde la perspectiva de la concentración mediática y de su impacto sobre el acceso a la información. Cuando se lucha contra la concentración de medios no se adversa sólo al conglomerado de canales, radiodifusoras y prensa, se adversa la corporación industrial y financiera que soporta y defiende el monopolio y el conjunto de intereses. Se adversa a las grandes potencias.

Los monopolios de la comunicación son estrategias complementarias orientadas a garantizar el control de los mercados, pero también de las sociedades, los procesos sociales, políticos, económicos, los gobiernos, las mentalidades. Con mucha claridad, señaló Alfredo Jalife-Rahme que "Una televisora es un proyecto político de la más alta jerarquía, en el que se juegan los destinos de las naciones."

Los medios hegemónicos desinforman y desactivan la capacidad de interpretación crítica de la realidad. Descomponen culturas e identidades, porque promueven valores ajenos a las culturas propias, reproducen valores y modelos de los países hegemónicos, buscan convertir al espectador en mero consumidor. Desarticulan, separando los intereses de los trabajadores, de los pueblos y de los movimientos sociales. Es por ello que consideramos esencial entender que estamos inmersos en una Guerra, una guerra de liberación ante el proyecto hegemónico imperialista, en la cual la comunicación es uno de los principales campos de batalla.

En el estadio actual de la globalización la estrategia comercial es la guerra, las tropas imperiales son la plantilla laboral de la empresa, la dirección es el gobierno imperial tomado por las corporaciones. El objetivo es movilizar al aparato bélico, cuya meta es la dominación del territorio y sus habitantes, el control de los recursos.

Para ello, hay que garantizar el control de la información. Cuando el imperialismo toma la decisión de aniquilar la soberanía de los pueblos, también aniquila sus medios de comunicación, o los medios independientes. Durante la Guerra contra Yugoslavia, bombardearon TV de Serbia; en Irak, asesinaron a periodistas y expulsaron a través del gobierno de ocupación a Al Jazeera; en Líbano, bombardearon la sede de TV Al Manar.

Como han venido denunciando desde hace más de 20 años diversos estudiosos, como Noam Chomsky y Howard Zinn, la estrategia estadounidense de agresión a los países que no cumplen sus designios, se construye necesariamente a partir del control de la opinión de los ciudadanos de ese país. Para Estados Unidos, la primera acción de cualquier guerra se inicia en sus laboratorios de control de la opinión. Eso ya lo sabían desde el siglo XIX, cuando invadieron Cuba, y, hasta Vietnam, nunca fueron derrotados en su control de las mentes de los propios ciudadanos estadounidenses. EEUU siempre prepara sus invasiones con una fiera campaña de propaganda, enfocada en alguna idea-fuerza que, tras una larga reiteración, produzca las condiciones necesarias para controlar las mentes y voluntades de sus ciudadanos.

Esta estrategia fue utilizada en varias ocasiones para justificar la intervención norteamericana: Invasión a Cuba en el siglo XIX, bajo la justificación de la barbarie española contra mujeres indefensas que llegaban a Nueva York denunciando tal barbarie, aunque para declarar la guerra tuvieron que provocar o aprovechar la voladura y hundimiento del Maine responsabilizando a los españoles. Durante la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos movilizó sus recursos propagandísticos para poder justificar ante su pueblo su participación en la guerra, así que, de pronto, empezaron a llegar cables con fotografías de niños belgas maltratados por los "malvados" alemanes". En Vietnam fingieron el ataque a uno de sus barcos. A la Democracia Popular en Chile del compañero-presidente Allende la sometieron a una brutal y abierta campaña de destrucción informativa y guerra sucia que abonó el "estado de ánimo" de la opinión pública chilena y mundial para el golpe fascista de Pinochet, y en dicha estrategia se explotaron hábilmente los sentimientos conservadores de un sector de la clase media y de los empresarios chilenos. A la Nicaragua sandinista la sometieron a un asedio constante, mientras la propaganda señalaba que este país era un peligro para la Seguridad Nacional de EEUU. En Granada, la propaganda se enfocó en un aeropuerto civil necesario para incrementar las demandas del turismo, como efectivamente hoy lo hace; esa obra, que construían trabajadores cubanos y era financiada por varios países europeos, algunos de ellos aliados de EEUU, fue la excusa perfecta para atacar a esa pequeña isla, que según la propaganda imperialista, atentaba contra la Seguridad Nacional de EEUU.

Es la misma estrategia que han aplicado contra Venezuela, junto a sus lacayos locales, hasta el punto de tratar de justificar el golpe de abril 2002, el sabotaje petrolero 2002-03, las guarimbas y todo tipo de agresión al gobierno revolucionario. Ahora mismo, a raíz de la soberana decisión del Estado venezolano de no renovar la concesión a una televisora que sólo ha servido a los intereses del más inhumano capitalismo, a los intereses de las transnacionales y sus socios locales de la oligarquía criolla, Venezuela se enfrenta a una feroz campaña satanizadora en los medios de comunicación masiva nacionales e internacionales.

¿Qué hacer frente a esto? Retomando una idea expresada anteriormente, confrontemos esta problemática en términos de una guerra de liberación, en la cual debemos colocar todos nuestros esfuerzos y capacidades.

En palabras de Michell Collon, "Es necesario organizar un frente antiimperialista, para defender la soberanía de los pueblos y organizar una red internacional de contrainformación para desbaratar las mentiras que monta el imperio". Más aún, suscribimos el llamado de Fernando Buen Abad de generar un Nuevo Orden Socialista Mundial de la Información y de la Comunicación, acorde con los retos políticos, económicos e ideológicos que se han venido trazando –en primera instancia- los pueblos de buena parte de América Latina y El Caribe.

Dicho frente supone dos aspectos complementarios, sin los cuales no podemos avanzar: por un lado, los instrumentos, los medios y la plataforma tecnológica propia que nos otorgue real independencia (redes de transmisores, satélites, etc.), porque el dispositivo de dominación del capitalismo se garantiza también por el monopolio de la tecnología y el saber. Por otro lado, nuevos códigos, nuevos lenguajes que nos permitan romper con los paradigmas mediáticos construidos de acuerdo a los intereses de la fragmentación y la desinformación, es decir, formas que ocultan y desdibujan la realidad, descontextualizándola. Bajo esta orientación conceptual, en Venezuela se han venido desarrollando distintas iniciativas, desde las más pequeñas a aquellas de dimensión global. Así, en el Gobierno Revolucionario se ha impulsado la Comunicación Alternativa y Comunitaria, como una respuesta de nuestro pueblo al férreo monopolio y control de la información que ejercían (y en parte siguen ejerciendo) los grandes medios de comunicación privados.

Contamos hoy con 193 medios de comunicación comunitarios, habilitados por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), ente competente en materia de habilitaciones y administración del espectro radioeléctrico, y de cuyos informes se desprenden los siguientes datos de interés:

· 167 Habilitaciones corresponden a radios comunitarias;
· 26 Habilitaciones corresponden a televisoras comunitarias;
· El área de cobertura de los 193 medios comunitarios habilitados, es de 241 parroquias, ubicadas en 116 de los 335 municipios que tiene el país;
· La población con acceso a estos medios es de 11.962.227 habitantes, lo que representa un 46,08% con respecto al total nacional y,
· Los medios habilitados cubren una superficie potencial de 175.889 Km2, lo que representa el 19,19% de la superficie nacional.

Igual dinamismo y crecimiento se presenta en el sector de los medios impresos y digitales. Cientos de periódicos, boletines, tabloides, páginas Web, blog y listas de correos, surgen y desaparecen en el contexto nacional, regional y local. Son múltiples los perfiles de estos medios: periódicos dedicados al tema de la mujer, indígena, político, cultural, obrero, campesino. Actualmente, se editan sistemáticamente 164 medios impresos y están activos 117 medios digitales.

Estudiosos e investigadores, han calificado esta proliferación de medios populares en Venezuela de fenómeno inédito. Tal como lo explica el profesor Earle Herrera, "Los medios alternativos y comunitarios han brotado como flores silvestres por todo el país".

Desde el Estado, se ha modernizado la plataforma tecnológica del principal canal (VTV), que en los gobiernos anteriores se llevó a una total destrucción con miras a su privatización. Se creó hace ya tres años una televisora cultural-participativa de nuevo tipo, VIVE, y actualmente se está trabajando en el lanzamiento de un nuevo canal bajo el concepto de servicio público, TVES. Esfuerzos similares se aplicaron en materia radial, con RNV, que muy ponto lanzará un nuevo proyecto continental, RadioSUR.

En paralelo, junto a otros países de Nuestra América, especialmente Cuba, se impulsó en 2005 la creación de teleSUR, iniciativa de alcance mundial de la cual forman parte, por ahora, además de Venezuela y Cuba, Argentina, Bolivia y –la recientemente incorporada- Nicaragua, con la finalidad de reivindicar el protagonismo de los pueblos del Sur en el panorama informativo dominado por el Norte.

Luego de año y medio de operaciones, teleSUR, con doce corresponsalías en el continente, con la puesta en marcha de la señal para Europa prevista para los próximos meses, ya comenzó a romper el monopolio informativo del norte, construido durante décadas. Hoy teleSUR es, precisamente, la demostración de la factibilidad de un medio alternativo al mensaje hegemónico del Norte. Un medio masivo y no marginal.

En los próximos días, impulsada por el recién creado Ministerio del Poder Popular para las Telecomunicaciones y la Informática, estará en el aire la señal de ALBA TV, un canal alternativo de alcance latinoamericano. Se trata de una red internacional de televisoras comunitarias y movimientos sociales, indispensable para el éxito de la integración latinoamericana. En una primera etapa saldrán al aire a través de la señal de VIVE TV, y para septiembre ya esta televisora comunitaria latinoamericana podrá bajarse directamente del satélite. Pero esto no es suficiente, ni nacional ni internacionalmente. A lo interno, sigamos profundizando en la democratización del espectro radioeléctrico, en la transferencia del poder comunicacional a las comunidades y en la generación de medios del Estado con nuevos códigos y nuevos lenguajes.

Bajo la certeza de que la gran mayoría de los medios privados –tal como lo han demostrado reiteradamente- seguirán saboteando la gestión revolucionaria, para servir a la oligarquía y los intereses imperiales, avancemos entonces a su nacionalización progresiva –cuando se venzan sus concesiones o antes, si la situación lo amerita- y entrega de los mismos a los consejos comunales, consejos obreros, comités de usuarios y productores independientes.

No nos llamemos a engaño: enfrentamos medios que, como incluso lo ha reconocido un ente nada progresista como el Consejo de Asuntos Hemisféricos, "son un cerrado monopolio en el que los dueños conservadores… deciden qué puede ser discutido y qué será ignorado en las autoritarias estaciones de televisión y radio... Para decirlo simplemente, se trate de lo que se trate, todo lo que hace Chávez está siempre mal".

Ya lo dijo el comandante Fidel Castro en su entrevista a Ramonet: "Si usted llama libertad de prensa al derecho de la contrarrevolución y de los enemigos de Cuba a hablar y a escribir libremente contra el socialismo y contra la Revolución, calumniar, mentir y crear reflejos condicionados, yo le diría que no estamos a favor de esa "libertad". (…) En esos medios "libres", ¿quién habla? ¿De qué se habla? ¿Quién escribe? Se habla lo que quieren los dueños de los periódicos o de las emisoras de televisión. Y escribe quien ellos deciden. Usted lo sabe bien. Se habla de "libertad de expresión", pero en realidad lo que se defiende fundamentalmente es el derecho de propiedad privada de los medios de divulgación masiva".

Esto no debemos perderlo de vista precisamente ahora, cuando nuestro pueblo optó claramente por el camino del socialismo, tal como se vio expresado en el resultado electoral del pasado 3D. Si hasta ahora los intentos de desestabilización han sido de la magnitud que todos conocemos, no esperemos menos en el futuro: ni el imperio ni el capitalismo se suicidan ni suben tranquilamente al cadalso.

En materia internacional, además de seguir avanzando con lo ya existente, debemos construir nuevos mecanismos, nuevos instrumentos, tales como una o varias agencias de noticias del Sur, enlazadas, a su vez, con las iniciativas contrahegemónicas existentes, como Al Jazeera y Prensa Latina. Tenemos que construir y poner en funcionamiento satélites propios (Venezuela lanzará el satélite Simón Bolívar en 2008, pero es insuficiente), generar plataformas tecnológicas de Internet que nos den real autonomía.

En concreto, tal como lo ha sugerido Buen Abad, hacemos un llamado a que de este evento nazca una Corriente Internacional de la Comunicación hacia el Socialismo, que convoque a los cientos de miles de comunicadores de nuestro continente y el mundo, para generar una verdadera y gigantesca articulación entre los distintos espacios y expresiones comunicacionales anti-imperialistas. Las condiciones están maduras, debemos actuar antes que se pudran. Lo único que nos falta es atrevernos.

Yuri Pimentel


Venezuela: mediocracia y libertad de expresión

Luis Hernández Navarro
La Jornada

A confesión de parte, relevo de pruebas. El 11 de abril de 2002, unos cuantos días después del fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez, el vicealmirante Víctor Ramírez Pérez, uno de los organizadores de la conspiración, declaró a la cadena Venevisión: "nosotros contábamos con un arma mortal: los medios". No mintió. Los medios de comunicación desempeñaron un papel fundamental en la aventura golpista. Y lo siguieron teniendo después, al alentar el paro petrolero de 2002-2003 y el referendo revocatorio para tratar de destituir al presidente electo en 2004.

Ante una oposición partidaria pulverizada, enfrentada entre sí y con pésima reputación, los medios de comunicación, principalmente los electrónicos, han asumido el papel de organización ideológica dirigente de la coalición antichavista, esto es, de suprapartido político. Los dueños de los consorcios informativos y de entretenimiento, sus creativos y publicistas elaboran plataformas políticas y campañas, construyen el discurso para enfrentar al presidente, movilizan a la población en su contra y escogen a los líderes opositores.

Son ellos quienes deciden cuáles personajes aparecen ante la opinión pública como los representantes opositores. Basta con que sus noticieros y mesas de análisis político los presenten como tales, bloqueando el acceso a la televisión y la radio de quienes resultan inconvenientes, aun si pertenecen a sus mismas filas.

Las grandes cadenas de televisión y sus audiencias han sustituido así la clásica relación entre partidos, afiliados y votantes, creando un nuevo modelo de representación política, no sólo al margen de las instituciones, sino en su contra. Se han convertido en una verdadera mediocracia, que rebasa, con mucho, el papel tradicionalmente asignado al cuarto poder.

Parte de su estrategia consiste en fabricar con falsas apariencias una Venezuela mediática existente en las pantallas de televisión y en los programas de radio, sin conexión con la Venezuela real. Inventan un país virtual al gusto de los miedos y fantasías de su auditorio, cubriendo mentiras con el ropaje del discurso de la verdad.

Cualquiera que haya visto la televisión opositora en tierra venezolana puede constatar la enorme distancia que hay entre la realidad que se vive todos los días en las calles y los contenidos que esos medios divulgan. No es exageración. Durante mi último viaje a ese país vi en uno de esos programas a una mujer indignada, diciendo que su nación era una dictadura, que allí no había democracia ni libertad de expresión. La entrevistada acusó a Hugo Chávez de ser un agente del castro-comunismo, peor que Adolfo Hitler, un gorila al que había que sacar de cualquier manera del Palacio de Miraflores para liberar a la patria. Por supuesto, ni esa persona ni el canal de televisión sufrieron ninguna represalia por lo que ella dijo.

Este enfrentamiento entre la mediocracia y la revolución bolivariana no siempre existió. El triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998 estuvo estrechamente ligado a la profunda descomposición y descrédito que vivían tanto la clase política como las instituciones gubernamentales. En el proceso de demolición de las mediaciones políticas tradicionales y de crítica a las administraciones ineficientes desempeñó un papel nada despreciable Marcel Granier, director general de RCTV (Radio Caracas Televisión).

Cuando en 1995, después de salir de la cárcel, Hugo Chávez comenzó a hacer política abierta, la relación entre varios de los barones de los medios y el teniente coronel era cordial y amistosa. El director de El Nacional lo hospedó en su casa, al tiempo que prensa, radio y televisión no escatimaron abrirle espacios. Esta luna de miel terminó, sin embargo, a raíz del proceso de transformación impulsado por el mandatario. La abolición de poderes acordada por la Asamblea Constituyente, la instauración de la quinta república, la reforma agraria y la redistribución de la renta petrolera hacia la población más necesitada provocaron el rompimiento.

Con amargura y desesperación, la mediocracia descubrió que el mandatario no era un guiñol que pudiera manejar. Y comenzó a disparar contra él descargas de artillería, construyendo la caricatura de Hugo Chávez que se difunde por todo el mundo. En lugar de recular, el presidente dobló la apuesta. Dotado de una eficaz capacidad para comunicarse directamente con los sectores populares, denunció el papel faccioso que jugaban los medios. Simultáneamente emprendió reformas legales para democratizar el acceso a la información y fomentó la creación de medios de comunicación alternativos no marginales.

La confrontación subió de tono. Convencidos de que Venezuela es de ellos, los consorcios informativos tomaron como bandera para proteger sus intereses particulares la libertad de expresión y el derecho a la información. Su vocación oligárquica se envolvió con el ropaje de las reivindicaciones universales.

La última batalla de esta guerra -que no la final- ha sido la decisión gubernamental de no renovar la concesión a RCTV. Se trata de una medida soberana que nada tiene que ver con la libertad de expresión. La televisora puede seguir transmitiendo a través de cable y satélite. Sus integrantes pueden seguir diciendo lo que quieran, dentro del marco legal existente. El consorcio claramente ha incumplido con las normas básicas del interés público. El espectro radioeléctrico es un bien gestionado por el Estado. Es competencia del gobierno renovar o no la concesión que regula su uso. La concesión llegó a su término. RCTV se quedó sin ella. Punto.

No hay que hacerse bolas. Confundir los intereses particulares de la mediocracia con la libertad de expresión y el derecho a la información es una trampa. La información es un bien público, no una mercancía. Los dueños de las televisoras y las radiodifusoras no son la libertad de expresión; son, tan sólo, propietarios de los medios.

Época de desastres: la mediocracia

Rafael Bautista S.
Rebelión

Un cambio de época no sucede por inercia; sucede, más bien, a pesar de ella. Porque la resistencia no viene del cambio: viene de la tozuda conservación de lo establecido. En 180 años de res-pública lo establecido ha sido la usurpación privada de la cosa pública, en 23 años de democracia la exclusión paulatina y sistemática del sujeto gracias al cual se define: el pueblo. El afán agazapado en los desvelos de quienes defienden lo establecido siempre ha sido el mismo: la mendicidad genera beneficios formidables en quienes la administran. Por eso nunca tuvieron proyecto de país y todo consistió en cómo someterse a las necesidades de afuera. Por eso ahora se resisten a todo cambio y procuran, con indumentaria "democrática" , ocultar su mísera idiosincrasia colonial y dependiente. No en vano se aglutinan en esas agencias de reciclaje (PODEMOS y UN) quienes son los epígonos del entreguismo colonial. Por eso legalizaron previsoramente el mejor modo de enfrentar un posible gobierno popular desde presuntos logros "democráticos" (elección de prefectos, referéndum autonómico, etc.), para así inviabilizar cualquier posible cambio de estructuras en nuestro país. Bajo estas nuevas "reglas de juego", cualquier gobierno con pretensión popular iba a tener que enfrentar la fragmentación del poder y la ausencia de hegemonía política: aquello de lo cual gozaron los gobiernos neoliberales (que posibilitaron su proyecto pensado afuera) no podían tolerarlo en un gobierno popular. El Goni podía manipular a los "medios", podía gobernar por decreto, Dabdoub podía ser ministro del Jaime, la CAINCO podía invitar al Tuto a su feria, el Samuel podía ser ministro y luego rey del cemento, los cívicos podían callar mientras se rifaban nuestras riquezas, el Tuto podía ir a suplicar a los chilenos aceptar las ventajas del gas, podía otorgarles cedeim a las petroleras, y los "medios" podían obviar todas estas cosas, porque así estaba establecido todo, porque, como decía Mesa (alumno del Goni): "somos un país mendigo", o sea, entre miserables, ¿qué más se podía esperar? Esto: que ahora vengan a presumirnos de lo que carecen, o sea, que vengan a enseñarnos lo que es democracia.

Y esa "enseñanza" se la operativiza gracias a la mediocracia. Este concepto no estima sólo el poder económico que poseen los "medios". Indica más bien el poder de manipulación que hacen de la opinión pública. La producción dirigida de esta provoca no sólo certidumbres sino miedos y odios, prejuicios políticos. Enmascaradas en la "neutra objetividad" , lo que muestran como hechos son en realidad "interpretaciones" , mostradas como "la" realidad, es decir, "su" parecer se impone como "la" verdad. La deformación que sufre la opinión pública no es de ningún modo casual sino que viene patrocinada por este poder mediático; que no es sólo interés oligopólico, a este se añaden prejuicios y monomanías conservadoras que siempre se amparan en privilegios supuestamente sagrados, cuyos derechos no se discuten sino que se ejercen de modo absoluto. Hegel tenía razón: definir la libertad de prensa como un hacer lo que se quiere es correlativa al capricho libertino del díscolo.

Por eso la crítica se dirige a la mentalidad mediática, aquella que se pone como el ojo de dios: que ve sin ser visto, juzga sin ser juzgado. Su infalibilidad es su ausencia; aquella operación mágica que hace ver un dictamen interesado como "objetividad" periodística. Por eso es falaz su consigna: "nosotros informamos, usted opina". Porque esa información ya ha sido previamente recortada, compuesta, editada; se muestra la apariencia y se oculta el fondo, lo que en realidad interesa. Como no sólo se informa sino que se juzga, esta aparece como opinión autorizada y su función es reafirmar lo que se quiere mostrar. Se conforma así una corporación de opinadores, cuyo celo santifica los titulares y les da apariencia de cientificidad. De este modo se especifica el modelo de receptor pasivo y obediente que producen los "medios": su público es un mero espectador, pues el dictamen es tarea de especialistas y la legitimación de esa manipulación se hace por sumisión. De ese modo la opinión pública queda domesticada y obedece a los dictámenes de la imagen, cuyos titulares deciden siempre su sentido; el cual es siempre unívoco. Frente a la verdad queda la mentira y el espectáculo que monta para ocultarse a sí misma. Así inventan la democracia y la política a su antojo. Así bautizan sus nuevos escudos: autonomía, dos tercios, respeto a las minorías. Así producen enemigos en el imaginario social: los indios. Y así reinventan a la clase media, como la supuesta víctima de todo esto.

Rafael Bautista S. es autor de "OCTUBRE: EL LADO OSCURO DE LA LUNA" Editorial "Tercera Piel", La Paz, Bolivia rafaelcorso@ yahoo.com

Para Pensar más allá de los medios.

gobiernoenlinea.ve

Un maestro francés de la comunicación, Ignacio Ramonet*, ha explicado que en general la población antes experimentaba en la comunicación mediática 3 esferas autónomas: la de la Información –cuando son reseñados hechos-, la de la comunicación Publicitaria –cuando es inducido el consumo- y la de la cultura de Masas –cuando son inducidos hábitos de sentir, pensar y actuar-. Estas últimas esferas fueron sometidas al "mercado". Tales esferas, antes independientes, se están fusionando actualmente, ya que la esfera del campo Publicitario ha estado absorbiendo a las demás, de forma tal que los principios de la comunicación publicitaria han sido impuestos tanto en la Información como en la cultura de Masas: se comunica de la misma manera cuando se informa, se publicita o se hace cultura de masas. Al hacerlo, los Medios privilegian la rapidez, la simplificación y la "diversión".

*Vease: http://www.lahaine.org/internacional/medios/infantilizacion_informacion.htm)

Así, lo que "circule" en la comunicación mediática -publicidad, información, texto- "debe ser" rápido y corto, con Títulos directos publicitarios; lo que al Cristianismo le llevó 5 Siglos, ahora le lleva a los Medios unos pocos días, pues el cambio tecnológico le imprimió "velocidad". La "comunicación" pasa a ser veloz y recargada, y a ser una "mercancía", por lo que obedece más a las leyes del "mercado" que a la de la Información, sometiéndose a una regulación de tipo mercantil más que informativa (por ello, los que dirigen las empresas de información no suelen ser periodistas, sino Empresarios cuya principal preocupación es el lucro).

En tal Esquema, Informar puede ser dominar, pues el sistema mediático puede muchas veces imponer una "verdad mediática" la cual opera de la siguiente forma: Cuando todos los medios de información "dicen que un hecho es verdad", tal afirmación se impone aunque sea FALSA. Esto significa que, cuando la prensa dice que algo es verdad, "eso es verdad", según la falsa premisa que sostiene: "Repetir es demostrar". En el pasado, "cuanta más información había, existía más libertad"; sin embargo, tal "ecuación" se ha modificado, pues ahora la Información es sobreabundante, y sin embargo, el pueblo no está convencido de que haya "más libertad" que en aquellos períodos en los que la Información no era tan abundante. También algunos creyeron la "idea" que los medios eran los que "protegían" al ciudadano contra el abuso de otros poderes, Ideología que encubre la realidad de que hoy los Medios constituyen precisamente uno de los Poderes de los que hay que protegerse –cosa ya advertida por la UNESCO (Informe Mac Bride, 1976-77)-.

Los Medios masivos buscan que la llamada "Opinión Pública" sea el reflejo de la opinión de los dueños de los medios. De la mayoría de los problemas difundidos por los Medios, éstos buscan que cada persona no tenga ninguna experiencia concreta, sino tan solo una experiencia de carácter "virtual" que sea repetición residual del mensaje "previamente recibido". Con ello tratan de moldear a dicha "opinión pública", construyéndola: son "fabricas" unilaterales de opinión, ya que son muchas las cosas que no se ven, porque grupos de presión de las elites dominantes "no autorizan" a los/as periodistas progresistas, independientes o pluralistas a cubrir los hechos, quienes incluso han sido expuestos/as a amenazas de muerte. En el caso que alguno/a lograra cierta cobertura de los hechos, sus imágenes -y textos- luego han sido fragmentadas, mutiladas, filtradas, censuradas, situación ya padecida durante las dictaduras en Argentina y Rumania, o en la cobertura independiente ante invasiones e intervenciones imperialistas en Somalía, Panamá, Golfo Pérsico y Kosovo.

En ese sentido, según Ramonet, "la Censura en una sociedad democrática ahora no funciona con la supresión de Información, sino con la acumulación" de la misma, pues se provee "Información" con un sistema de instantaneidad que nadie puede verificar –brindan tanta masa de información para "consumir" que la misma oculta otras informaciones-, asfixiando con la misma al pueblo para que se olvide de buscar la verdadera información, concreta y vivencial. Muchas veces la "información" que es recibida es totalmente falsa, elaborada con documentos falsos -así como "personajes" y "escenas" que no existieron nunca- añadiendo "información extra" a presuntas "noticias" que tratan de inducir determinadas "creencias" en la "opinión pública". Un ejemplo de ello ha sido presentado en las guerras e invasiones contemporáneas, como fueron los conflictos belicistas sobre Irak.

La "tiranía del espectáculo",** basada en "representaciones" (teatralidad, escenificación, espectáculo) para "llamar la atención", busca una efectividad emocional" que active más que el sentido interno" (la conciencia) a los "sentidos externos (vista y oído), mediante mensajes rápidos y superficiales en los que se unen la "imagen" y el "entretenimiento". El espectáculo para la política (o la "política para el espectáculo") moldea la capacidad de juicio de los ciudadanos explotando estratégicamente sus percepciones, y no le importa que esas imágenes se sustenten o no en la acción política" (Thomas Meyer). Con ello, un simulacro de acción política es lo que polariza las energías y la inteligencia.

**(Victoria Camps, www.apfilosofia.org/documentos/pdf/doc_003.pdf)

Con tal tiranía, ocurre un empobrecimiento de las capacidades para conocer del ser humano, ser viviente que es reducido a ubicarse en una mera "realidad virtual", en la que sólo es real lo que aparece en la pantalla del televisor o del ordenador: "En dicha realidad, las impresiones visuales, y en especial las imágenes, reemplazan a la información" (Giovanni Sartori). La imagen pretende sustituir al razonamiento, al concepto, argumento o discurso, e incluso al debate político.

La teatralidad reduce nuestro mundo cotidiano y político a unos rasgos parciales y exagerados, haciendo al comunicador social un mero "empleado de la propaganda informativa", convirtiéndolo en un "prisionero de la imagen", a la que debe hacer "hablar" como sea, mediante imágenes "inventadas", ideas preconcebidas, clichés y estereotipos sociales previamente existentes. Ante tiempos "fugaces" y una competencia "voraz", tales Medios tratan de "captar la atención" con información entretenida, ya que no lo lograrían con la sola voluntad de informar bien. En el caso de la Prensa, ella hace su espectáculo a partir de sus "atrayentes Titulares".

Para seducir con el "Entretenimiento", todo acaba infantilizándose: son exageradas las quejas, reducidas las cuestiones a una polaridad del "ganar o perder", utilizado un lenguaje difamante, intolerante o exagerado para llamar la atención de "su público". Por ello abundan noticias "negativas", las cuales son consideradas por los Medios como las "buenas noticias", como lo único noticioso y noticiable. Es una infantilización que tiene un efecto anestesiante, pues el público no acaba de creer lo que ve, volviéndose crédulo, o al contrario, cínico, descreído. Cuando la rapidez, la simplificación y la "diversión" son presentadas en los Medios como las cualidades que constantemente se repiten, las mismas conducen inevitablemente a una concepción muy infantil del pensamiento, derivando en un proceso de infantilización de los mensajes y de quien consume los mismos por dichos Medios.

No es posible formar un pueblo con lúcida capacidad de reflexión crítica, si el mismo acepta ser convertido en una "masa de individuos", homogéneamente mediocrizados tras nutrirse de información proveniente exclusivamente de "carteles" mediáticos –estrategia en la cual se unen a un mismo y único coro todos los medios comerciales de la televisión, la radio, la prensa y la red Internet-. La reducción de la democracia genuina a una monopólica "Mediocracia" –donde una élite empresarial "comunicacional" domina el espacio de debate publico-, ubica al intelecto en un pensamiento "fugaz" y una cultura "instantánea". Dicha élite no quiere la "Información como tal": la quiere convertida en Propaganda. Por ello, al pueblo consciente, lo quieren volver una mera "Masa" que sea fácilmente manipulable con símbolos, única forma rápida de convencer de aquello que es difícil de aceptar –en una especie de "manufactura del consenso" (W. Lippmann), pues le interesa la "acción irracional", no que la misma sea comprendida.

La oscilación entre, por un lado, una actitud reservada, desconfiada y prejuiciada, y por otro, la "des-personalización" en actitud "corporativa", masiva e indiscriminada (ambas mediatizadas por una actitud impersonal, indiferente, insensible, desalmada, desafecta, "objetiva"), llevan a una falta de compromiso sensible, real e histórico con la criatura humana de carne, hueso y sentimiento, propende a la disociación de la persona, quien proyecta irresponsablemente todos sus problemas personales no resueltos –generalmente de carácter inaceptable- hacia "el afuera", convirtiéndose en "observadores no participantes", meros "consumidores pasivos", que no quieren correr el riesgo de percibir y aprehender a otra persona en su totalidad, distanciándose como seres emocionales, oscilando entre un vacío emocional y una vida superficial sin sentido, y una seudo – sentimentalidad dramática que requiere de emociones "Extremas" e intensas condicionadas por un medio grupal dominante y conservador.

Este estado de puerilidad conlleva una regresión psicológica para tales grupos y sus miembros/as, a quienes les son presentados/as estímulos subliminales para que terminen tomando sus "deseos por realidades", y que sus delirios los lleven a debilitar –e incluso abolir- la frontera psicológica entre lo imaginario y lo real, pues lo que tales Medios buscan es que dichos grupos se adapten a "modelos ficticios", elaborados desde estereotipos y temores sociales previamente establecidos, los cuales son aprovechados en la publicidad política y comercial. Por ello, los Medios -y la población adicta a ellos- insisten en el culto "masivo" a la persona individual e individualista que se sumerge en una adolescencia honoraria (G. Devereux), donde predomina una práctica del fetichismo e idolatría por la apariencia y el comportamiento "juvenil", el cual promueve que "sintamos, pensemos y actuemos" como infantes, que la persona Adulta -responsable y democrática-, sea conducida mediante la mencionada "regresión" a un infantilismo precoz, para que desemboque en aquella "personalidad estúpida" –fácil de manipular y mandar por su credulidad acrítica-, la cual es la requerida para su utilización por los grupos fascistas de la Extrema Derecha anti-venezolana.

1 comentario:

Carlos Gustavo dijo...

La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si continuamos consintiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder... Creo que un nuevo Hitler tendría, con la televisión, un poder infinito. Karl Popper 1996