Este trabajo se inscribe en lo que los prácticos del trepe llaman despectivamente “filosofía de la comunicación”. Ante el uso perverso que el capitalismo y sus voceros hacen de la lengua se requiere el desarrollo de un pensamiento esclarecedor, hoy reprimido y marginado. Frente a la consigna del prohibido pensar, fomento del pensamiento crítico. Frente a la producción mercantil de la comunicación, el valor de cambio y la sumisión de las conciencias, producción de valores de uso, de comunicación para la ampliación de la conciencia (Ch. Caudwell), para el dominio del entorno, la sociedad, y el aumento de la calidad de vida para todos.
El lenguaje, como el terrorismo, va dirigido a los civiles y genera miedo, ejerce violencia simbólica o psicológica. Produce efectos más allá del significado. Las palabras son como minúsculas dosis de venero que pueden tragarse sin darse uno cuenta. A primera vista parecen no tener efecto y luego, al poco tiempo, se manifiesta la reacción tóxica. “El hombre es tan propenso al efecto hipnótico de los lemas como a las enfermedades contagiosas”, decía A. Köstler. El arma más letal es el lenguaje. Sin palabras no hay guerra.
Los grandes del nazismo, como Hitler y Goebbels, procedentes del catolicismo, se ocuparon meticulosamente de la vitalidad milenaria de la Iglesia Católica. Ellos marcaron las pautas para los fundamentalistas actuales, como Bush y la camarilla que rige hoy los destinos del mundo desde las oficinas gubernamentales de Washington y los despachos de sus empresas depredadoras.
El lenguaje, como el terrorismo, va dirigido a los civiles y genera miedo, ejerce violencia simbólica o psicológica. Produce efectos más allá del significado. Las palabras son como minúsculas dosis de venero que pueden tragarse sin darse uno cuenta. A primera vista parecen no tener efecto y luego, al poco tiempo, se manifiesta la reacción tóxica. “El hombre es tan propenso al efecto hipnótico de los lemas como a las enfermedades contagiosas”, decía A. Köstler. El arma más letal es el lenguaje. Sin palabras no hay guerra.
Los grandes del nazismo, como Hitler y Goebbels, procedentes del catolicismo, se ocuparon meticulosamente de la vitalidad milenaria de la Iglesia Católica. Ellos marcaron las pautas para los fundamentalistas actuales, como Bush y la camarilla que rige hoy los destinos del mundo desde las oficinas gubernamentales de Washington y los despachos de sus empresas depredadoras.
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1 comentario:
Just a sweet hello~
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