viernes, 25 de abril de 2008

de Medios en El Salvador y el mundo...

Bailando por un peso… perdón, por un sueño

No he visto el programa como se debe para criticarlo como Dios manda, pero en serio, no me lo trago, no lo puedo ver hasta el final sin preguntarme porque estoy viendo eso.

El programa tiene como cinco o seis o siete u… bueno, un montón de cosas que no me agradan como para contarlas todas, pero para resumir no es mas que otra prueba del enorme agujero creativo en la tele nacional.

El programa es copia de una copia y desfasada para mas fregar, ni siquiera nombre le pudieron inventar, es una fotocopia (con todo y la perdida de calidad que implica).

Empezando por que el concepto de famosos que hay en el país es complicado: TCS se mueve con puros presentadores (y sin mucho talento extra en general) que ponen la carita para decir comentarios que cada vez pierden mas originalidad. ¿Y luego? No se si este mal pero presentarlos como el gran elenco de estrellas, ahí es donde la cosa se va volviendo pretenciosa para mi.

La producción, el baile y lo demás se salva donde me caben las expectativas, no es nada nuevo pero se nota que cada vez mas TCS se esta convirtiendo en una sucursal afrijolada de Televisa, si fuera mas partidario de la producción nacional estaría indignado, pero me vale, me preocupa mas que si van a ser un canal de enlatados los enlatados cada vez sean peores.

El otro problema es, que al contrario de los otros programas de concursos, este tiene un toque dramático que me molesta. El programa me suena a “aprovechémonos de la necesidad de la gente y para que no digan que somos nosotros ponemos a los demás a que decidan”, asi se pueden saltar algo del lío moralista. Suerte que los casos no son tan dramáticos sino ya estuviera indignado de veras (si, tengo conciencia social).

Puedo ver a dos personas jugar para ver quien se gana una tele nueva para la casa, al fin de cuentas solo es el ego y pasar la tele de la sala para el cuarto lo que se pierde, pero cuando es gente que llega con una necesidad clara y de veras convencido de hacer de todo para lograrlo, incluso bailar para convencernos (como si bailar tuviera relación con lo que quieren hacer) ya la perspectiva me cambia.

Ver perder a alguien en esas circunstancias es feo porque no solo pierde, pierden esos a los que esta tratando de ayudar, y a la larga todos los casos me parecen apoyables, pierde porque nosotros no votamos por él, el mensaje de no votar por él es algo así como “no creemos que tu sueño valga la pena porque bailas feo o simplemente no me parece que valga la pena a secas”.

Me hace sentir que somos fríos en insensibles seleccionando cual es el que mas se merece nuestra ayuda, cuando la lógica debería ser a cual estamos en la capacidad de ayudar. (Si es que se le puede llamar ayuda a pagar esa llamada telefónica, que eso es otro lío). Es el coliseo y nosotros decidimos a quien tiramos a los leones y pagamos por eso.

Esa parte es la última, es negocio redondo porque les pagan la publicidad, usan a sus propia gente de siempre, una buena excusa para no buscar nuevos talento y ahorrarse algo de dinero, y hasta nos cobran por aplaudir, so excusa de que el televidente tiene el poder de elegir desde su teléfono celular, en votaciones que si uno quiere ser mas morboso aun pueden estar hasta amañadas.

En fin, el programa no me gusta, es mas de lo mismo, un altruismo chafa y aprovechado y las mismas caras de siempre que si te caen mal, no te ayudaran a digerir mejor el programa (parte de lo que me pasa a mí). Bien por los “soñadores” y ojala sus sueños se cumplan, a ellos mis aplausos y mis respetos, me gusta saber que hay gente buena en el país.

Esperemos a ver que nuevas copias nos traen de afuera. Quien quita y la próxima será algo como Ventaneando o La oreja. Quien sabe y ya se sienten lo suficientemente estrellas para contarnos sus chambres.


Pornografía y Violencia en los Medios
Ernesto Rivas Gallont

Uno de los fenómenos alarmantes de nuestra sociedad ha sido la creciente difusión de la pornografía y la generalización de la violencia en los medios de comunicación social. Libros y revistas, cine y teatro, televisión y videocasetes espacios publicitarios y las propias telecomunicaciones muestran frecuentemente comportamientos violentos o de sexualidad permisiva que casi llegan al umbral de la pornografía y que son moralmente inaceptables”.

Se trata de una realidad globalizada. Es raro el país donde los medios de comunicación transmiten sólo contenidos aptos para toda la familia. Hay que hacerse a la idea de que la tendencia va en esa dirección, pero no podemos cruzarnos de brazos y dejar que todo siga igual y decir que en otros países es igual. Es necesario ir contra esa corriente que anula las conciencias y va destruyendo los verdaderos valores.

Después de que haya hablado con las autoridades encargadas de los espectáculos públicos en el Ministerio de Gobernación, volveré sobre el tema.

Además, nadie puede considerarse inmune a los efectos degradantes de la pornografía y la violencia, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo su influencia. Los niños y los jóvenes son especialmente vulnerables y expuestos a ser víctimas. La pornografía y la violencia sádica deprecian la sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan los individuos -especialmente las mujeres y los niños-, destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes antisociales y debilitan la fibra moral de la sociedad.

También la llamada pornografía blanda ("soft core") puede paralizar progresivamente la sensibilidad, ahogando gradualmente el sentido moral de los individuos hasta el punto de hacerles moral y personalmente indiferentes a los derechos y a la dignidad de los demás. La pornografía -como la droga- puede crear dependencia y empujar a la búsqueda de un material cada vez más excitante ("hard core") y perverso. La probabilidad de adoptar comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este proceso.

La pornografía y la violencia destruyen la afección y la compasión para dejar su espacio a la indiferencia, cuando no a la brutalidad. Su propagación a través de los medios de comunicación social es una ofensa a los individuos y a la sociedad.

Sam Peckinpah, director cinematográfico norteamericano, decía hace unos años que “observamos nuestras guerras y cómo mueren nuestros hombres, muertes reales, cada día en la televisión, pero llega un momento en que no parece real. No creemos que aquella gente sea de carne y hueso. Hemos sido anestesiados por los medios de comunicación”.

Y el conocido director español Luís García Berlanga refiriéndose a la forma cómo es presentada la pornografía, comentaba que “el erotismo es la pornografía vestida por Cristian Dior”.

El 18 de septiembre de 1951, al hablar de la educación sexual a los padres y soldados de Francia, el Papa Pío XII subrayó los peligros de la pornografía. En otra ocasión dijo a los escritores católicos que expresaran con vigor y firmeza su indignación contra los escritos pornográficos que corrompen a la juventud y a los adultos.La Inter Mirifica (decreto del Concilio Vaticano II sobre los medios de comunicación social) dice que el primado del orden moral objetivo debe respetarse absolutamente por todos, sin hacer una referencia específica a la pornografía y a la violencia.La pornografía es como una droga venenosa que penetra lentamente en todos los niveles de la sociedad y en particular en el mundo de la juventud, cuya fuerza de voluntad no está plenamente madura. La empresa pornográfica es muy peligrosa que se extiende por dondequiera.

Es sorprendente ver la fascinación de los salvadoreños por la violencia. La violencia abrupta y cruda se come nuestras miradas y falsea la representación de la vida humana.

Entonces habría que volver a recordar que las noticias no son la realidad. La realidad obstinada y resbaladiza admite muchos puntos de vista y muchas maneras de mostrarse. Pero es verdad que nuestros noticieros padecen de unanimismo: todos con las mismas imágenes, las mismas enunciaciones y la violencia como eje narrativo. No es solo la televisión, también el cine. La violencia es del ser humano desde cuando nace, pero también es de su naturaleza filtrar las conductas primarias, reelaborar sus reacciones, simbolizar los hechos. Cuando la TV manda a dormir a los niños porque "pueden ver escenas de violencia o sexo", emparenta estos dos hechos. Y es cierto, comparten el mismo origen primario de impulsos humanos hacia dos objetos contrapuestos: el deseo o la destrucción del otro. Mostrar el sexo como órgano, lo que hace la pornografía, equivale a reducir la violencia al muerto. Y si uno ve este desfile de actos violentos de El Salvador, que más bien debiera titularse 'El Salvador muerto', asistimos al desplazamiento perverso de la guerra al muerto, de este al cadáver y de este a las calaveras, cuando no al hueco donde las hallaron. El último capítulo fuera de contexto, 'El Salvador alegre', es como si nuestra única realidad fuese la violencia y lo creativo apenas el mismo pobre final que nos reservan las noticias al cierre de farándula y entretenimiento. Nuestra violencia verdadera también es taquillera. Y también es verdad absoluta que las palabras e imágenes pueden cambiar el mundo y no solo calcarlo.
Estas son solo unas pinceladas sobre dos temas –pornografía y violencia- muy presentes en los medios y que no pueden dejarnos indiferentes. Su influencia es muy grande y las consecuencias que ya se van cosechando son muy graves. ¡No nos quedemos indiferentes!

San Salvador, domingo 20 de abril, 2008


La manipulación periodística
Salvador Ventura

El Director ejecutivo de El Diario de Hoy, Fabricio Altamirano, eleva su queja porque el candidato presidencial del FMLN, Mauricio Funes, se niega sistemáticamente a dar declaraciones “sobre diversos temas” a ese matutino, con lo que a su juicio se “amenaza a 800 mil personas que a diario servimos en esta organización…”

El periodista polaco Ryszard Kapuscinski, dice en su pequeño libro «Los cinco sentidos del periodista» que “la manipulación de los modos en que piensa la gente, una práctica de enorme difusión, se emplea en numerosos sentidos y medidas. Ya no existe la censura como tal, con excepción de ciertos países; en su lugar se utilizan otros mecanismos –que definen qué destacar, qué omitir, qué cambiar –para manipular de manera más sutil. Eso importa a los poderosos de este mundo, siempre tan atentos a los medios, porque así dominan la imagen que dan a conocer a la sociedad y operan sobre la mentalidad y la sensibilidad de las sociedad que gobiernan”.
Señor Altamirano usted no tiene la razón y vamos a demostrarlo.

1. El candidato presidencial del FMLN, Mauricio Funes, se ha negado en las últimas semanas a dar declaraciones a El Diario de Hoy, porque se tergiversan sus opiniones, se omiten otras y descaradamente se publican sólo aquellas que únicamente le interesan a este medio y no a esas “800 mil personas que a diario servimos”.

2. El candidato Funes ha tenido amargas experiencias con El Diario de Hoy, no sólo porque “se manipula la información”, sino porque únicamente lo entrevistan cuando aparecen en la palestra pública temas polémicos y que directamente pueden influir en la contienda electoral. Específicamente hechos como la muerte de un comandante guerrillero de las FARC perpetrada por el ejército colombiano en territorio ecuatoriano o la sucesión presidencial en Cuba.

3. No sabemos de solicitarle entrevistas para que se refiera al alto costo de la vida, al desempleo o la situación de extrema pobreza en El Salvador. Tampoco de sus proyectos para reactivar el agro, combatir la delincuencia, alternativas para reducir los costos de las tarifas eléctricas, telefónicas o del agua. O si tiene un plan para ayudar a los transportistas y automovilistas con el oneroso pago de los combustibles. Nada de esto.

4. El candidato Funes, como lo establece la Constitución de la República, tiene garantizados sus derechos de libertad de expresión o de tránsito, esto significa que puede escoger a que medio de difusión darle declaraciones o porque camino ir a su casa, a su trabajo o realizar sus actividades proselitistas.

5. Este derecho que reclama el señor Altamirano, no lo cumple cuando se trata de sus deberes, pues se libra muy bien de denunciar la estructura y la tecnoestructura que produce o hace posible, técnicamente, la corrupción que toca niveles muy altos del gobierno. Tampoco hace una crítica profesional y objetiva de las causas del desabastecimiento de productos básicos, así como del encarecimiento desmedido de los frijoles, el maíz, la harina o las medicinas. Este periódico liberal no integra los hechos en un marco de la totalidad que haga mentalmente inteligibles las causas de los terribles problemas que padecen los salvadoreños y que, paradójicamente, lo señalan en sus encuestas públicas por demás amañadas, sobre todo para informar sobre los verdaderos resultados a favor del candidato presidencial del FMLN.

6. Por último señor Altamirano, intentar convertir al candidato presidencial del FMLN en chivo expiatorio de los males de esta sociedad y del mismo modelo implantado por el gobierno de Arena, es eliminar del contexto, objetivamente, la reflexión iluminadora que nos revelaría el contenido global del problema.

El Diario de Hoy y sus propietarios esconden, eluden y falsifican un hecho insoslayable: su dependencia a la publicidad gubernamental y por ende la fidelidad y la defensa del régimen que hace posible tales recursos. La pregunta al inminente nuevo Presidente de la Nación, no es sí garantizará la plena libertad de prensa, sino más bien, si El Diario de Hoy tendrá los mismos privilegios de la pauta publicitaria.

La manipulación de la noticia y de los hechos no es cosa nueva en este matutino, recordamos que en el período del presidente Duarte, a quien atacaron sistemáticamente y jamás le concedieron la mínima oportunidad de defensa en su periódico, por demás garantizada en la Constitución, cometieron un delito al escribir los mismos reporteros en un cartón la leyenda: Este hospital está cerrado, colocarlo en la pared de Neumológico de los Planes de Renderos y luego tomarle una fotografía la que apareció publicada al día siguiente en El Diario de Hoy.

Estos son antecedentes, pero hay muchos más. Por lo tanto señor Altamirano, usted no tiene ninguna autoridad moral ni solvencia al menos en lo que se refiere a la ética periodística para exigirle al candidato presidencial del FMLN que responda a preguntas “serias y respetuosas”. Ni son un periódico independiente ni tampoco están “con las manos sobre la mesa”, nosotros sabemos muy bien que los dados ya los tienen cargados.


Los modos de la alienación . Medios, cultura y dominación

Miguel Guaglianone
Red Voltaire

Esta palabra, que fuera usada por los investigadores sociales y culturales en la década de los 60, es uno de los conceptos “desaparecidos” por el sistema de dominación imperante. El DRAE define la palabra alienación con cinco acepciones. Dos de ellas abarcan perfectamente el tema que queremos enfocar. Dice [1]: alienación: 2. f. Proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición. y también 5. f. Psicol. Estado mental caracterizado por una pérdida del sentimiento de la propia identidad.
El poder de los medios masivos de comunicación para determinar opinión en el público no es una novedad. Ya a principio del siglo XX, William Hearst fue capaz de crear -con su cadena de periódicos- una guerra con Cuba. En la década de los 30 del mismo siglo, Joseph Goebbels sistematizó las transmisiones radiales para adoctrinar al pueblo alemán en la visión expansionista-imperialista de los nazis. Después de la Segunda Guerra Mundial, los triunfantes EE.UU., con el advenimiento de la televisión, difundieron e impusieron en el mundo su “american way of life”, a la vez que expandían globalmente el mercado de los productos de consumo masivo que definían ese modo de vida.

Sin embargo, el salto cualitativo del poder de los medios se consolidó a partir de la década de los 80, junto a la irrupción del neoliberalismo como nueva fase dominante del capitalismo. La acumulación de capital y poder en manos de un numero decreciente de grandes corporaciones transnacionales interrelacionadas, así como el desarrollo tecnológico de las comunicaciones por satélite capaces de cubrir el globo terrestre, apoyados en la proliferación de los sistemas informatizados, han ido creando una red alrededor de todo el planeta, controlada y abastecida por un reducido número de transnacionales de la “información” y el “entretenimiento”. [2]

A través de esta red, los poderes hegemónicos imponen al mundo una cosmovisión propia, que funciona como efectivo sistema de opresión de grandes masas. Lo hemos escrito antes, pero creemos que habrá que repetirlo hasta que se haga carne: han establecido el más efectivo sistema de control: lograr que los dominados piensen y vean el mundo con los mismos ojos de los dominadores.

Los modos de la alienación
¿Y de qué formas producen la alienación? Podemos distinguir varias facetas de la acción del bombardeo mediático sobre los grupos sociales y los individuos.

1: Publicidad y Consumo
La primera forma fue detectada y estudiada desde principios de la segunda década del siglo XX. En dos estudios relacionados, Vance Packard [3], desentrañó por primera vez las estructuras de funcionamiento de la publicidad y las estrategias del consumo obligado. Otros investigadores en la década del 60 profundizaron estas investigaciones, hoy prácticamente desconocidas fuera de los ámbitos académicos. Para desarrollar una economía como la norteamericana en ese entonces, capaz de producir por encima de las necesidades de sus consumidores, se creó toda una estrategia y técnicas de medios, que apelaba fundamentalmente a la emocionalidad de las personas. Ese manejo emocional para estimular el consumo va desde la elaboración de piezas comunicacionales que asocian los productos a otro tipo de emociones (perfumes con envases de formas eróticas, automóviles con imagen asociada al poder y al éxito, hipertrofia del concepto “limpieza” para vender más productos detergentes, etc.) hasta la manipulación oculta de la publicidad subliminal (hoy prohibida en muchos países), atravesando todo tipo de otras formas intermedias. De esta manera los medios utilizan gatillos emocionales y manipulan el sentir del público en aras de estimular el consumo de productos y servicios.

2: Política e instituciones
El otro nivel en que imponen los medios, tiene que ver más con la propaganda que con la publicidad. Los Estados Unidos (y también Europa) han utilizado los medios masivos para condicionar a grandes masas de público respecto a posiciones políticas. El estudio aún sin intentarlo en profundidad, de cómo el “enemigo” (los malos) ha ido variando según los intereses políticos generales de los países centrales, muestra claramente la manipulación de opinión. A fines de la Segunda Guerra Mundial, el Japón era un país bárbaro agresor, y sus habitantes “los dientudos enanos del Mikado”, en la guerra fría se blandió el fantasma del “comunismo internacional”, primero el de la Unión Soviética, y luego el “peligro rojo de oriente”, a partir del ascenso de los neocom al gobierno de Estados Unidos, el nuevo enemigo es el “terrorismo internacional”. Informativos, prensa, radio, series de TV y cine repiten sistemáticamente estos patrones y penetran en las almas de las gentes, proponiendo e imponiendo posiciones políticas ajenas a sus circunstancias.

Igualmente, va aparejada la imposición de institucionalidad social, no sólo se asignan posiciones políticas, sino que se acompañan con la validez de las instituciones de las naciones centrales (la democracia representativa como forma adecuada de gobierno, las “libertades”, la “justicia”, etc). Aquí también se utilizan las técnicas de manipulación emocional que se crearán para vender más productos, acompañadas de las de manipulación política que desde Maquiavelo en adelante manejan los sectores dominantes de la Cultura Occidental.

3: Valores y Patrones de conducta
Mucho más sutilmente, el mensaje de los medios va imponiendo patrones de conducta que están sustentados en un sistema de valores ajeno al receptor. Por bombardeo, por hábito, estos patrones (que están asociados al sistema de hábitos relacionado con el cerebro básico o cerebro R) se van haciendo parte de cada individuo o grupo social y condicionan su percepción del mundo, a la vez que les van estableciendo un nuevo sistema de valores. Los cambios se producen en todos los niveles de captación de la realidad. Para poder visualizar el fenómeno, veamos algunos ejemplos.

En el nivel de los valores éticos, analicemos algunas series de TV. Todas aquellas que pertenecen al género “policial” están basadas en un sistema judicial (juicios orales) y de represión (funcionamiento de los cuerpos policiales en los países centrales) que surgen sobre todo del derecho anglosajón y de la estructura represiva de esos países. Las conductas de sus personajes (aún cuando sean críticos) están sostenidas en el funcionamiento del “sistema”, implícita o explícitamente. ¿Qué queda para nuestros países latinoamericanos, que basan sus sistemas en el Derecho Romano? ¿O para aquellos de otras latitudes (del Oriente por ej.) cuyos códigos son esencialmente diferentes? Inclusive el fenómeno puede apreciarse en el tratamiento de las relaciones personales, allí los patrones son de eficiencia, predominio de la visión racional sobre la intuitiva, positivismo y pragmatismo (sin dejar de lado el individualismo típico de la sociedad capitalista).

Dónde es más fácil percibir el fenómeno de alienación es en la imposición de patrones estéticos. En lo más superficial la industria cosmética impone patrones de “belleza”, “juventud” y “éxito”, o aumenta en forma exponencial en el mundo el uso de la cirugía “estética” para acercar los cuerpos a los patrones impuestos desde el Norte. Pero aún más allá, basta apreciar un ejemplo (que otras veces hemos utilizado) que es paradigmático. Analicemos la estética de los “noticieros” de TV a nivel mundial. Cuando vemos que los canales árabes, o los chinos utilizan no sólo la estética de los espacios y la gráfica, sino también los patrones de vestimenta y aspecto de los periodistas con “modelos” impuestos desde los países centrales; percibimos hasta que punto la transculturización producida por la alienación está funcionando. Aún aquellos medios que intentan ser “alternativos”, dar una respuesta a esa visión hegemónica, caen en la “naturalidad” de esos patrones estéticos.

4: La cotidianeidad
En un nivel aún más profundo, estos cambios se manifiestan en lo cotidiano de la vida. Tendemos a actuar en nuestras relaciones con los demás, en nuestras relaciones sociales, en nuestros haceres diarios, no de acuerdo a los patrones y valores que nuestras sociedades crean, sino con los hábitos que vemos, oímos y percibimos en el constante bombardeo mediático. Así, vamos perdiendo nuestra identidad personal y nuestra identidad cultural, sustituyéndolas por formas impuestas a través de los medios. Tendemos a pensar y a actuar como los medios nos proponen, aceptando como natural un modo de vida que nos es ajeno.

Lo más curioso, cuando podemos verlo desde fuera, es saber que ese modo de vida, esa cosmovisión que los medios presentan globalmente como el “modo de vida”, en la realidad corresponde (siendo generosos) al 15 o 18% de los habitantes del planeta. Con cifras de la UNESCO, la mitad de la población mundial nunca ha hecho una llamada telefónica en su vida. Estos son los excluidos, a los cuales a pesar de todo el sistema de medios trata de influir. En medio queda una masa del orden del 30% de la población del planeta que es el receptor directo de la alienación

La realidad virtual y la cultura
Estas facetas que hemos empleado como categorías para desentrañar el fenómeno de la alienación, no se dan por separado. Estamos enfrentados a un proceso holístico, donde estas variables están constantemente interactuando e interrelacionándose, produciendo un efecto integral sobre los seres humanos. Para poder identificar con más claridad ese efecto, debemos tener presente que no existe distancia entre formas y contenidos (este es también un paradigma impuesto).

Las formas de expresión son parte del contenido de los mensajes, y el contenido de los mensajes está presente en la estructura formal. Al respecto, McLuhan decía claramente, ya hace varias décadas, que El medio es el masaje [4] (el medio es el mensaje) y lo mostraba transparentemente en una investigación dónde la imagen tuvo un papel destacado.

Cuando repetimos las formas, creyendo que podremos generar contenidos diferentes, estamos repitiendo los esquemas de la alienación, estamos pensando y viviendo con parámetros que no son nuestros, son los de aquellos que intentan dominarnos y el resultado será que seguiremos atados a esa dominación.

Y cuando decimos que los medios establecen una realidad virtual, queremos ir más allá de lo ya demostrado con los episodios del bombardeo de Bagdad en la primera guerra del golfo o con la invasión a Somalia sincronizada con las cámaras de CCN. La desinformación, el uso de información falsa y la creación de ediciones tipo espectáculo generan una realidad engañosa, pero el cambio de realidad al que nos referimos es aún más peligroso. Los medios están generando una realidad virtual en la medida que nos hacen percibir el mundo con una cosmovisión que nos implantan.

Están alterando directamente las bases de nuestras culturas (nos referimos a la cultura en el sentido amplio, como el “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc”. ) No es necesario advertir de la gravedad de la cuestión, aún más grave por desapercibida, por soterrada en el mensaje cotidiano de los medios.

Los cambios necesarios
A partir de estas reflexiones, que es necesario llevar a análisis más profundos y extensos que el presente, queda claro que no nos será posible producir cambios reales en nuestras sociedades, si estos cambios obvian la penetración cultural y la percepción del mundo impuesta. De nada nos valdrá cambiar modos de producción, estructuras políticas e instituciones sociales, si quienes lo estemos haciendo seguimos usando modos de conducta y valores que no son los nuestros. Corrupción, ineficiencia, individualismo, afán de lucro, seguirán presentes. Si intentamos un hacer diferente sin ser diferentes, seguiremos repitiendo los males que nos han impuesto a través de la dominación. Habrá entonces que colocar los mayores esfuerzos en generar modos y formas de desalienación. Una primera aproximación está en promover, desarrollar y crear nuestras propias pautas de conducta y nuestros valores. Vernos con nuestros propios ojos, dice Aram Aharonian. [5]

Generar los mecanismos sociales para lograr seres que actúen de otra forma es entonces una labor urgente e indispensable para lograr los cambios que aspiramos. Sólo así podremos lograr los individuos capaces de hacer y vivir en una sociedad diferente.

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[1] 23ª edición del Diccionario de la Real Academia Española, http://buscon.rae.es/draeI/

[2] Ver artículo de Ernesto Carmona “Medios, los amos de la información” publicado en www.aporrea.org el 07/08/07

[3] Las formas ocultas de la propaganda (The Hidden Persuaders) y Los artífices del derroche (The Waste Makers), Editorial Sudamericana, Bs.As., 1959 y 1961

[4] El medio es el masaje, Marshall McLuhan y Quentin Fiore, Editorial Paidós, Madrid 1988

[5] Vernos con nuestros propios ojos, Aram Aharonian, Fondo Editorial Question y Universidad Latinoamericana y del Caribe, Caracas, 2007


Los Simpson: la irreverencia mercantilizada y la decadencia como entretenimiento

Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Fundación Federico Engels/Fundación John Reed

¿Se puede cuestionar lo que nos gusta?
Sea por las razones que fuere uno bien debería saber -con alguna claridad- por qué gusta de ciertas cosas, (para sí o para sus hijos por ejemplo), por qué uno disfruta ciertos espectáculos y ciertas ideas. Uno bien podría intentar respuestas a la hora de dilucidar por qué prefiere para su disfrute unas cosas si o aquello no. Uno bien podría en materia de “gustos”, acaso no con todos, ejercer su capacidad de decisión. Y a veces eso no es sencillo cuando se trata de algún tipo de producción televisiva que, sin permiso, se instala en nuestras vidas con el “caballo de Troya” de lo “simpático”, lo “tierno”, lo “entretenido” o lo “divertido”.

Según Matt Groening, creador de los Simson, la serie es una “sátira y crítica hacia la sociedad estadounidense”1: su forma de vida, sus valores, sus prejuicios, su sistema político, etc. Obra en dibujos animados con alto voltaje de violencia que entre otras cosas, no puede considerarse al alcance de la capacidad de elección de niños o niñas menores de 10 años que, de ordinario, no logran distinguir cómo se elabora una idea de “sátira” que hace de decadencia capitalista un entretenimiento. ¿Apto para todo público?

Nadie pede prohibir a un adulto que consuma lo que le de la gana (para su bien o para su mal). Se ha legalizado una infinidad de sustancias, objetos e instituciones que, claramente o con dudas, dejan de manera directa o indirecta secuelas tóxicas de géneros muy diversos. Aunque la “moral pública” las santifique. Entran a la lista bebidas gasificadas o alcoholizadas, entran a la lista muchas obras fílmicas, partidos políticos, iglesias y familias enteras. El capitalismo mismo con su esencia -corrupta y destructora de la humanidad- es un mal social progresivo y mortal. Y hay a quienes les encanta. Eso no lo legitima aunque se lo legalice. ¿Por qué los Simpson habrían de estar exentos de un diagnóstico critico, un desmontaje ideológico, estético y político? Aunque sean muchos sus adeptos.

No basta con mostrar la realidad de la decadencia capitalista (así tal muestra sea “irónica” y con dibujitos). Uno bien puede hacer “visibles” los motivos y los métodos para su crítica, el objetivo sus alcances y, desde luego, las fuerzas y estrategias para combatir, colectivamente tales causas. ¿Es esta serie televisiva un espectáculo de las culpas? ¿Es una vergüenza de clase? ¿Es un llamado a la transformación del mundo que critica? ¿Basta sólo con ser irónico o esa ironía es una coartada de cierto cinismo divertido? Esto no es un problema de gustos personales. Cada quien decide, sólo que no puede decidir por los niños aunque sean sus hijos.

Los Simpson deben verse con sentido crítico-transformador, de otra manera se corre el riesgo de es hacerse cómplice inconciente de los modelos ideológicos de la farándula burguesa. No se trata de tapar la realidad, se trata de aprender a mirar Los Simpson con un método crítico, pues no todos los valores que los medios de comunicación enseñan son santificables. Hay un consenso mundial de que Los Simpson no pueden ser considerados aptos para niños, sino para adultos. Y así y todo hay que ser capaces de interrogar lo que se consume. Se hace de una familia decadente, prototipo norteamericano, un programa de “entretenimiento” que no necesariamente propone las mejores salidas a su decadencia. ¿Será que no hay salidas, querrán convencernos de eso? Y resulta que a muchos los divierte y los acostumbra ver la degradación social del núcleo familiar hasta con “ternura”. Todos los medios de comunicación tienen gran responsabilidad social sobre los programas que transmiten.

El colonialismo cultural es alarmante. No es infrecuente ignorar lo que consumimos en términos de ideologías. Aunque se vistan de inocencia entre caricaturas Los Simpson son para adultos. Su lógica política y su discurso requieren de cierto nivel de decodificación que nadie en su sano juicio puede exigir a un menor de edad. No es un problema “moral”, tampoco de simplemente de “gustos”. Esa serie de televisión ha ridiculizado las figuras políticas que menos tienen que ver con su decadencia ironizada: Fidel Castro y Hugo Chávez. ¿Con qué derecho? ¿Al servicio sólo de cierta ociosa irreverencia pequeñoburguesa? ¿Para entretenerse?

Aun con sus docenas de premios, millonadas de dólares y una buena audiencia la serie televisiva sufrió su única censura de manos de su propio canal estadounidense, Fox, “que censuró en un capítulo la frase "This sure is a lot like Iraq will be", que podría traducirse como "Esto se parece mucho a como estará Iraq". Hacían referencia a la imagen devastada de Springfield, la ciudad de los Simpsons, que por lo visto ha sido atacada por los marcianos en una guerra en la que la excusa es que tenían armas de "desintegración" masiva.”2 y en la página web de los Simpson Rapids Simpson se puede leer “Animación; Comedia. Clasificación por edades 'PG-13', no recomendada para menores de 13 años, por 'humor irrespetuoso e impertinente a lo largo de la película'”. Lo mismo ocurrió en “Estados Unidos, en Colombia fue clasificada para mayores de 7, en Portugal y Alemania para mayores de seis y en México la versión en inglés fue clasificada para mayores de 13 años. Nadie con un mínimo de criterio pedagógico discute que la seria Los Simpson es para adultos3”.

En un mundo bajo guerra mediática donde el capitalismo negocia con su decadencia Los Simpson se volvieron bandera para esconder lo más odioso que padece un pueblo como el estadounidense también victimado permanentemente. “Las mayorías infantiles se siguen reflejando cada vez más en el modelo universalizado del yanqui superficial, estúpido, individualista y consumista contagiado como una plaga al mundo dependiente. Los Simpsons, hoy, constituyen una verdadera agencia de legitimación y mantenimiento de formas de relaciones humanas, de nociones arquetípicas sobre cómo entender y vivir la sexualidad, la política, la familia, la moda y, por cierto, la religión. Esta "inocente" caricatura, que reporta 2.500 millones de dólares en ganancias anuales para la cadena Fox y que cautiva a 60 millones de telespectadores en 66 países, es mucho más que una "inocente" serie animada de televisión, si se la examina "con lupa".

Los Simson son, además de sus virtudes mercantiles y su capacidad de seducción, apología de la resignación en casa. Marketing de la mansedumbre que, en lugar de transformar al mundo capitalista propone una auto-ridiculización tan estéril como peligrosa para permitir que un grupo empresarial de la farándula en plena guerra mediática gane mucho dinero. Parodia grotesca en tono triunfador para que la mediocridad se legitime como identidad de la clase explotada. Y los tenemos en casa. ¿Ya nos dimos cuenta?


Terrorismo mediático, sumisión de los medios convencionales y necesidad de resistir

Carlos Aznárez
Revista Koeyú Latinoamericano

Nuestros pueblos de Latinoamérica -y agregaría que todos los del Tercer Mundo- están soportando como nunca, una ofensiva del terrorismo mediático que no sólo apunta a manipular y desinformar sobre cada uno de los aspectos político-económico-culturales que se producen en los respectivos países, sino que en muchos casos -Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Colombia, Palestina, por citar los más conocidos- generan una abierta desestabilización y apuestan decididamente a la guerra contra los movimientos populares y los procesos revolucionarios.

Los medios de comunicación -la gran mayoría de ellos- representan hoy una de las principales columnas del ejército de ocupación que la llamada mundialización ha puesto en marcha en todo el Tercer Mundo. Corporación privilegiada y generalmente muy bien recompensada por quienes desde Washington construyen tanto la táctica como la estrategia intervencionista, los medios colaboran a generar opiniones desfavorables cuando se trata de comenzar a roer los cimientos de países que están intentando construir una alternativa independiente al discurso único existente, y se vuelcan con todo en la ofensiva de dar cobertura a la represión, a la tortura, al asesinato, a las detenciones indiscriminadas, a la guerra desigual entre opresores y oprimidos, en el resto de las naciones del planeta.

No resulta difícil a los medios (generalmente auténticos holdings informativos, que agrupan agencias de noticias, radios, TVs, y cadenas de diarios en un solo entramado) "construir la noticia" que ayude a maquillar cada una de las realidades de miseria y corrupción que viven nuestros pueblos, o generar entramados golpistas para derribar líderes populares.

Ellos son los que hablan de "guerra entre dos bandos" cuando se refieren a movimientos de liberación nacional que enfrentan a gobiernos de carácter opresor y fascista. O de “guerrillas narcotraficantes” para desprestigiar la auténtica lucha de la insurgencia colombiana contra un orden establecido desde hace decenas de años y que ha sumido al país en la extrema pobreza y la desesperanza.

Son estos "medios asépticos e independientes" los que reivindicaron, primero el Plan Colombia, y ahora el Plan Patriota y sus consecuencias militaristas y devastadoras para los sectores populares y el campesinado de Colombia.

Estos medios y sus sociedades de empresarios como la SIP, estuvieron y están a la cabeza de hilvanar la actual campaña de acoso (e intento de derribo) contra gobiernos como los de Venezuela, Ecuador y Bolivia. De allí que lo que para todo el mundo significó una agresión brutal contra la soberanía de un país vecino (como fue el bombardeo y masacre practicada por el gobierno de Álvaro Uribe contra el territorio ecuatoriano y los combatientes de las FARC) para la Alianza de Medios Manipuladores de la Realidad, no fue otra cosa que “una actitud de autodefensa de Colombia frente a la agresión del eje terrorista FARC-Venezuela-Ecuador”. Así, con ese desparpajo se contó la agresión uribista en todo nuestro continente y fue recogida para agregar más condimento a la cuestión, por medios europeos como El País de Madrid.

Ellos no dudan, siguiendo las instrucciones de su casa matriz pentagonal en acosar con falsedades a la Revolución Bolivariana, como desde siempre han hecho con Cuba. Y para ello utilizan los medios nacionales e internacionales, que desde el mismo día en que el Comandante Hugo Chávez asumiera su cargo en 1999, comenzaron a estigmatizar su propuesta de cambio real, para luego utilizar todos los caminos que ayudaren a ese objetivo, desde el golpe de Estado criminal de Carmona y sus secuaces, el golpe petrolero proyanqui de fines del 2002, la entrada de paramilitares y sicarios desde Colombia, hasta las maniobras de desabastecimiento que podemos observar en estos días, o la prédica constante de los altos mandos de la ofensiva imperialista intentando generar el clima de que Venezuela es un santuario del “terrorismo internacional”, como recientemente afirmaran George Bush, Condoleezza Rice o el jefe del Comando Sur del Pentágono.

Indudablemente, les molesta a los llamados defensores de la libertad de expresión (empresarial, para ser más exactos), que el proceso revolucionario termine de horadar las raíces del discurso explotador oligárquico venezolano. Les molesta hasta la irritación que el bolivarianismo intente desarrollar -contra viento y marea- una política de transformaciones y revalorización para los sectores que fueron sumergidos en la miseria durante los últimos 40 años de "democracia representativa", y a la vez, que propague esas ideas en el continente a través de una política exterior -que junto con la cubana- prioriza a los No Alineados, a los pueblos que luchan por su autodeterminación, a los que no se arrodillan ante la hegemonía impuesta por los Estados Unidos.

Si hay un ejemplo que quedará para siempre en los manuales de contrainsurgencia informativa y terrorismo mediático en Venezuela, será el papel jugado por los medios durante el golpe de Estado de Carmona y sus aliados yanquis y españoles, y la campaña por la no renovación de la licencia al medio golpista RCTV. Ambos lograron, por obra y gracia de la inmediata conexión en “cadena” (por usar una palabra que tanto escozor provoca a la oposición reaccionaria venezolana) de un numeroso entramado de medios internacionales.

Entre los locales y los del exterior generaron una matriz de opinión en la que el gobierno más veces votado del mundo aparecía como una dictadura cruel y despótica. Allí la industria mediática estableció uno de sus parámetros más altos de impunidad que se recuerde, sólo superado por la campaña de Bush y sus periodistas adheridos, al denunciar la presencia de armas nucleares para justificar la invasión a Iraq.

Son estos medios integrantes de la SIP lo que hicieron campaña contra el gobierno venezolano cuando éste encaró la renovación de su armamento y montaron “el show de los kalashnikov” o de los aviones rusos, advirtiendo al mundo que “esas armas venezolanas podrían ir a parar a manos de las FARC”. Insistieron luego, en las páginas de sus diarios o en las imágenes de sus cadenas televisivas, informando que Hugo Chávez había desairado al monarca español y a su espadachín Zapatero, contando al revés una historia que todas y todos pudimos ver en directo y en la que el Rey no sólo quiso hacer callar a Chávez sino que nos quiso injuriar como pueblos y naciones que mal o bien nos hemos independizado del imperio español desde hace varios años.

Había que oír ladrar a las y los mastines de EL País español por aquellos días, dibujando escenas inexistentes en las que el presidente venezolano aparecía como agresor, irreverente o dictadorzuelo. Ese mismo diario y sus periodistas son los que generalmente arropan a otro inquisidor llamado Baltasar Garzón, y juntos, aplican las mismas técnicas de terrorismo mediático contra todo aquello que huela a vasco y al deseo inalterable que ese pueblo tiene desde hace cientos de años de independizarse de sus conquistadores españoles.

Son estos medios "libres" lo que afilan su sagacidad a la hora de descubrir "rasgos de fascistización" o de "cubanización" (según les convenga a su discurso difamante) en los gobiernos populares, y de no ver jamás los avances sociales, como son las campañas alfabetizadoras como las llevada a cabo por Cuba, Venezuela y ahora también Bolivia, en países donde antes de dichos procesos, los niños, los jóvenes y los ancianos, siempre habían sido tratados como ciudadanos de cuarta clase.

Son ellos, agitadores del terrorismo mediático, los que se burlan soezmente de los levantamientos indígenas o apuestan al camaleonismo cuando un día nos venden la imagen descafeinada de un mandatario ligado a la represión o a la narcopolítica, y en un futuro no muy lejano, cuando llegue la hora del recambio ordenado por la estrategia imperial no tendrán ningún reparo en sacar a relucir los múltiples asesinatos del que ahora defienden. Ya lo hicieron de esa forma con Fujimori y Montesinos en Perú o con Pinochet y Videla en Argentina. Trabajan hábil y sutilmente sobre el subconsciente de lectores y teleaudiencia para que la desmemoria ayude a completar la tarea que ellos imponen.

Disfrazan sus "noticias" (muchas veces textuales comunicados de la estrategia del Departamento de Estado yanqui) edulcorando la participación de la "sociedad civil" (un concepto del que también se han apoderado) en el "rechazo" a los insurgentes y rebeldes del Tercer Mundo, o cargan las tintas sobre "la resistencia indígena" a lo que maquiavélicamente gustan denominar "actores armados", coincidiendo en este concepto con algunas o­nGs europeas, que actúan también como nuevas aliadas de la estrategia imperial en el continente.

La misma estrategia, de Cuba a Palestina

Ni qué decir de lo que la ofensiva terrorista mediática ha significado para nuestra querida Cuba Socialista en su afán de romper el criminal bloqueo norteamericano. Son los medios de comunicación occidentales –otra vez El País español en primera línea de combate- los primeros en sumarse a hurgar en Cuba como no lo hacen con ninguna otra nación, con la idea de encontrar "disidencia" donde sólo hay terrorismo anti cubano, o "violaciones de derechos humanos" cuando se sanciona -como no lo hace casi ningún país del continente- a la corrupción, el bandidaje o la violación grave de medidas que afectan a la seguridad de un país atacado por el ejército más poderoso del mundo.

Los mismos métodos que denunciamos en Latinoamérica son utilizados por las corporaciones mediáticas para humillar, desestructurar e intentar aniquilar a los pueblos árabes y persas que se enfrentan al imperialismo en la región. De esa manera, un día sí y otro también podemos ver campañas contra la resistencia palestina. Sólo baste recordar la matriz de opinión lanzada al unísono en todo el mundo para deslegitimar el triunfo democrático del Movimiento de Resistencia Islámica Hamas en las elecciones palestinas, o la batería de mentiras construidas al calor de la invasión sionista en Líbano o la campaña de criminalización permanente contra Irán.

Por otro lado, esta estrategia desinformativa la aplican también para construir términos que caben a sus políticas de manipulación (como "catástrofe climática" o "castigo de los elementos") cuando se trata ni más ni menos de violaciones producidas a la estabilidad de la tierra y su Naturaleza, por parte de las políticas depredadoras y criminales con el eco sistema, que practican los países llamados desarrollados en detrimento de los que pujamos por asomar la cabeza en este mundo demencial.

Pocos dueños de la prensa y mucha influencia

Cientos de millones de estadounidenses, latinoamericanos y ciudadanos de todo el mundo son consumidores a diario -directa o indirectamente- de los productos informativos y culturales de los holdings AOL/Times Warner, Gannett Company, Inc., General Electric, The McClatchy Company/Knight-Ridder, News Corporation, The New York Times, The Washington Post, Viacom, Vivendi Universal y Walt Disney Company, propietarios de los medios más influyentes de EE.UU.

Los diez grupos controlan a su vez los diarios nacionales de mayor circulación en USA, como el New York Times, USA Today y Washington Post, cientos de radioemisoras y las cuatro cadenas de televisión con mayor audiencia en sus programas de noticias: ABC (American Broadcasting Company, de Walt Disney Company), CBS (Columbia Broadcasting System, de Viacom), NBC (National Broadcasting Company, de General Electric) y Fox Broadcasting Company (de News Corporation).

Como bien define el periodista Ernesto Carmona, quienes manejan estos medios adquirieron una importante cuota de poder que no emana de la soberanía popular, sino del dinero, y responde a una intrincada madeja de relaciones entre los medios informativos y de comunicación y las más grandes corporaciones transnacionales estadounidenses, como la controvertida petrolera Halliburton Company, del vicepresidente Dean Cheney; el Carlyle Group, que controla negocios de la familia Bush; la proveedora del Pentágono Lockheed Martin Corporation, Ford Motor Company, Morgan Guaranty Trust Company of New York, Echelon Corporation y Boeing Company, para citar pocos.

Todos estas grandes trasnacionales de la prensa tienen sus tentáculos en cada uno de los países latinoamericanos, en lo que otros holdings manejan de manera mayoritaria la difusión de noticias en prensa, radio, TV, agencias y hasta telefonía celular.

Para dar un ejemplo: en México funcionan dos poderosas cadenas, una dominada por Televisa de la familia Azcárraga y vinculada al Grupo Cisneros de Venezuela, también propietarios de medios de comunicación y una de las mayores fortunas del mundo, y Azteca América, de Ricardo Salinas Pliego y sus socios Pedro Padilla Longoria y Luis Echarte Fernández, ambas con inversiones en Estados Unidos.

También el Grupo Prisa, propietario del diario español El País tiene medios de comunicación en América Latina, asociado en México a Televisa, y propietaria de la poderosa Radio Caracol de Colombia, y otras emisoras en Perú, Chile, Bolivia, Panamá, y Costa Rica.

¿¿Periodistas o voceros de las corporaciones?

En cada uno de estos eslabones de terrorismo mediático, está también la mano, la pluma y la imagen de un escuadrón de hombres y mujeres que bajo la fachada de una profesión venerada (por lo menos para quienes seguimos creyendo en ella), como es la de ser periodista, también colaboran y son cómplices de la ofensiva de las empresas que los emplean. La metáfora del perro sumiso lamiendo la mano del amo se repite por todo el planeta para graficar este comportamiento.

¿Qué si no, eran esos hombres y mujeres “de prensa” que marchaban como “enganchados” con los ejércitos invasores de Iraq? ¿O los que a diario, como dignos perritos falderos de la SIP, escriben columnas, inventan historias difamantes, generan opinión a favor de los explotadores, en diarios como La Nación, de Argentina, El Tiempo, de Colombia, El Universal, de México, para citar sólo algunos, o quienes batallan como contrainsurgentes en gran parte de la prensa venezolana antichavista?

El escritor chileno Camilo Taufic definió al periodista como "un político en acción", independientemente de que se amparase en un "confuso apoliticismo", en realidad formaba parte de la acción política estatal -imperial, agregamos nosotros- entendida en su concepción más general: "la participación en los asuntos del Estado; la orientación del Estado; la determinación de las formas, de las tareas y del conocimiento de la actividad estatal; la actividad de las distintas clases sociales y de los partidos políticos (.) Los periodistas son, por lo tanto, políticos; y aún más, políticos profesionales". Y: "La política no es otra cosa que una manifestación específica de la lucha de clases, su expresión más generalizada, y los periodistas, en cuanto activistas políticos, no están al margen de esta lucha, sino inmersos en ella y ocupando puestos de liderazgo”.

Según el investigador vasco Iñakil Gil de San Vicente, “este criterio definidor de la política --criterio marxista, por cierto-- permite comprender la naturaleza política de la industria mediática, aunque, en apariencia y a primera vista, esta industria no se siente directamente en los bancos parlamentarios o en los cuarteles de las tropas imperiales”.

Ahora bien, en determinados casos, los definitorios, esta industria es la que termina por inclinar la relación de fuerzas en beneficio de, por ejemplo, el neofascista Berlusconi, propietario de poderosos medios de manipulación, que puede volver a la presidencia del gobierno italiano a pesar de las abrumadoras pruebas sobre corrupción. En otros casos, por ejemplo en el de los EE.UU., la fusión entre dinero, política y prensa es absoluta ya que sólo los "candidatos millonarios", pueden costear cantidades inmensas de dinero en sus campañas políticas, que algunos observadores han llegado a cifrar en más de un millón de dólares al día, como el promedio del gasto de los candidatos demócratas Hilary Clinton y Obama en el comienzo de marzo de 2008, cuando quedan aún muchos meses para las elecciones presidenciales.

Son esos mismos periodistas que un lunes comen de la mano de la mafia anticubana y antivenezolana de Miami, y los miércoles se arrodillan frente al lobby sionista que les baja línea para escribir diatribas contra la jefatura de Hezbollah o inventar mentiras sobre las centrales nucleares de Irán.

Con la SIP hemos topado

La Sociedad Interamericana de Prensa es algo más que una corporación de empresas periodísticas, es un auténtico buque insignia de las campañas de terrorismo mediático contra los países que hoy le plantan cara al imperialismo.

Desde siempre, los magnates de la SIP compran, venden, difunden, editan, transmiten o publican la "información" según convenga a las "leyes del mercado" y sus intereses de casta y clase.

Desde la época de la Cuba del tirano Fulgencio Batista (donde en 1943 nació la SIP) a nuestros días, no hubo déspota, golpe de Estado o intervención militar de Estados Unidos que no recibiera apoyo de la SIP; sesenta y cinco años de ignominia que los muros de América Latina supieron resumir una y otra vez: con la irónica frase de "Nos mean, y la prensa dice que llueve".

No es casualidad que su sede central en Miami lleve el nombre de Jules Dubois, aquél sórdido oficial de la CIA que diseño sus principios y doctrina, que la refundó en 1950 junto con otro hombre del Departamento de Estado, Tom Wallace.

Tampoco puede causar sorpresa, cuando se bucea en la historia de la SIP, descubrir su apoyo incondicional a la estrategia intervencionista estadounidense, el macartismo y anticomunismo cerril y la reivindicación en cada uno de los medios que forman parte de su imperio, del liberalismo económico, y la demonización de las organizaciones populares.

Diarios como El Mercurio (Chile), La Nación (Argentina), El Universal (México), El Nacional (Venezuela), El País (Uruguay), ABC Color (Paraguay), O Globo y Estado de Sao Paulo (Brasil), han sido y son cómplices de las políticas más reaccionarias del continente.

Con este basamento doctrinario, ligado al respaldo de gobiernos autoritarios, dictatoriales, o practicantes de la democracia “representativa” y que efectivamente recortan la libertad de opinión, los mandamases de la SIP, encabezados ahora por Earl Maucker, quien también es vicepresidente primero del South-Florida Sun-Sentinel, con sede en Fort Lauderdale, Estados Unidos, enjuician a Cuba y Venezuela, para darle aire a los desestabilizadores internos y externos.

Recoger el guante y pasar a la ofensiva

Frente a estas actitudes que a veces parecen imposibles de enfrentar y mucho menos, de vencer, se levantan miles de expresiones mediáticas, de perfil diferente a las anteriores, con los pies plantados precisamente en la calle de los marginados, de los que no dejan jamás de luchar por sus derechos más elementales, de los que se enfrentan por todos los medios y vías posibles contra las atrocidades cometidas por el capitalismo. Son los medios alternativos, los que nacen en condiciones de precariedad y van desarrollando, paciente pero efectivamente, tareas de pequeñas hormigas frente a los gigantes de la desinformación.

La primera comprobación que hay que hacer sobre este desigual enfrentamiento entre los medios de comunicación populares y los que abiertamente están jugando en el campo de juego de quienes oprimen a las grandes mayorías, es que: "la única batalla que se pierde es la que se abandona".

Se puede. Claro que se puede ayudar a que nuestros pueblos estén más y mejor informados sobre sus realidades. Y si bien el factor económico influye muchas veces decisivamente para descorazonar a quienes se lanzan a este combate, no es menos cierto que el ingenio y la sabiduría de la gente de abajo siempre ha sabido reemplazar el poder de los aparatos y el dinero, con elementos surgidos de la propia historia de nuestras luchas.

Para enfrentar un discurso mentiroso, manipulador o insidioso, para generar los mecanismos que sirvan para combatir a este terrorismo mediático que hoy denunciamos, valen todos los medios a nuestro alcance: desde expresar nuestras opiniones en las blancas paredes o muros con que las burguesías autóctonas intentan demostrar que "todo va bien", hasta ir construyendo -como lo hacemos a diario y desde siempre- nuestros propios medios de comunicación oral, escrita, o en el mejor de los casos, televisada.

Allí está el ejemplo de nuestros hermanos de Brasil, los compañeros del Movimiento de los Sin Tierra, que no sólo están construyendo poder popular con cada una de sus ocupaciones y luchas por la Reforma Agraria, sino que además están llevando a cabo una vastísima experiencia de desarrollo cultural. Pero también, el MST tiene sus propios medios de prensa: como el diario "Sem Terra" o la revista del mismo nombre, amén de radios locales que trasmiten la voz y el quehacer de este gigantesco movimiento que aglutina a millones de hombres, mujeres y niños.

Renglón aparte representa la prensa popular cubana. Pese a los mil inconvenientes trazados por el bloqueo genocida, al pueblo de Cuba jamás les faltó en medio siglo de Revolución, la posibilidad de recibir información a través de sus órganos de prensa, que por cientos de miles circulan en todo el país, siendo los más populares el Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores y la revista Bohemia.

Pero es precisamente en estos últimos años, en que muchos agoreros de la historia se sumaron al discurso desestabilizador impulsado desde Miami, cuando se redobló la batalla por una mayor y mejor información. Así, en el marco de la lucha por recuperar al niño pionero Elián González, secuestrado por la reacción anticubana y la política nefasta de la administración norteamericana, es que surgieron las Tribunas Antimperialistas y las Mesas Redondas por TV.

Verdaderos pilares de una información sin censura, donde no sólo se planteó la respuesta al agresor sino que se fue desnudando minuciosamente lo que en realidad significan las llamadas democracias del continente y del mundo.

Ni qué decir, del rol que ha jugado personalmente el comandante Fidel Castro en su idea de impulsar una TV al servicio del aprendizaje y la educación primaria, secundaria y terciaria.

El propio Fidel ha sido y es un baluarte en lo que hace a propagación de ideas pero también en dar información de primera mano a su pueblo. Frente a cada acontecimiento ocurrido en la Isla, desde la introducción de elementos políticos que ayuden a profundizar la Revolución, hasta la pelea gigantesca por la libertad de los 5 héroes cubanos o la advertencia al pueblo sobre los riesgos provocados por un ciclón o un cambio climático, siempre ha estado Fidel presente para transmitirlo en un lenguaje llano, pedagógico, periodístico. Esto mismo puede aplicarse a sus opiniones y alocuciones contrainformativas para tratar temas de alta política internacional. Minucioso a la hora de dar datos, fuentes y aventurar consecuencias de cada acontecimiento que ocurre en el mundo, el líder cubano instaló en sus Reflexiones del Comandante en Jefe y ahora en las Reflexiones del Compañero Fidel, una fórmula utilísima para que el pueblo y el mundo tengan la otra cara de lo que habitualmente mienten los mercenarios de los oligopolios de prensa.

Telesur, una mirada necesaria

En este arduo trabajo de la contrainformación, Telesur vino a significar aire nuevo dentro de tanta atmósfera contaminada. Y en este corto tiempo de existencia ya ha dado buenas muestras de que hacer escuchar las otras voces y difundir la información que los medios convencionales ocultan, sirve para ir horadando de a poco el muro del discurso único.

Muchos son los ejemplos de esto que afirmamos, pero vale uno reciente para demostrar esto que decimos: las cámaras de Telesur llegando a la zona bombardeada por Uribe en el territorio ecuatoriano invadido, la visión de la masacre, los árboles quemados por las bombas, la destrucción cometida, significaron un contundente cachetazo en el rostro del guerrerismo uribista que intentaba mentirle al mundo que lo ocurrido no había sido un ataque artero. Esas imágenes sirvieron más que mil palabras para que la opinión pública tomara nota sobre quien era el terrorista de estado, el agresor, el violador y quienes los invadidos, atacados y asesinados.

Por otra parte, el rol jugado por Telesur en cada uno de los conflictos regionales ha sido el de esclarecer, dar voz a los protagonistas y no jugar el papel que habitualmente practican los medios convencionales.

Así, los que tienen la suerte de acceder a este canal, pueden enterarse, por simple deducción y comparación de textos e imágenes, cuánto y cómo nos mienten a diario la cadena de terrorismo mediático.

Sin embargo, hay que señalar también, que este esfuerzo de Telesur, se hace cuesta arriba en países que deberían ser aliados naturales de la cadena o que incluso forman parte de la misma. ¿Por qué ocurre esto? Precisamente porque en esos países, también hay políticas oficiales a las que no les interesa que se reflejen sus errores, corruptelas y acciones represivas. Y en ese sentido, prefieren cubrir la formalidad de que la cadena televisiva venezolana ocupe un pequeño espacio de emisión (en horarios absolutamente inadecuados) a que sus respectivos pueblos tomen nota de lo que ocurre con las rebeliones y represiones que se dan en el Tercer Mundo.

Son estos países del continente (muchos de ellos con gobiernos autocalificados de “progresistas”) que no dudan en priorizar sus relaciones con canales internacionales como CNN o en renovar por tiempo indefinido las licencias de las empresas privadas que hoy manejan la totalidad de los medios de comunicación. Esos mismos medios que ocultan desinformativamente la realidad de nuestros pueblos.

La radio de la APPO

Cuando cientos de miles de hombres y mujeres mexicanas del Estado de Oaxaca libraron una increíble batalla para sacarse de encima a un gobernador dictatorial que les hambreaba y reprimía, jugó un rol fundamental una radio, que no sólo supo informar sobre lo que sucedía realmente en la calle sino que actuó como factor organizador de la protesta popular. Radio Universidad, más bien conocida como “la radio de la APPO”, fue durante todo el tiempo que duró el conflicto, la propagadora de las denuncias contra la represión, el sitio donde se concentraron miles de comunicados de adhesión a la lucha callejera, o el lugar donde los núcleos de autodefensas populares montaron guardia para resguardar los equipos de transmisión.

No obstante, el gobierno y sus núcleos parapoliciales atacaron la emisora en varias oportunidades pero no pudieron doblegar el entusiasmo y el compromiso militante de sus periodistas que escribieron, de esa manera, una importante página dentro de lo que denominamos acción directa contrainformativa.

Otra experiencia para rescatar es la que cumple el periódico Voz, de los comunistas colombianos. No se trata -como muchos pudieran pensar- de un típico órgano partidario, sino de un medio de comunicación que se ha ido convirtiendo en una indispensable fuente de verdad, en un país donde casi todos los grandes medios apuestan al discurso opresor, y en las difíciles circunstancias actuales a poner trabas en una auténtica negociación de paz, que como todos saben no significa que el bando de los explotadores termine de aniquilar a los explotados.

Los trabajadores de prensa de Voz y su director, Carlos Lozano Guillén, han sido amenazados de muerte en repetidas ocasiones, precisamente por llegar con sus crónicas y análisis a todo el país rompiendo la férrea censura impuesta por los militares uribistas.

De esta manera, los trabajadores, campesinos y organismos de derechos humanos siempre han tenido una posibilidad de que su voz se escuche sin recortes.

Y por último, destacamos la gigantesca tarea que juegan en este sentido de dar voz a los que no tienen voz, los medios alternativos de Venezuela Bolivariana. Gestados en momentos difíciles y partiendo de estructuras artesanales, han recibido el apoyo fundamental, para crecer en su tarea, del Gobierno revolucionario y hoy son incuestionablemente una de las fuentes principales de información para las grandes mayorías. El ejemplo de Vive TV, Catia TV, radio Al Son del 23 de la Parroquia 23 de Enero, y los cientos de periódicos impresos –entre los que está Resumen Latinoamericano, que nosotros editamos- significan un aliciente importante en este desierto desinformativo que soportan nuestros países de la región.

Quedan muchas experiencias en la recámara, todas tan valiosas como las nombradas. Todas tan vitalmente desafiantes ante la avalancha de mensajes negativos y desalentadores que suele producir el poder para quebrar nuestras posibilidades de plantarle cara. Lo evidente es que no nos conformamos ni damos el brazo a torcer. Frente a su discurso único aletargante, se levantan miles de palabras, gestos y consignas volcadas en papel o a través del espacio radial y televisivo para denunciarles y combatirles a través de la información veraz y la contrainformación.

Estamos convencidos de que no es necesario el dinero que a ellos les sobra, para hacer oír nuestros mensajes o explicar lo sustancial del pensamiento liberador latinoamericano que tan bien sintetizaron el Libertador Simón Bolívar, Manuel Sáenz, el general José de San Martín, Juana Azurduy, José Gervasio Artigas, los jefes de pueblos originarios como Túpak Katari, Quintín Lame, Bartolina Sisa, Guacaipuro o nuestros contemporáneos: Eva Perón, Francisco Caamaño Deñó, Torrijos, el Che Guevara, Fidel Castro y Hugo Chávez.

Mientras exista la necesidad de contestar y debatir, mientras surja la posibilidad de informar y analizar, ante la doctrina del “silencio de los corderos”, seguiremos oponiendo el mensaje de la prensa popular, alternativa y de contrainformación, y por estas tres razones, necesariamente revolucionaria.

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(Intervención en el Encuentro Latinoamericano contra el terrorismo mediático, celebrado del 27 al 30 de marzo de 2008 en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, en Caracas, Venezuela.)


El cine como instrumento de colonización cultural: Disney, el western y el musical

Carlo Frabetti
Rebelión

Casi desde sus orígenes, el cine se convirtió en el más eficaz vehículo de la cultura de masas (y por ende en el más poderoso instrumento de colonización cultural), solo superado, a partir de los años sesenta, por la televisión. O complementado, más que superado, puesto que la televisión vino a potenciar de forma extraordinaria, dándoles una nueva y masiva difusión, los productos cinematográficos y paracinematográficos (telefilmes, series, etc.). Es absurdo, por tanto, decir que la televisión le hace la competencia al cine: en todo caso, le hace la competencia a los cines (es decir, a las salas de proyección), pero la cinematografía como tal tiene en la televisión su mejor aliada.

Y desde sus orígenes la industria cinematográfica fue un cuasimonopolio de Estados Unidos, así como su más eficaz arma ideológica y propagandística; no es exagerado afirmar que, sobre todo en los años cincuenta y sesenta, Hollywood desempeñó un papel no menos importante que el Pentágono en la agresiva campaña imperialista estadounidense.

Para analizar el papel del cine como instrumento de colonización cultural, he elegido tres de sus vertientes más representativas (dos de ellas claramente tipificadas como “géneros”): los productos Disney, el western y el musical. La elección puede parecer un tanto arbitraria, incluso anecdótica, puesto que hay géneros mucho más explícitos desde el punto de vista de la propaganda ideológica (como el cine bélico o el policíaco); pero es precisamente su supuesta neutralidad lo que hace que estas tres ramas de la cinematografía estadounidense sean especialmente peligrosas, como intentaré mostrar a continuación.


Los productos Disney

A partir de la II Guerra Mundial, la factoría Disney inundó el mercado internacional con tres tipos de productos básicos: cortometrajes de dibujos animados, largometrajes de dibujos animados (los largometrajes con actores reales son más tardíos e inespecíficos) y cómics (desarrollados sobre todo a partir de los protagonistas de los cortometrajes).

Los cortometrajes disneyanos suelen ser meras sucesiones de gags humorísticos, y su carga ideológica es comparativamente escasa, aunque fueron decisivos para imponer a los dos grandes iconos de Disney: el ratón Mickey y el pato Donald, que se convertirían a su vez en los máximos protagonistas de los cómics de la factoría.

El análisis de las historietas de Mickey y Donald es especialmente interesante, pues en ellas alcanzan pleno desarrollo ambos personajes (apenas esbozados en los dibujos animados). En sus aventuras (a menudo bastante largas y de una cierta complejidad argumental), Mickey se perfila como el típico héroe positivo, valeroso y de conducta intachable, mientras que Donald se aproxima más al “semihéroe” de las típicas comedias cinematográficas estadounidenses, voluble y chapucero pero básicamente bueno. En su libro Cómo leer el pato Donald (1972), Ariel Dorfman y Armand Mattelart llevan a cabo un exhaustivo análisis del solapado contenido ideológico de los cómics disneyanos, y a dicho ensayo remito al lector interesado en un tema que no es posible tratar debidamente en esta breve exposición. Solo señalaré las curiosas relaciones de parentesco que se dan tanto en la familia Duck como en la familia Mouse: Donald vive con tres sobrinos (que no se sabe de quiénes son hijos), y los cuatro se relacionan de forma recurrente con el “tío Gilito”; las relaciones conyugales y paternofiliales brillan por su ausencia, y lo mismo ocurre en el caso de Mickey y sus dos sobrinos; además, tanto Donald como Mickey tienen sendas “eternas novias”, Daisy y Minnie, con las que mantienen relaciones un tanto ambiguas. ¿Impugnación de la familia convencional? Todo lo contrario: el matrimonio y la familia nuclear son la meta suprema, la culminación de toda aventura, y por tanto no pueden formar parte de la aventura misma; podríamos hablar, en este caso y en otros similares (casi todos los héroes del cómic tienen su correspondiente “eterna novia”), de mitificación por omisión.

En cuanto a los largometrajes de dibujos animados de la factoría Disney, sobre todo los de la primera época (Blancanieves, Bambi, Cenicienta, Pinocho, Peter Pan, La Bella Durmiente, etc.), han desempeñado un papel crucial en el proceso de suplantación de la cultura popular por la cultura de masas, al contribuir de forma decisiva a banalizar, edulcorar y resemantizar (es decir, ideologizar) los grandes cuentos maravillosos tradicionales y los clásicos de la literatura infantil. A primera vista, podría parecer que su carga ideológica no es muy intensa; pero no hay que olvidar que las películas de Disney van dirigidas (aunque no solo a ellos) a los niños, es decir, a un público indefenso ante los poderosos estímulos audiovisuales de estos excelentes (desde el punto de vista técnico) productos. Teniendo en cuenta, además, el extraordinario éxito de los grandes “clásicos” disneyanos, su amplísima difusión tanto en el espacio como en el tiempo, sería un grave error subvalorar la potencia indoctrinadora de sus almibarados mensajes ético-estéticos, que han grabado en las mentes de varias generaciones de niños unos patrones de belleza y bondad (y de fealdad-maldad) cuya trascendencia aún no ha sido debidamente estudiada.


El western

A primera vista, resulta sorprendente que un género tan específicamente estadounidense, tan ligado a una historia y unas condiciones exclusivamente locales, haya alcanzado en todo el mundo un éxito tan extraordinario. Bien es cierto que la mera fuerza bruta de la industria cinematográfica podría haber impuesto cualquier tema, por muy local que fuera; pero un cine sobre las hazañas de los boy scouts o de los jugadores de rugby, pongamos por caso, no habría tenido la misma aceptación masiva que el western.

La explicación profunda del éxito sin precedentes de este género hay que buscarla en el hecho de que la sistemática campaña de expolio y exterminio conocida como “la conquista del Oeste” ha sido la última gran “epopeya” de la “raza blanca” contra otras etnias y de la cultura occidental contra otras culturas (la actual “cruzada contra el terrorismo islámico” no ha terminado, por lo que todavía no es materia épica, y esperemos que nunca llegue a serlo). La explicación está, en última instancia, en el racismo y la xenofobia de una sociedad brutal, íntimamente orgullosa de su larga tradición de atropellos y masacres.

Con el tiempo, el western evolucionó desde las consabidas cintas de “indios y vaqueros”, burdamente maniqueas y solo aptas para niños y descerebrados, hacia relatos más centrados en la épica del héroe solitario y autosuficiente, eficaz expresión del mito estadounidense del self-made man; e incluso daría lugar a derivaciones tan curiosas e interesantes como el “spaghetti western”, cuya peculiar retórica hiperbólica (y a menudo autoirónica) merecería un estudio aparte. Pero, en conjunto, el western es sin duda el género cinematográfico que de forma más grosera (y a la vez más eficaz) ha proclamado la “superioridad” de la “raza blanca” y de la cultura occidental. Toda la propaganda nazi y fascista de los años treinta se convierte en un juego de niños ante esta gigantesca maniobra de colonización cultural e idiotización de las masas.


El musical

Este género en apariencia tan amable e inofensivo como los dibujos animados, y a menudo ensalzado incluso por la crítica “de izquierdas” (revistas tan prestigiosas como la española Film Ideal o la francesa Cahiers de Cinéma rindieron en su día delirantes homenajes al musical estadounidense), ha sido probablemente el que más ha contribuido a imponer en todo el mundo los nefastos patrones ético-estéticos (los “valores”, en última instancia) tardooccidentales (no olvidemos que la cultura de masas estadounidense no es más que la degradación de la cultura occidental, la apoteosis de su banalización y decadencia).

El musical es, desde el punto de vista temático, una variante de la comedia romántica, y como tal nos propone, ante todo, unos estrictos modelos de conducta masculinos y femeninos, unos protocolos de cortejo igualmente rígidos y, en última instancia, una idealización extrema del amor convencional (que no en vano es el mito nuclear de nuestra cultura). Pero su peculiar naturaleza artística, su condición de “gran espectáculo”, su eficaz utilización de los recursos estéticos y retóricos de la música y la danza, convierten al musical en la máxima expresión del glamour, la elegancia y la alegría de vivir.

Es interesante intentar ver un musical con ojos de niño o de espectador ingenuo, no familiarizado con las convenciones del género. Un hombre y una mujer están conversando normalmente y, de pronto, sin previo aviso y sin mediar provocación alguna, él empieza a cantar. ¿Un ataque de locura transitoria? De ser así, la locura es contagiosa, pues ella, en vez de llamar a un médico, se pone a cantar también, y a los pocos segundos, arrastrados por su delirio melódico, el hombre y la mujer están bailando claqué... Los críticos culturales solemos buscar los mensajes ocultos tras la literalidad de determinados mensajes aparentemente simples, pero deberíamos realizar también el ejercicio recíproco: analizar la literalidad de ciertos mensajes “poéticos”. En este sentido, no deberíamos pasar por alto el nivel puramente denotativo de ciertas metáforas y metonimias típicas del cine, la publicidad y otras formas de seducción-indoctrinación. En las sociedades occidentales, gritar de felicidad y dar saltos de alegría son manifestaciones poco comunes entre los adultos; pero no en vano las alusiones verbales a estos impulsos reprimidos (su enunciación sustitutoria) se han convertido en frases hechas, y el musical se limita a sublimarlas artísticamente, puesto que cantar y bailar no es más que gritar y saltar de forma articulada. Si tenemos en cuenta, además, la relación de la danza con el cortejo y con la sexualidad misma, no es difícil ver en el musical la expresión más clara y desaforada de la mitología amorosa (es decir, de la ideología) occidental. Recuerdo una discusión que tuve hace muchos años con un conocido crítico de cine comunista sobre Cantando bajo la lluvia (una auténtica obra maestra desde el punto de vista artístico, qué duda cabe). “No me negarás que es una de esas películas que ayudan a vivir”, me dijo en un momento dado, a lo que repliqué: “En efecto, y precisamente en eso estriba su peligro: ayuda a reconciliarse con una forma de vida inaceptable”.


Corbatas, tacones y hamburguesas

Desgraciadamente, la fascinación de la crítica de izquierdas por el musical estadounidense no es un fenómeno aislado. Sin ir más lejos, resulta paradójico (y preocupante) que en el más antiimperialista de los países y en el marco de un congreso sobre la diversidad cultural, disten de ser infrecuentes los signos de sometimiento a los patrones occidentales.

Si el traje de chaqueta (esa atrófica chaqueta que no en vano se denomina “americana”), uniforme oficial del macho dominante que lo distingue tanto de la clase oprimida (los obreros) como del género oprimido (las mujeres), es absurdo en todas partes, lo es doblemente en Cuba, y el hecho de que esté desplazando a la tradicional, elegante y funcional guayabera en los actos oficiales, es una señal de decadencia estética cuya importancia (nulla aesthetica sine ethica) no habría que subvalorar. ¿Y qué decir de la falocrática corbata, ese ridículo nudo corredizo de seda, a la vez signo de poder y de sometimiento, que en Occidente sigue siendo de uso obligatorio en muchos lugares y circunstancias?

¿Y qué decir de los zapatos de tacón (a cuyo éxito tanto han contribuido las divas de Hollywood)? No solo son obviamente inadecuados para caminar (y ya no digamos para correr), sino que, por si fuera poco, los traumatólogos llevan décadas denunciando los graves daños para los pies, e incluso para la columna vertebral, que acarrea su uso. Y, por otra parte, ¿cuál se supone que es su función? ¿Hacer más “atractiva” a la mujer que los lleva? Pero ¿quién puede encontrar atractiva a una mujer que lleva en los pies unos instrumentos de tortura que limitan su movilidad y dañan su salud? Solo un enfermo, obviamente, un machito baboso que se excita con la estética del dolor y la sumisión. La próxima vez, compañeras, que vayáis a calzaros unos zapatos de tacón, preguntaos qué pretendéis con ello. Si vuestra intención es excitar a los sadomasoquistas, y os parece, además, que el logro de tan alto objetivo merece la inmolación de vuestros metatarsianos y vuestras vértebras, adelante; pero si vuestra finalidad es otra (por ejemplo, que os consideren personas y no objetos), estáis adoptando una estrategia claramente equivocada.

Pero tal vez el más nefasto de los hábitos cotidianos impuestos por la cultura estadounidense (aunque no solo por ella, sino por los países ricos en general) sea el carnivorismo. Las hamburgueserías (y a ello ha contribuido el cine de forma muy especial) se han convertido, en todo Occidente (y en parte de Oriente), en importantes lugares de encuentro de los adolescentes, tan emblemáticos como las discotecas o los grandes centros comerciales. Y la disparatada idea de que “comer bien es comer carne” ha calado profundamente en casi todo el mundo, incluida Cuba, donde el consumo de cerdo está alcanzando niveles preocupantes (la última Feria del Libro de La Habana, sin ir más lejos, estaba llena de puestos ambulantes donde se vendían esas grasientas seudohamburguesas porcinas que hacen las delicias –y las barriguitas-- de tantos cubanos). El carnivorismo (y en especial el cerdivorismo) es nefasto desde el punto de vista dietético, económico y ecológico, y la revolucionaria Cuba debería abordar el tema con la seriedad que merece.

La defensa de la diversidad cultural bien entendida empieza por uno mismo, por una misma, y quienes nos oponemos a la dominación imperialista deberíamos ser más críticos con nuestras propias costumbres. Tendemos a considerar naturales nuestros hábitos cotidianos (dietéticos, indumentarios, amorosos), y a menudo no solo no son tan naturales, sino que en realidad ni siquiera son nuestros. En estos momentos, para Cuba, como para muchos otros países de todo el mundo, la mayor amenaza imperialista no está en el Pentágono, sino en Hollywood y en McDonald’s.


Libertad de expresión y terrorismo mediático
Ponencia expuesta en el Encuentro Latinoamericano contra el terrorismo mediático

Vicente Romano
Rebelión

I Libertad de expresión

Casi todas las constituciones de los Estados que se reclaman democráticos reconocen el derecho de sus ciudadanos a expresar y difundir libremente sus ideas y opiniones. La actual Constitución española lo hace en su artículo 20. Más aún, en su apartado d) reconoce el derecho “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”.

Pues bien, si se tienen en cuenta las posibilidades materiales de ejercer estos derechos, uno no tarda mucho en descubrir que son muy pocos los que pueden hacerlo. Tan sólo quienes disponen de medios para expresar y difundir sus opiniones y para acceder a las informaciones. No es necesario argumentar largo y tendido para afirmar que la libertad de expresión y de información se reduce, en las sociedades burguesas, a la libertad de acceso, tanto a los medios como a las fuentes de información.

Como se trata de medios, la diferente posesión de los mismos constituye la desigualdad. La persona que carece de medios, o, más exactamente, de medios de in­tercambio comunicativo, no puede hacerse entender. Es el perjudicado en el intercambio social, si es que llega a parti­cipar en él. Y no se trata de ninguna metáfora. Hay que imaginarse al disminuido físico o psíquico, al ciego o al sor­domudo, al analfabeto, y compararlo con el político, sobre el que se concentran cámaras y micrófonos, cuyas palabras se difunden a los cuatro vientos y penetran el pensamiento, las emociones y la acción de la gente. Si Marx tenía razón cuando decía que la emancipación era la reducción de las relaciones al hombre, la investigación de los medios resulta entonces una tarea científica emancipadora. Su material no permite más tratamiento que el de reducir el mundo humano al hombre mismo, ya que los medios de información y co­municación no se conciben de otra manera.

El estudio de los medios debe entenderse, por consi­guiente, como un campo de trabajo que aspira a una mayor precisión en la comunicación y a un conocimiento más pro­fundo de sus causas. Su objetivo estriba en descubrir las condiciones de la libertad, o falta de libertad, concreta de los seres humanos en la comunicación pública.

Hoy día la comunicación se ha convertido en un sector estratégico de la economía, la cultura y la política. Y, como en las demás industrias, durante los últimos decenios se ha efectuado un acelerado proceso de concentración que ha dejado la comunicación y la información en manos de unos cuantos productores privados que pueden contarse con los dedos de una mano, y sobran dedos. Baste recordar los nombres de R. Murdock, Berlusconi o Polanco, que el 95% de las imágenes difundidas por los medios de comunicación las suministra una agencia yanqui o que el 90% de los conocimientos almacenados en los bancos de datos son de propiedad privada usamericana.

En suma, que estos pocos tienen el poder de definir la realidad para los muchos, de decirles lo que pasa, lo que es bueno y malo, lo que hay que hacer y no hacer, cómo hacerlo, etc. Este poder de fijar el programa social de cualquier comunidad es la clave del control social. Lord Nordcliffe, dueño de uno de los consorcios más poderosos de periódicos de principios del siglo XX, lo explicaba así, sin pelos en la lengua: "Dios enseñó a los hombres la lectura para que yo pueda decirles a quién deben amar, a quién deben odiar y lo que deben pensar."

Y lo que nos cuentan suele ser casi siempre la historia de los otros, no la nuestra. Y si estamos ocupados en vivir la historia de los demás no tenemos tiempo de preocuparnos de la vida propia. Pues si nos ocupásemos de ella y descubriéramos cómo la determinan otros, no nos quedaríamos de brazos cruzados e intentaríamos cambiarla a mejor.

Como se sabe, bajo las condiciones del capitalismo, la libertad se entiende fundamentalmente como libertad de comprar y vender. La libertad de circulación es para las mercancías, sobre todo las suyas. Pero no así para las personas, que si quieren moverse también se convierten en mercancías. Eso es lo que ocurre con el tráfico entre lo que políticamente se conoce como el Norte y el Sur.

La retórica de la libertad se ha utilizado en la historia para justificar la represión de las libertades. La tan cacareada “sociedad de la información” a la que, según nuestros políticos nos llevan las TIC, se ha traducido en la “sociedad de la manipulación”, como la denomina Julián Marcelo. El libre flujo de las comunicaciones se aplica únicamente a las suyas, a sus películas y a sus agencias de noticias, lo mismo que a sus residuos tóxicos, sus medicamentos y sus semillas transgénicas. Libertad para la contaminación de las mentes, de los cuerpos y de la naturaleza. Se obstaculiza o se impide el acceso a quienes necesitan conocimientos que sirvan a su emancipación y desarrollo espirituales y materiales. Y se prohíben las informaciones que cuestionen el sistema de dominio.

De ahí que, al mismo tiempo, se ejerza un control rígido de la producción de información. Así, el ejército usamericano sólo permite que informen de sus acciones periodistas previamente seleccionados por ellos, encastrados en su maquinaria de guerras, los embedded journalists.

A finales de la década de 1970 la UNESCO encargó a una Comisión, presidida por el irlandés Sean McBride, el estudio de los problemas de la comunicación en el mundo. El Informe McBride se presentó a la Asamblea General en 1980. Poco después, el Gobierno estadounidense, encabezado a la sazón por Reagan, retiró a su país de dicho organismo por interpretar que la reclamación de los países pobres del Tercer Mundo a disponer de sus propias fuentes de información y a producir los conocimientos y medios necesarios para satisfacer las necesidades de sus sociedades era una limitación al libre flujo de la información y la comunicación. Se consideraba que este afán era lesivo para los intereses nacionales de los EUA, es decir, para los oligopolios de su industria de la comunicación. La difusión de este informe en inglés está oficialmente prohibida en los EEUU.

Pero hoy, desaparecida la guerra fría tras el derrumbe de la URSS y de la casi totalidad de países comunistas, aparecen nuevas formas de restricción. Ante la poca credibilidad que le merece a la opinión pública del mundo, el Gobierno de los EEUU, los poderes fácticos del fascismo sin rostro amable, reaccionan con cínica sinceridad. Las frecuentes intervenciones de los soldados y marines yanquis en todo el mundo, y muy en particular las últimas de Afganistán e Iraq, han levantado una inquietante ola mundial de antiamericanismo. De ahí que el brazo armado del imperialismo, el Pentágono, haya orquestado una concomitante “ofensiva psicológica” para contrarrestarla. Por si fuera poco con sus emisoras de La Voz de América, sus agencias de noticias, su retahíla de organismos e instituciones de exportación cultural del american way of life, sus numerosos instrumentos para el dominio y colonización de las conciencias, el Pentágono se arranca ahora con la creación de las IO (Information Operations). Dirigidas por la Oficina de Influencia Estratégica, estas operaciones tienen la tarea de crear noticias falsas, mentir y desinformar a los medios y militares amigos y enemigos. El jefe de todos estos especialistas en guerra psicológica y relaciones públicas, el general Simon Worden pretende realizar campañas negras de desinformación y blancas de información selectiva para que se publique en todo el mundo. “En situaciones de crisis”, reza la directiva, “las Operaciones de Información cumplirían una función disuasoria y flexible para comunicar nuestros intereses nacionales.” Y más claro aún: “Las IO pueden aplicarse para conseguir resultados físicos y psicológicos de apoyo a los militares.”

Nada nuevo en el mundo. Hace casi doscientos años, el general alemán K. Clausewitz dijo ya en su famoso tratado De la guerra que la mayoría de las noticias son falsas.

La Primera Guerra del Golfo iba a ser el primer conflicto bélico televisado y luego resultó ser invisible por la ausencia de imágenes del mismo. Hoy, la estrategia del Pentágono y de la Administración del Llanero Solitario con respecto a la Segunda ha cambiado. Haciendo gala de una prepotente sinceridad se han lanzado a la compra abierta de periodistas en distintos países para que den una versión favorable de sus tesis e intereses, sinceridad que es de agradecer. Pero no podrán informar de todo. Se les proporcionarán 19 reglas de obligado cumplimiento periodístico. Entre ellas:

*No informar de las bajas estadounidenses.

*Los jefes de unidad podrán vetar o embargar los trabajos de prensa.

Por otro lado, los grandes diarios de los EUA colaboran en esta campaña de desinformación y confusión con titulares sensacionalistas y falsos rumores, ampliando así la histeria de los ataques terroristas con armas químicas y biológicas. Esta histeria le sirve a la Administración Bush para limitar asimismo la divulgación de los conocimientos científicos, con la excusa de que podrían caer en manos de terroristas que, por lo demás, no pagarían ningunas royalties.

En suma, que el propugnado libre flujo de las informaciones y conocimientos no deja de ser un cruel sarcasmo. Por eso vale la pena recordar las palabras de A. Einstein a propósito de Por qué el socialismo:

Bajo las condiciones actuales, los capitalistas privados controlan las principales fuentes de información (prensa, radio, enseñanza). Por eso es sumamente difícil y, a decir verdad, totalmente imposible en la mayoría de los casos, que el ciudadano individual llegue a conclusiones objetivas

Se sobornan periodistas para que publiquen reportajes falsos sobre las bondades de la invasión de Iraq. Hasta se les proporcionan las crónicas ya redactadas en árabe en una oficina del Pentágono. Se organizan programas de formación para periodistas extranjeros en varias universidades usamericanas provistos de cuantiosas becas, etc.

A los periodistas y medios independientes, no sumisos, que quieran hacer uso de la tan cacareada libertad de información se les declara la guerra abierta. Una más de sus muchas guerras a---- Y no en sentido figurado. Se les ataca a cañonazos, como en el caso del Hotel Palestina de Bagdad, donde murió el periodista español José Couso a consecuencia de los disparos de un tanque yanqui. La justificación de semejante salvajada, todavía impune, fue que los soldados se sentían amenazados por los disparos provenientes del hotel. Y tenían razón, los únicos disparos eran los de las cámaras que registraban su barbarie. Los relatos de los supervivientes son espeluznantes, como los de la italiana Sregna.

Se bombardean emisoras de radio y televisión, los transmisores de Internet, como se hizo con Belgrado durante la guerra contra Yugoslavia, y se hace ahora contra las instalaciones del canal árabe Al Jazeera. Los testimonios son tan abundantes que no pueden ignorarse sino a mala voluntad.

A pesar de todos estos esfuerzos, su descrédito aumenta de día en día. Millones de personas se manifiestan contra la esclavitud porque sospechan que la violencia física y simbólica contra las personas se acerca a su fin. El capitalismo acelera su disolución en tanto en cuanto pone en el mercado técnica medial, armas de fuego, socialización destructiva.

En vez de libertad para consumir productos y estilos de vida yanquis, es menester una definición de libertad que se centre en los derechos humanos, la libertad del racismo, sexismo, enfermedad, hambre, degradación ambiental y otras muchas formas de opresión. La verdadera tarea de la libertad no está en hacer la guerra, en agotar los recursos, en alimentar el voraz apetito del capitalismo, del Baal capitalista, sino en combatir estas prácticas opresivas e inhumanas donde quiera que se manifiesten.


2. El terrorismo mediático

La comunicación es necesaria para la verificación del conocimiento y el acuerdo en la modificación de las condiciones sociales. Pero los pocos que detentan el oligopolio de la industria de la comunicación no están interesados en la ampliación de conciencia ni en la creación de unas condiciones sociales que aumenten la calidad de vida de los muchos a costa de reducir o eliminar sus ingentes beneficios. De ahí que tanto los contenidos de sus mensajes como la forma de presentarlos estén diseñados para obstaculizar u ocultar el conocimiento. Y el principal instrumento utilizado es el leguaje. El empleo deliberado del lenguaje para la confusión de las conciencias y la ocultación de la realidad es lo que se suele entender por manipulación.

El uso manipulador del lenguaje es tan antiguo como el dominio de unos seres humanos sobre otros. Todos los dominadores, magos, religiosos, políticos, económicos, intelectuales, etc., utilizaron las palabras para confundir, aterrorizar, ocultar y mantener la ignorancia sobre las verdaderas relaciones de dominio y explotación.

El lenguaje, como el terrorismo, va dirigido a los civiles y genera miedo, ejerce violencia simbólica o psicológica. Produce efectos más allá del significado. Las palabras son como minúsculas dosis de veneno que pueden tragarse sin darse uno cuenta. A primera vista parecen no tener efecto y luego, al poco tiempo, se manifiesta la reacción tóxica

El arma más letal es el lenguaje. Sin palabras no hay guerra.

El objetivo estriba, naturalmente, en que tan sólo se conozca una versión de los hechos, o sea, la comunicación unidireccional y unilateral, irreversible. Pero, por su definición, la comunicación contiene el elemento de la reciprocidad, de la dicción y la contradicción, de compartir el conocimiento. Por eso contradice la voluntad autoritaria, la cual recurre al uso de la fuerza, de la violencia física. Reciprocidad significa franqueza, apertura para los otros. En la comunicación abierta se concreta el conocimiento y el raciocinio. La violencia, ya sea física o psicológica, lo deforma, puesto que no pregunta por lo falso y lo correcto. No son medios de la violencia física, no son bombas, pero convierten a los seres humanos en cosas, y la política que se transmite a través de ellos está sometida a la coacción que los medios ejercen sobre los fines.

Cuando oímos la palabra violencia pensamos inmediatamente en la violencia física, esto es, en la aplicación de métodos violentos para imponer la voluntad propia. Pero también se ejerce violencia cuando se falsea y tuerce la realidad hasta el punto de obligar a las personas a actuar en contra de sus intereses. Se habla entonces de violencia psicológica o simbólica, esto es, de la capacidad para imponer la validez de significados mediante signos hasta el punto de que otra gente se identifique con ellos. Este tipo de violencia adopta múltiples formas, mucho más frecuentes que la violencia física. Son más sutiles, menos evidentes, indirectas. Además, cuando se aceptan dócilmente los significados y valores de los poderosos no hay que pagar sueldos, uniformes ni armas de un cuerpo represor más caro e incómodo.

El capitalismo necesita la dominación psicológica del individuo y la manipulación de su conciencia. Así lo integra a su sistema de valores. Mientras la gente acepte este sistema social no es necesario someterla con policías, tanques ni ejércitos. Como la coacción abierta sería inaceptable, y como sólo una pequeña parte de la elite puede ser sobornada con recompensas tangibles, el Estado tiene que convencer a la inmensa mayoría de los ciudadanos de la inevitabilidad y virtud de sus acciones mediante la ideología.

La manera más efectiva para ocultar los actos de violencia psicológica y física de un sistema social que genera angustias, incertidumbre por el futuro, precariedad en el empleo, discriminación de todo tipo, etc., es crear un discurso que mantenga el miedo y haga creer a la población que no hay otra alternativa que la resignación. Es decir, el discurso de la mentira y del engaño. Como ya apuntó G. Orwell, los actos de violencia pueden hacerse más aceptables mediante eufemismos como “seguridad”, “libertad”, “democracia”, “guerra limpia”, etc. El lenguaje se convierte así en una especie de placebo, la gente se siente mejor. Pero las bombas mutilan los cuerpos sin distinguir si son amigos o enemigos, niños o soldados.

Hay que intoxicar mucho las mentes para admitir que la guerra es una acción humanitaria, que la destrucción de vidas y haciendas, el envenenamiento de tierras y aguas con uranio empobrecido, el empleo de napalm, agentes químicos, bombas “margarita”, llamadas así porque arrasan una milla cuadrada sin dejar siquiera hierba, y tantas otras armas de destrucción masiva aplicadas por los EE. UU, contra las poblaciones de Japón, Vietnam, Yugoslavia, Afganistán, Irak, etc., son instrumentos de la libertad y la democracia. Para aterrorizar a la propia población con la amenaza del “ántrax”, una bacteria que puede curarse con un sencillo tratamiento de antibióticos.

La fascinación de la violencia responde a la filosofía del éxito social a cualquier precio, del individualismo y egoísmo primitivos frente a la cooperación y la solidaridad propias de la especie humana. Lo que predomina en la pantalla, ya sea en los informativos o en la ficción, es el derecho del más fuerte, no los ideales democráticos de igualdad y dignidad humana.

Donde rige la violencia no impera el derecho. Es posible que la violencia simbólica del derecho resulte la más fuerte, pero las leyes las leen y enseñan muy pocos, mientras que millones y millones viven diariamente la victoria del más fuerte en el marco de sus cuatro paredes.

Por lo que respecta a los medios audiovisuales, la violencia se presenta tanto en los programas de actualidad (boletines de noticias, temas del día, documentales) como en los de ficción (series, telefilmes y películas). Los formatos de los informativos se clasifican en abiertos o cerrados. Un formato es abierto cuando proporciona espacio en donde se puede cuestionar y contestar la perspectiva oficial y en donde se pueden presentar y examinar otras perspectivas. Las ambigüedades, contradicciones y conclusiones o posibles desenlaces generados en el programa quedan sin resolver. Ejemplos: películas individuales o documentales de autor. Un formato es cerrado cuando opera dentro de los términos de referencia establecidos por la perspectiva oficial. Las imágenes, argumentos y pruebas están organizados para converger en una sola interpretación preferida y se marginan o excluyen otras conclusiones. Ejemplos: boletines de noticias, series de acción. Abierto y cerrado son conceptos estáticos en función de que el programa ofrezca uno o más puntos de vista.
Estas constricciones conducen a una forma de noticias que se presenta como informe objetivo e imparcial del acontecer. Los boletines de noticias (telediarios) tienden a presentarse en un estilo que oculta el proceso de selección y decisión que subyace tras la información y que apenas deja margen para el comentario o la argumentación. Las opiniones que se presentan son casi siempre las de los detentadores del poder en las principales instituciones: ministros y políticos de los partidos mayoritarios; miembros destacados de la policía y de la judicatura; dirigentes sindicales y de las organizaciones patronales; portavoces de los grupos de presión y de intereses, como iglesias y organizaciones profesionales. El resultado es que los boletines de noticias y telediarios, que es la fuente exclusiva de información de la mayoría de la población, constituyen una de las formas más "cerradas¨ de presentación y opera por lo general en términos de la perspectiva oficial.

La mayoría de las noticias sobre violencia las proporcionan las autoridades y se refieren a las respuestas gubernamentales a la violencia. Pero rara vez se explican los objetivos subyacentes de la violencia, y casi nunca se justifican. No se discuten los motivos ni las condiciones sociales que los provocan. La información se presenta descontextualizada, esto es, incomprensible. Se ofrecen unas cifras, pero se callan otras. Así, por ejemplo, el número de muertes provocadas por la violencia terrorista en América Latina entre 1968 y 1981 ascendió, según datos de la CIA, a 3.668. Pero se oculta que esa cifra no es más que el 4% de los 90.000 "desaparecidos" latinoamericanos durante el mismo periodo.

El lenguaje sigue siendo uno de los principales instrumentos de la violencia simbólica. Las palabras y los conceptos se utilizan conscientemente para violentar la capacidad cognitiva de las grandes masas de la población, para confundir las mentes, y en última instancia para imponer significados que se contradicen con la realidad. Piénsese, por ejemplo, en el empleo de la "represión" utilizada por el gobierno de Israel contra los palestinos y justificada como "prevención". La lista de ejemplos podría extenderse ad nauseam . Baste recordar la discriminación que se ejerce contra la mujer a la hora de emplear las mismas palabras o conceptos a personas de uno u otro sexo: fulano y fulana, hombre público y mujer pública, etc. Hasta el mismo Diccionario de la Real Academia de la Lengua practica la violencia de género en las definiciones de sus entradas.

El lenguaje importa, y cómo lo utilizan los medios. Si se puede violentar al público, esto es, si se le puede persuadir hasta el punto de que se identifique con los significados oficiales, se le puede movilizar para que apoye y acepte la transferencia de fondos del wellfare (bienestar) a la seguridad y al warfare (guerra), equivalente al eslogan nazi de mantequilla por cañones.

Sí, se requiere un uso perverso del lenguaje para hacer creer estas cosas.

El término terrorismo merece mención aparte. Hoy no existe medio de comunicación escrito, radiado o televisivo que no hable de él todos los días. Ni político que no lo mencione en todas sus manifestaciones públicas. Se trata de una palabra omnipresente en el discurso político de estos últimos años, hasta el punto de convertirse en objeto de la política, de la acción militar y en obsesión pública. Hoy va indisolublemente unido a las nociones de “seguridad”, “libertad”, “fundamentalismo” y otras.

En el lenguaje político existe desde la época del “terror” de la Revolución Francesa. Pero no se puso de moda hasta la segunda mitad del siglo XX, con los actos de violencia protagonizados por los independentistas argelinos en Francia, por el Frente de Liberación de Palestina, el IRA, ETA, las Brigadas Rojas en Italia, la RAF en Alemania, etc. Aunque también las organizaciones fascistas como la OAS francesa, el sionismo, la CIA y el exilio cubano de Miami han llevado y llevan a cabo acciones terroristas. El concepto de terrorismo se suele asociar con la violencia de determinados grupos y organizaciones radicales de izquierda o del fundamentalismo islámico contra el Estado, o, mejor dicho, contra un determinado tipo de Estados, contra lo que se denomina “Occidente”, “sistema de vida occidental”, etc., encarnado en los EEUU, Inglaterra, Israel y sus amigos, por decirlo en el lenguaje habitual.

Es en los EEUU donde se ha venido aplicando el término durante los últimos 50 años hasta allegar a la actual “guerra al terrorismo” decretada por la actual banda de fundamentalistas que rige los destinos de este país y pretende regir los del resto del mundo.

Sin embargo no existe todavía una definición clara de “terrorismo”, aunque todo el mundo cree saber qué es. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua lo define como “dominación por el terror”. Para el Webster’s es el “uso sistemático del terror como medio de coerción, atmósfera de amenaza o violencia”. La definición que se aplica en la llamada “guerra mundial contra el terrorismo” es ambigua y tautológica: terrorismo es lo que hacen los terroristas. Mas, ¿quiénes son los terroristas? Los que cometen actos de terrorismo, nos dicen. “Terrorismo es una barbarie moderna que llamamos terrorismo “ (Georg Shultz). “Terrorismo es un ataque a nuestro modo de vida” (Donald Rumsfeld). “Terroristas son los enemigos de la libertad” (Congreso de los EUA).

Los representantes de los 25 países integrantes de la Unión Europea y de otros 10 de la ribera sur del Mediterráneo, reunidos en Barcelona a finales de noviembre de 2005 en la Cumbre Euromediterránea, tampoco se pusieron de acuerdo en una definición de terrorismo. El general Leonid Ivashov, jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas rusas en el momento de los atentados del 11-S, y que, por tanto, vivió los acontecimientos desde dentro, discrepa radicalmente de sus colegas yanquis. En la Conferencia Axis for Peace 2005 afirmó categóricamente que el terrorismo internacional no existe, y que los atentados del 11 de septiembre de 2005 fueron un montaje. No se trata más que de un terrorismo manipulado por las grandes potencias, y no existiría sin ellas. En vez de fingir una “guerra mundial contra el terrorismo”, sería mejor restablecer el derecho internacional y la cooperación pacífica entre los Estados y sus ciudadanos, recomienda este general.

La histeria desatada tras los atentados del 11-S en Nueva York y Washington, alimentada por el gobierno, sus “expertos” y los medios masivos de comunicación ha cambiado los protagonistas del mal. Si antes los malos eran los comunistas, los rojos, los jóvenes rebeldes, ahora es el fundamentalismo islámico.

Los ideólogos de esta “guerra al terrorismo”, guiados por la idea del “choque de civilizaciones”, entre el “Oriente” islámico y el “Occidente” cristiano (sociedad capitalista) recurren al lenguaje del terrorismo para encubrir la defensa del sistema y sus privilegios. No parecen haber aprendido de la historia. En este sentido, la retórica del terrorismo tiene mucho que ver con el lenguaje colorista utilizado antes para designar a los enemigos del sistema: “terror rojo”, “peligro amarillo”, etc. La noción de terrorismo se restringe a la oposición a la política de los EEUU y sus aliados, que quedan así exentos de cometer ellos mismos actos terroristas. Una de las tácticas fascistas consiste en presentar las mentiras como verdades, los asesinatos como respetables (selectivos).

Sin embargo, cualquier definición de “terrorismo” puede aplicarse a las acciones de los Estados Unidos. ¿Empleo de la violencia para conseguir fines políticos? Ahí está la guerra de Vietnam. ¿Ayuda mercenaria contra Estados soberanos y gobiernos democráticamente elegidos? Ahí están la contra nicaragüense, las numerosas invasiones y ataques militares contra México, República Dominicana, Cuba, Haití, Panamá, Granada, etc. Entre 1945 y 2003 los EEUU intentaron derrocar a más de 40 gobiernos extranjeros y aplastar a más de 30 movimientos nacionalistas. Durante ese periodo bombardearon alrededor de 25 países causando la muerte a varios millones de personas y condenando muchos más a la agonía y desesperación. ¿Violencia de gobiernos contra su propia población? Véase la represión de tantos dictadores entrenados y apoyados activamente por los EEUU. ¿Violencia contra civiles inocentes? Las 400.000 toneladas de bombas de NAPALM y los 11.200.000 galones (1 galón = 4,5 litros) de agente naranja lanzados en Vietnam siguen matando. Según la agencia Reuter, los militares usamericanos que arrasaron Faluya urgieron a la población civil a que abandonase la ciudad. Pero a continuación pregonaron que su objetivo eran todos los varones entre 18 y 45 años de una población de 100.000 habitantes. ¿Es esto terror? Se cortó el abastecimiento de agua a Faluya, Tell Afar y Samarra, a 750.000 civiles en total. ¿Es esto terror? La cantidad aún desconocida de bombas de uranio empobrecido arrojadas en Yugoslavia e Irak, de racimo en Afganistán, de fósforo blanco en Faluya, y así sucesivamente, no sólo destruyen vidas humanas, sino que también esquilman bosques, tierras y aguas. De bombardeos tipo carpet bombings se acusó precisamente al mariscal Goering en los procesos de Nuremberg, además de ser una violación de la IV Convención de Ginebra, Protocolo I, de 1947.

Según los medios dominantes, los terroristas son “cobardes”, calificativo que no se ajusta a hombres y mujeres que sacrifican voluntariamente sus vidas por sus ideales. Por eso hay que fumigar sus madrigueras para sacarlos a la luz del día y exterminarlos como si fuesen ratas. O “desecar los pantanos donde viven como si fuesen reptiles” (Rumsfeld). De nuevo el simbolismo vertical de los valores. Arriba el bien (nosotros), abajo el mal (ellos). Sólo los de arriba, superiores en inteligencia (luz), moral y fuerza, pueden vencer a los de abajo, inferiores, en las tinieblas, arrastrados, y débiles. Los seres superiores, siempre erectos, descargan su furia desde arriba, desde el cielo. Cabe que sus acciones provoquen algún mal menor. Como la limitación de las libertades individuales, los asesinatos políticos, el derrocamiento de gobiernos, la tortura, la contratación de criminales, el millón de iraquíes muertos por los efectos de la guerra, esto es, las enfermedades debidas a la destrucción de las plantas potabilizadoras, los hospitales, las centrales eléctricas, la falta de alimentos y medicinas, etc. Eso son “daños colaterales”.

La violencia salvaje, típica del poder totalitario, deja su impronta en el lenguaje de los militares yanquis. Así, el general de los marines John Sattler afirma que la ofensiva contra Faluya “ha partido los riñones a los insurrectos”, expresión que ya pronunció Mussolini a propósito de Grecia. He aquí algunos nombres dados a sus operaciones militares:

“Tormenta del desierto”, durante la cual enterraron vivos a 300.000 soldados iraquíes en la primera Guerra del Golfo.

“Cortina de acero”, operación militar durante la segunda semana de noviembre de 2005, para sellar la frontera con Siria y destruir los pueblos y aldeas de la misma, paráfrasis del “telón de hierro” empleada por Churchill tras la II Guerra Mundial.

Sus bases llevan nombres como “Campo Asesino”, “Campo de los Cazadores de Cabezas”,”Base de Operaciones Avanzadas Dragón de Acero”, “Operación Relámpago”, “Operación Matador”, “Brigada del Lobo”, “Escuadrones de la Muerte”, etc.

El colmo de esta perversión lo manifiesta el Pentágono cuando califica de “acto de guerra” el hecho de que tres de los encarcelados de Guantánamo se suiciden al no poder aguantar las torturas a los que llevan sometidos desde hace varios años, o el sarcasmo cruel de los sionistas de Israel cuando descargan los obuses de su aviación contra unos niños palestinos que juegan en su trocito de playa y lo justifican con la falacia de que el obús asesino no era suyo. ¿Quién lo puso entonces en el avión y quién apretó el gatillo?

El lenguaje militar penetra todas las acciones y programas gubernamentales. La expresión guerra a… se ha convertido en un comodín de las campañas políticas, sobre todo en época de elecciones

La única guerra a la pobreza consiste en cambiar las condiciones que la crean, cambiar el modo de vida, de despilfarro, de pensar, de distribuir la riqueza. Todo esto se opone a la guerra.

Puede decirse que la economía mundial, organizada según las necesidades del gran capital, es el último productor de terror para poblaciones enteras a lo largo y ancho del planeta. ¿Hay algo más aterrador que el hambre y la desesperanza?

Los llamados medios de comunicación de masas apenas mencionan estos hechos, sobre todo los usamericanos. De ahí que su pueblo sea uno de los peor informados del mundo. El 11 de septiembre de 2001, fecha de los terribles atentados de Nueva York y Washington, donde murieron 3.000 personas ocurrieron también estas cosas que recopiló y publicó poco después un grupo anarquista brasileño:

35.615 niños murieron de hambre (datos de la Fao), ¿dónde?, en los países pobres.

Programas especiales de TV: ninguno
Artículos de periódicos: ninguno
Mensajes del presidente: ninguno
Actos solidarios: ninguno
Minutos de silencio: ninguno
Duelos por las víctimas: ninguno
Foros organizados: ninguno
Mensajes del papa: ninguno
Cambios en las acciones de la Bolsa: no les preocupó
Euro: siguió su camino
Nivel de alerta: cero
Movilizaciones del ejército: ninguna
Teorías conspirativas: ninguna
Principales sospechosos: países ricos.


El problema de las divertidas series de Televisión

Luis R. Delgado J.
Rebelión

Entre los temas a discutir sobre la programación de TV hay uno que destaca y llama la atención, el tema de las nuevas series de TV norteamericanas sumamente famosas sobre médicos, abogados, investigadores forenses, entre otras. Esto es evidente si tenemos en cuenta que muchos de estos programas tienen gigantescas audiencias en EEUU, son vistas en muchos países, son transmitidas por consorcios enormes tales como FOX o SONY y cuentan con altos presupuestos; un ejemplo elocuente es el siguiente, los actores estrellas de la serie ER sala de emergencias cobran 1 millón de dólares por capítulo, igualmente así fue en los últimos tiempos de la serie Friends, esto da una idea de las fabulosas sumas de dinero que estas series generan por concepto de publicidad.

Muchas de estas series reflejan algunos aspectos de la sociedad norteamericana, vicios y virtudes, destacando el papel jugado por algunas profesiones o por la familia, incluso en algunos momentos dejan reflexiones críticas sobre la sociedad urbana actual. Pero hay un detalle, ¿hasta qué punto estos programas de entretenimiento reflejan fielmente la realidad y son imparciales o críticos?, esto es bueno preguntárselo porque son producciones de enormes monopolios mediáticos como FOX y SONY fundamentalmente, y cuesta creer que estas empresas capitalistas les importe algún fin altruista o educativo, estamos hablando de las industrias culturales monopólicas y por lo tanto con intereses imperialistas, formando parte de todo un sistema de producción ideológica cuyo fin esencial es el mantenimiento del status quo.

En este sentido hay que determinar de que manera estas series pueden impactar ideológicamente sobre el público, para eso proponemos unas hipótesis en base a estudios que han hecho algunos intelectuales sobre la programación audiovisual.

Hay que destacar que la mayoría de estas series reflejan realidades escatológicas, sucias o lamentables, por ejemplo, si observamos una serie policial o de investigación forense lo que salta a la vista es una variedad permanente de crímenes, asesinatos que son necesarios resolver; si se trata de una serie médica, se destacan la presencia de múltiples enfermedades o accidentes que en muchos casos pueden ser mortales, los cuales también deben ser resueltos por médicos muy capaces; si la serie en cuestión se trata de una familia promedio, nos encontramos entonces con la presencia de un hijo drogadicto o una hija promiscua, o un esposo machista y una esposa alcohólica, o un matrimonio al borde del divorcio, es decir toda una realidad social patológica y ruin.

Ahora bien, de que se trata todo esto, si bien es cierto que estos hechos son realidades presentes en muchas de las sociedades occidentales, se trata fundamentalmente de elementos que buscan expresar la realidad social norteamericana, entonces vemos una sociedad maniquea donde hay una comunidad con males profundos pero hay instituciones pulcras, buenos policías e investigadores honestos, excelentes médicos sacrificados en un sistema de salud que da respuesta a “todos”. Por otro lado puede ser que nos encontremos con una sociedad que esta bien sustentada, pero se ve afectada por un conjunto de personas corrompidas, el sistema no tiene la culpa se trata de la existencia de personas “malas”. Muchas de estas series tienen por consiguiente un fin apologético al modo de vida norteamericano, que es bueno y ejemplar, pero se ve afectado por algunas personas criminales e inescrupulosas, que por supuesto no son expresión o la otra cara de la moneda del modo de vida norteamericano, sino que se trata de individualidades al margen de la ley del “buen Sistema”.

Pero esto es tan sólo parte de la apariencia ideológica, hay elementos más profundos y sutiles, pero que son efectivos en la perpetuación del status quo.

Por ejemplo, utilizando una argumentación dada por Ramonet (2003) para explicar los efectos ideológicos del cine catastrófico, podemos inferir que la proyección permanente a través de las series de TV de contenidos dramáticos, lamentables, escatológicos, infelices o estresantes buscan crear en el espectador la sensación y la seguridad que vive en el mejor de los mundos posibles, porque el individuo no ha sufrido ninguna de las experiencias negativas que se expresan en dichas series: nunca le han metido un tiro, tuvo un accidente automovilístico pero no le pasó nada, nunca le han matado a un hijo, la peor afección que ha tenido es una alergia, nunca ha tenido un familiar intoxicado con heroína, nunca su hija ha sido violada por un equipo de baloncesto, etc. Esta sensación de vivir en el mejor de los mundos posibles, crea entonces en seno de los espectadores una actitud pasiva frente a una sociedad que ciertamente esta plagada de contradicciones sociales profundas.

Por otro lado, la proyección continua, permanente por parte de estas series de TV de diversas y múltiples realidades negativas, hace que las mismas prácticamente se tornen como “habituales” y peor aun “naturales”, es decir, es normal la presencia de la delincuencia, que se va hacer la corrupción esta en todos lados, nadie está exento de una muerte violenta o producto de una terrible enfermedad, en fin se cierran los horizontes subjetivos para la construcción de una sociedad radicalmente distinta a la existente en la actualidad, otra forma muy perniciosa del mantener el estado actual de las cosas.

Un último elemento que quisiera considerar, está vinculado con los planteamientos de la técnica teatral de Bertolt Brech. Para este comunista alemán su propuesta consistía en la utilización de diversos mecanismos de distanciamiento tales como los apartes y las máscaras para evitar que el espectador se identificara con los personajes de la escena. Ya que él consideraba la “distanciación”, como esencial para el proceso de aprendizaje del público, dado que eso reducía su respuesta emocional y, por el contrario, le obligaba a pensar. Todo esto es precisamente lo contrario de lo que persiguen las series de TV, ya que estas buscan expresar una realidad especular, es decir, pretenden reproducir la realidad social del espectador para que este logre una identificación emocional con los personajes, lo cual impide profundizar todo proceso de reflexión. En este orden, el fin fundamental de las industrias culturales en el seno del Capitalismo no es el aprendizaje del público sino su enajenación ideológica.

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