martes, 13 de enero de 2009

Gaza... enero 2009


Doce reglas infalibles para la redacción de noticias sobre Oriente Próximo en los grandes medios de comunicación

06-01-2009

Sin Permiso

Nota de Sin Permiso: Nuestro amigo y colaborador Emir Sader nos hizo llegar este texto anónimo, enviado en francés al blog que Emir mantiene en la publicación brasileña Carta Maior.

1) En Oriente Próximo son siempre los árabes quienes atacan primero, y siempre es Israel quien se defiende. Esa defensa se llama “represalia”.

2) Ni árabes, ni palestinos ni libaneses tienen derecho a matar civiles. A eso se le llama “terrorismo”.

3) Israel tiene derecho a matar civiles. Eso se llama “legítima defensa”.

4) Cuando Israel mata civiles en masa, las potencias occidentales piden que lo haga con mayor comedimiento. Eso se llama “reacción de la comunidad internacional”.

5) Ni palestinos ni libaneses tienen derecho a capturar soldados israelíes dentro de instalaciones militares con centinelas y puestos de combate. A eso hay que llamarlo “secuestro de personas indefensas”.

6) Israel tiene derecho a secuestrar a cualquiera hora y en cualquier lugar a cuantos palestinos y libaneses se le antoje. Su cifra actual ronda los 10 mil, 300 de los cuales son niños y mil mujeres. No se precisa prueba alguna de culpabilidad. Israel tiene derecho a mantener secuestrados presos indefinidamente, ya sean autoridades democráticamente elegidas por los palestinos. A eso se le llama “encarcelamiento de terroristas”.

7) Cuando se menciona la palabra “Hezbollah”, es obligatorio añadir en la misma frase “apoyados y financiados por Siria y por Irán”.

8) Cuando se menciona “Israel”, está terminantemente prohibido añadir: “apoyados y financiados por los EEUU”. Eso podría dar la impresión de que el conflicto es desigual y de que la existencia de Israel no corre peligro.
9) En informaciones sobre Israel, hay que evitar siempre que aparezcan las siguientes locuciones: “Territorios ocupados”, “Resoluciones de la ONU”, “Violaciones de los Derechos Humanos” y “Convención de Ginebra”.

10) Los palestinos, lo mismo que los libaneses, son siempre “cobardes” que se esconden entre una población civil que “no los quiere”. Si duermen en casa con sus familias, eso tiene un nombre: “cobardía”. Israel tiene derecho a aniquilar con bombas y misiles los barrios donde duermen. A eso se le llama “acción quirúrgica de alta precisión”.

11) Los israelíes hablan mejor inglés, francés, castellano o portugués que los árabes. Por eso merecen ser entrevistados con mayor frecuencia y tener más oportunidades que los árabes para explicar al gran público las presentes reglas de redacción (de la 1 a la 10). A eso se le llama “neutralidad periodística”.

12) Todas las personas que no están de acuerdo con las sobredichas Reglas, son, y así debe hacerse constar, “terroristas antisemitas de alta peligrosidad”.



Perlas informativas de la masacre de Gaza
08-01-2009

Pascual Serrano
Rebelión

El bombardeo durante más de diez días del ejército israelí a la franja de Gaza ha provocado las habituales perlas informativas en los medios. Veamos algunas.

El día 29 de diciembre, cuando los bombardeos de Israel en Gaza llevaban contabilizados 340 palestinos muertos, mientras los rudimentarios cohetes de Hamas habían provocado la muerte de tan sólo una mujer israelí. Este es el titular de El Mundo de ese día: “EEUU exige a Hamas un alto el fuego”. Sólo faltó añadirle “… para que dejen de morir los palestinos”.

Las encuestas de los periódicos también han sido curiosas en la elaboración de sus preguntas. En Público, en su versión digital del 29 de diciembre, con la proporción anteriormente citada de muertos en cada bando, preguntan “¿quién es el responsable de la oleada de violencia en Gaza?”. Y plantean como posibles respuestas Israel, Hamas o ambos. Por su parte, El Mundo, el 4 de enero, preguntaban a los lectores: “¿Le parecen justificados los ataques de Israel contra Hamas?”. Parece que para el diario los niños muertos que hemos visto en las imágenes eran militantes de Hamas.

La tesis de poner al mismo nivel los dos bandos, aunque los muertos sólo sean de uno, lleva a afirmar el 31 de diciembre en el informativo de TVE1 que “el año termina con un conflicto abierto entre palestinos e israelíes que ya se ha cobrado 400 muertos”. Un pequeño detalle que pasaron por alto es que de ellos 399 eran palestinos y sólo uno israelí, un dato necesario para valorar en su justa medida lo que denominan conflicto.

El día 7 de enero, en el debate dirigido por Concha García Campoy en la cadena de televisión Cuatro, ésta afirma que “sabemos que hay 650 muertos palestinos, pero el asunto es complicado porque a Palestina la gobierna un grupo terrorista”. Si ese gobierno es terrorista, ¿cómo llamar al israelí? A continuación, un contertulio pide la palabra para “recordar que Hamas lleva meses lanzando cohetes contra Israel y todas sus víctimas son civiles”. Olvidó decir el número: una.

La popular enciclopedia Wikipedia dispone de un servicio de noticias, wikinoticias. El 7 de enero la principal de ellas era: “Murió un soldado israelí tras el ataque terrestre”. Tres días después de la muerte de ese soldado, en un periodo durante el cual han muertos cientos de palestinos, la noticia sigue siendo para Wikipedia el israelí muerto.


El Antiguo Testamento y el Genocidio de Gaza
09-01-2009

Gilad Atzmon
palestinethinktank.com


"Perseguiréis a vuestros enemigos, quienes caerán a espada delante de vosotros. 8 Cinco de vosotros perseguirán a cien, y cien de vosotros a diez mil; vuestros enemigos caerán a filo de espada ante de vosotros".
Levítico, Capítulo 26, versículos 7-9

"Cuando Jehovah tu Dios te haya introducido en la tierra a la cual entrarás para tomarla en posesión, y haya expulsado de delante de ti a muchas naciones… destrúyelas por completo. No harás alianza con ellas ni tendrás de ellas misericordia".

Deuteronomio 7:1-2,

"… no dejarás con vida a ninguna persona. Los destruirás completamente… como Jehovah tu Dios te ha mandado…"

Deuteronomio 20:16

Entre los estudiosos de la Biblia existe un acuerdo casi unánime de que la Biblia hebrea contiene algunas sugerencias totalmente inmorales, algunas de las cuales son poco menos que una llamada al genocidio. El estudioso de la Biblia Raymund Schwager ha localizado en el Antiguo Testamento 600 pasajes cargados de violencia explicita, 1.000 versículos en los que se describen acciones violentas de castigo ejecutadas por el propio Dios y 100 pasajes en los que Dios ordena expresamente matar a otros. Parece ser que la violencia es la actividad más mencionada en la Biblia hebrea.

Por muy devastador que parezca, las frecuentes menciones de violencia y exterminación de otros contenidas en la Biblia hebrea puede arrojar cierta luz sobre el abominable genocidio que el estado judío está practicando en este momento contra Gaza. A plena luz del día, las Fuerzas de Defensa israelíes están utilizando los métodos más letales contra civiles, como si su principal objetivo fuera "destruir" a los gazanos sin mostrar por ellos "ni un ápice de misericordia".

Curiosamente, Israel se considera un estado laico. Ehud Barak no es precisamente un rabino y Tzipi Livni no es la esposa de un rabino. Por lo tanto, estamos en nuestro derecho de suponer que, en realidad, no es el judaísmo en sí el que transforma automáticamente a los políticos israelíes y a los dirigentes militares en criminales de guerra. Es más, los primeros sionistas creían que al amor y al cobijo de una patria los judíos se convertirían en "personas como las demás", es decir, personas civilizadas y éticas. A este respecto, la realidad israelí es bastante peculiar. Es posible que los judíos laicos hebraicos hayan conseguido derrocar a su Dios, la mayoría de ellos no siguen la ley judaica y son prácticamente laicos, pero interpretan colectivamente su identidad judía para asignarse una misión genocida. Han conseguido que la Biblia pase de ser un texto espiritual a convertirse en un registro catastral sanguinolento. Están allí, en Sión (es decir, en Palestina) para invadir la tierra y privar de libertad, matar de hambre y destruir a sus habitantes indígenas. En consecuencia, parece que los comandantes de artillería y los pilotos de las Fuerzas de Defensa israelíes que aniquilaron Gaza hace dos noches estaban siguiendo las órdenes del Deuteronomio 20:16, de hecho, ".. no dejaron con vida a ninguna persona." Pero entonces, se plantea una pregunta... ¿por qué un comandante laico obedece los versículos del Deuteronomio o cualquier otro texto bíblico?

Algunas voces judías de izquierdas, muy pocas y esporádicas, insisten en contarnos que ser judío no es necesariamente sinónimo de ser asesino. Me inclino a pensar que ellos sí creen sus propias palabras. Pero entonces yo me pregunto…. ¿qué es lo que hace del estado israelí una nación brutal sin parangón? La verdad es, sin duda, muy triste. Por lo que he podido comprobar, el sionismo es el único colectivo judío ideológico y político laico y esta semana ha vuelto a demostrar que es un movimiento genocida hasta la médula.

En lo que al genocidio se refiere, la diferencia entre judaísmo y sionismo puede ilustrarse del siguiente modo: mientras el contexto bíblico judaico está plagado de referencias genocidas, por lo general en nombre de Dios, en el contexto sionista los judíos matan a los palestinos en su propio nombre, es decir, "los judíos". Y este es, de hecho, el triunfo más aplastante de la revolución sionista. Ha enseñado a los judíos a creer en sí mismos. A creer en el estado judío. "El israelí" es el Dios de Israel. En consecuencia, el israelí asesina en nombre de "su propia seguridad", en nombre de "su democracia". Los israelíes destruyen en nombre de "su guerra contra el terror" y en nombre de "su América". Al parecer, en el estado judío, la cuestión hebraica se convierte en asesinato masivo tan pronto como encuentra un "nombre" al que asociarlo.

En estas circunstancias, no queda mucho espacio para la especulación. El estado judío es la peor amenaza para la humanidad y para nuestra noción de humanidad. El Cristianismo, el Islam y el Humanismo se presentaron como un intento de enmendar el fundamentalismo tribal judío y reemplazarlo por la ética universal. La Ilustración, el liberalismo y la emancipación permitieron a los judíos redimirse de sus ancestrales y tribales creencias de supremacía. Desde mediados del siglo XIX, son muchos los judíos que han roto las cadenas culturales y tribales. Desgraciadamente, el sionismo ganó muchos judíos para su causa. En la actualidad, Israel y el sionismo son la única voz colectiva con la que cuentan los judíos.

Los últimos días de ofensiva despiadada contra la población civil palestina no dejan lugar a dudas. Israel es el peligro más grave para la paz mundial. Está claro que las naciones cometieron un trágico error en 1947, concediendo a una efímera identidad racista la oportunidad de convertirse en un estado nacional. No obstante, ahora la obligación de las naciones es desmantelar pacíficamente ese estado antes de que sea demasiado tarde. Debemos hacerlo antes de que el estado judío y sus radicales grupos de presión en todo el mundo nos arrastren a una guerra mundial en "nombre" de una u otra ideología populista y trivial (democracia, guerra contra el terror, choque cultural, etc.). Debemos despertarnos y actuar ahora, antes de que el único planeta que tenemos se convierta en un hervidero de odio.



La guerra territorial de Gaza
Historia y "moral" de la limpieza étnica






13-01-2009





Victoria Bunch
Counterpunch

Llegué a Israel hace 40 años. Me llevó muchos años comprender que la existencia de mi país en su forma actual se basa en una continua limpieza étnica de la población palestina. El proyecto se inició hace muchos años. Sus semillas se remontan a la falacia fundacional del movimiento sionista, que se propuso establecer un Estado nacional judío en un lugar habitado por otra nación. En estas condiciones a uno le asiste, a lo sumo, el derecho moral de luchar por un Estado binacional. El establecimiento de un Estado nacional implica más o menos por definición la depuración étnica de los anteriores habitantes.
Albert Einstein se percató de esta falacia hace mucho tiempo. Poco después de la Primera Guerra Mundial, "Einstein se quejó de que los sionistas no estaban haciendo lo suficiente para llegar a un acuerdo con los árabes palestinos ... Él era partidario de una solución binacional en Palestina y previno a Chaim Weizmann contra el nacionalismo de “estilo prusiano»". [1]

Pero el movimiento sionista hizo oídos sordos a esas advertencias. Así que aquí estamos, casi un siglo después, con un Estado nacional judío dominado por nacionalistas militaristas y por militantes entregados con celo a la tarea de colonizar y “judeizar” el territorio bajo control israelí a ambos lados de la Línea Verde (la frontera de 1967). El proyecto ha sido llevado adelante ininterrumpidamente y sin descanso por parte de todos los diversos gobiernos israelíes, recientemente al amparo de unas "negociaciones" de pacotilla con el Presidente Abbas. La mayoría de las instituciones israelíes participan en dicho proyecto. Generación tras generación, los jóvenes israelíes ingresan en el ejército para ofrecerle la cobertura militar necesaria. La muchachada israelí ha sido sometida a un lavado de cerebro para que pueda creer honestamente que el ejército lucha “por la existencia de Israel”. Sin embargo, en opinión de la autora de este artículo y de muchas otras personas parece evidente que la supervivencia de la comunidad judía en este país depende de establecer mecanismos viables de convivencia con los palestinos. De modo que bajo el lema de "lucha por la existencia" el Estado de Israel está llevando a cabo un proyecto de naturaleza esencialmente suicida.

Esta perspectiva de larga data que permea la visión de las clases gobernantes israelíes quedó resumida sucintamente en un libro recientemente publicado por un académico estadounidense llamado Saree Makdisi: Palestina Inside Out. El libro "sugiere que la ocupación no es más que otro rasgo más de la vigente política israelí de expulsar lentamente de sus tierras a la población nativa palestina. Esta política es anterior a la fundación del Estado y todas las prácticas que desarrollan los ocupantes (asentamientos ilegales, confiscación de tierras, demolición de viviendas, etc.) sirven a ese objetivo final”. [2]

Si usted descree de la afirmación anterior deténgase a considerar una serie de declaraciones realizadas por el propio David Ben Gurion en una época anterior incluso a la creación del Estado de Israel (Ben Gurion fue líder del movimiento sionista antes de 1948 y el primer Primer Ministro de Israel a partir de 1948):

"La transferencia forzosa de los árabes [palestinos] de los valles del Estado judío propuesto [por el plan de partición de la ONU] podría darnos algo que nunca tuvimos, ni siquiera cuando vivíamos en nuestra propia tierra en la época del primer y segundo Templos... Nos están dando una oportunidad con la que jamás nos atrevimos a soñar ni en nuestras más descabelladas fantasías. Esto es más que un Estado, gobierno y soberanía: esto es la consolidación nacional en una patria libre". [3]

"Gracias a la transferencia forzosa [de la población nativa palestina, dispondríamos de] un vasto territorio [para establecer asentamientos]... Yo apoyo la transferencia forzosa. No veo nada inmoral en ella". [3]

Durante la guerra de 1948 cerca de dos tercios de los palestinos que acabarían convirtiéndose en refugiados fueron expulsados de sus hogares por el incipiente ejército israelí y un tercio se convirtieron en refugiados para escapar de los peligros de la guerra. A toda esta gente (entre 750.000 y 1.000.000 de personas) se les impidió regresar a Israel tras el acuerdo de armisticio. Sus casas y bienes fueron arrasados o apropiados por el Estado israelí.

Entre los habituales mantras que recitan los israelíes para justificar lo anterior figura éste: "Israel aceptó el plan de partición de la ONU y los árabes no, por lo que todo lo que ocurrió después es culpa los árabes". Lo que taimadamente se omite al decir eso es que los árabes palestinos constituían entre un tercio y la mitad de la población del territorio asignado al hogar nacional judío (según diversos informes de las Naciones Unidas). ¿Por qué deberían estas personas, cuyos antepasados vivieron allí durante generaciones, aceptar vivir en una patria ajena? Imagínese, por ejemplo, la reacción de los franceses belgas si la ONU designara a su país como "hogar nacional flamenco".

Pero el principal mantra con el que se aporrea la conciencia de cada ciudadano israelí desde el jardín de infancia es el argumento de que en 1948 se trataba de "o ellos o nosotros", "los árabes nos habrían arrojado en el mar si no hubiéramos establecido un Estado de mayoría judía y no hubiéramos creado un ejército poderoso", etc. Tengo mis dudas sobre ese sonsonete, pero supongamos que por un momento que las cosas hubieran sido efectivamente así. Entonces llegó el año 1967 y la Guerra de los Seis Días. Otro capítulo en la "lucha por la existencia" de Israel en contra de árabes recalcitrantes que seguían intentando arrojarnos al mar. En un primer momento eso es lo que parecía. Yo, al igual que la mayoría de mis compatriotas, me creí durante muchos años que 1967 fue de hecho un momento de peligro existencial para Israel. Hasta que me tropecé con algunas elocuentes palabras pronunciadas por nuestros propios líderes [4]:

"(a) The New York Times citó el discurso que el Primer Ministro Menachem Begin (1977-83) pronunció en agosto de 1982 y en el que dijo: «En junio de 1967 tuvimos una elección. Las concentraciones del ejército egipcio en el Sinaí no constituían una prueba de que (el Presidente Gamal Abdel) Nasser (1956-70) estuviera realmente a punto de atacarnos. Debemos ser honestos con nosotros mismos. Decidimos atacarlo nosotros».

(b) En febrero de 1968 Yitzhak Rabin, dos veces Primer Ministro de Israel (1974-77 y 1992-95), confesó lo siguiente al diario francés Le Monde: «No creo que Nasser quisiera la guerra. Las dos divisiones que envió al Sinaí el 14 de mayo no habrían sido suficientes para iniciar una ofensiva contra Israel. Él lo sabía y nosotros lo sabíamos».

(c) El general Mordejai Hod, Comandante de la Fuerza Aérea israelí durante la Guerra de los Seis Días, dijo en 1978: "Aquellos ochenta minutos iniciales [de la guerra de los Seis Días] fueron el resultado de 16 años de planificación. Vivíamos con el plan, dormíamos con el plan, comíamos el plan. Lo íbamos perfeccionando constantemente».

(d) El general Haim Barlev, jefe del ejército israelí, dijo a Ma ariv en abril de 1972: «En vísperas de la Guerra de los Seis Días no nos amenazaba ningún genocidio y jamás barajamos esa posibilidad".

Así pues, en lugar de "frustrar un peligro existencial" en 1967 el Estado de Israel llevó a cabo una operación militar efectiva para apoderarse de más territorio. No hay nada nuevo en esa propaganda sobre el supuesto "peligro existencial". Antes que los israelíes muchos otros conquistadores y ocupantes a lo largo de la Historia Antigua y Moderna maquillaron la adquisición de territorio por medio de la conquista embelleciéndola con eufemismos agradables tales como "destino manifiesto", "carga del hombre blanco", "difundir la verdadera religión / la cultura / la democracia", o lo que fuere.

Al lector tal vez le interese saber que la conquista de territorios realizada en 1967 por el Estado de Israel había sido vaticinada veinte años antes por Ben-Gurion en la época del plan de partición (supuestamente aceptado por los dirigentes sionistas). Véanse las siguientes citas de Ben-Gurion, recopiladas en el libro de un historiador israelí [5]:

"Así como no veo en el Estado judío propuesto una solución definitiva a los problemas del pueblo judío, igualmente no veo la partición como la solución definitiva de la cuestión de Palestina. Los que rechazan la partición tienen razón al afirmar que este país no puede ser dividido porque constituye una unidad, no sólo desde un punto de vista histórico sino también desde el punto de vista físico y económico".

"Una vez establecido el Estado [judío] crearemos un gran ejército, aboliremos la partición y nos expandiremos a toda Palestina".

Me pregunto si en algún momento de la historia ha habido alguna asociación de personas que se haya apropiado de bienes ajenos por la fuerza bruta y que se hayan juzgado a sí mismos con tanta indulgencia. Una y otra vez los conquistadores se han considerado a sí mismos como víctimas involuntarias de las circunstancias y de los bárbaros (¡sus propias víctimas!) contra los que lamentablemente tienen que proteger sus derechos. Considérense las siguientes manifestaciones de Benny Morris, un historiador que documentó la limpieza étnica de 1948. En una entrevista a Morris del año 2004 publicada en Haaretz se puede leer lo siguiente [6]:

“Q: El título del libro que ahora está publicando usted en hebreo es "Víctimas". Así pues, finalmente su argumento es que de las dos víctimas de este conflicto, nosotros [los israelíes] somos las mayores.

Morris: Sí. Exactamente. Somos las mayores víctimas a lo largo de la historia y también las mayores víctimas potenciales. Aunque estamos oprimiendo a los palestinos somos la parte más débil aquí. Somos una pequeña minoría en medio de un océano de árabes hostiles que nos quieren eliminar”.

Esta opinión es representativa de la corriente de pensamiento mayoritaria en Israel. Con el paso de los años ha sido elevada a la categoría de axioma y probablemente ninguna oferta razonable de paz (por ejemplo la última oferta Saudí) será capaz de hacer mella en ella. Los israelíes están usando este eslogan para eximirse a sí mismos de la obligación humana de comportarse decentemente con los palestinos. La mayoría de judíos de Israel se han autoconvencido de que tienen un derecho moral a expropiar y expulsar a los palestinos porque los palestinos son tan bárbaros que no respondieron a las "generosas ofertas de paz" de Israel y "sólo querían arrojarnos al mar". Porque somos una nación de supervivientes del Holocausto. Mis compatriotas se veían a sí mismos como protagonistas de una versión moderna de "El Señor de los Anillos" de Tolkien, protagonizándola, por supuesto, como hermosos elfos forzados por su adverso destino a combatir a los feos íncubos palestinos (íncubos = "terroristas"). La piedad humana no se aplica a los "terroristas". Nadie hace concesiones territoriales o acuerdos de paz con "terroristas".

Lo anterior explica la masiva participación de los, por lo demás, normales y más o menos decentes israelíes en los programas de limpieza étnica actualmente en marcha. ¿Cómo si no se puede explicar que un anciano moribundo y su esposa sean sacados por la fuerza de su apartamento en Jerusalén oriental para hacer sitio a los colonos judíos? ¿Cómo comprender que el "Museo de la Tolerancia" se construya en Jerusalén sobre el solar de un antiguo cementerio musulmán? ¿O la ofensiva israelí en Cisjordania contra los orfanatos mantenidos por organismos de beneficencia islámicos? ¿O los progromos que perpetran en Hebrón y en otras partes de los territorios ocupados gángsters-colonos judíos financiados por el Estado de Israel? ¿O el sadismo generalizado con el que los soldados israelíes tratan a los detenidos palestinos? ¿O los asaltos a los hogares palestinos durante incursiones militares nocturnas en ciudades y aldeas palestinas? ¿O las demoliciones de hogares palestinos en Cisjordania y Jerusalén oriental con el obsceno pretexto de ser "construcciones ilegales"? ¿O el sistemático latrocinio de tierras palestinas para beneficio de los colonos judíos? Y así muchas cosas más [7].

La Franja de Gaza es el lugar donde el sadismo israelí con ínfulas de superioridad moral ha alcanzado nuevas cotas. La Franja está densamente poblada, en su mayor parte por descendientes de los palestinos expulsados en 1948. Mucho antes de la segunda Intifada los israelíes confiscaron lo más selecto del territorio de Gaza a lo largo de la playa (cerca de ¼ de la superficie de la Franja) para asentar allí a unos pocos miles de colonos judíos. Así y todo, un millón y medio de palestinos de Gaza llevaban un tipo de vida normal (bajo ocupación israelí) cultivando frutas y verduras, fabricando materiales de construcción y otros productos para el mercado israelí y trabajando como jornaleros en el interior de la Línea Verde. Antes de la segunda Intifada a Israel llegaba muy poco terror procedente de Gaza.

Sin embargo, desde el comienzo de la Intifada (año y medio antes de que los palestinos lanzaran el primer cohete contra territorio israelí) el ejército israelí inició la destrucción sistemática de la Franja. Los israelíes llevaron a cabo incursiones cada pocas semanas y destruyeron fábricas y talleres, carreteras, labranzas, casas, y todo lo que se les ocurriera. Los israelíes cerraron el acceso de los gazatíes a la economía israelí. Finalmente, los desesperados palestinos recurrieron a disparar cohetes Kassam que rara vez causaban víctimas o daños reales pero que servían como excelentes pretextos para la “acción” militar israelí".

Y entonces Sharon ejecutó su brillante movimiento de propaganda: la "desconexión” de Gaza. Toda la operación se vendió como una prueba de la buena voluntad israelí. Los asentamientos israelíes de Gaza fueron efectivamente eliminados, pero el ejército se desplegó alrededor de la Franja y la convirtió en una gigantesca prisión. El estrangulamiento económico de Gaza se intensificó hasta niveles draconianos, especialmente después de que el gobierno de Hamas abortara el putsch de Fatah que habían auspiciado al alimón Israel y USA. (No soy fan de Hamás, pero su gobierno fue elegido democráticamente por los palestinos). Hamas propuso en varias ocasiones iniciar negociaciones con Israel sobre la base de las fronteras de 1967, pero los israelíes limitaron al máximo la difusión de esas propuestas de Hamas e hicieron caso omiso de ellas. Con toda seguridad esas negociaciones habrían conseguido detener el lanzamiento de Kassams, pero los dirigentes israelíes parecían interesados en que la violencia continuara. Los Kassam crearon una gran oportunidad para degustar otra ración de la propaganda del "pobres de nosotros" y fueron una gran excusa para evitar satisfacer las legítimas exigencias internacionales reclamando el fin de la masiva colonización de Cisjordania.

Por último, se negoció una tregua con Hamas. Desde el comienzo de la tregua el ministro de Defensa israelí Barak inició los preparativos para un ataque masivo contra Gaza [8]. El 14 de noviembre la tregua con Hamas fue rota deliberadamente por orden de Barak cuando los israelíes mataron a varios combatientes de Hamas. A esas muertes siguió una respuesta palestina totalmente previsible: la cancelación de la tregua y una salva de cohetes. El bombardeo fue utilizado por Barak como pretexto para justificar una operación a gran escala que incluía la masacre de cientos de gazatíes con misiles lanzados desde aviones. Esta exhibición de fuerza forma evidentemente parte de la próxima campaña electoral de Barak y Livni, al precio de centenares de bajas palestinas y de algunas israelíes (pues en el ínterin los palestinos han mejorado su puntería). En una próxima operación terrestre los soldados israelíes también son susceptibles de pagar con sus vidas esta modalidad de campaña electoral.

¿Saben cómo interpreta todo lo anterior el israelí de a pie? Así: «Nosotros, los israelíes, en un acto de auto-sacrificio, expulsamos a pobres colonos judíos de sus "hogares" en la Franja de Gaza y les dimos a los palestinos una oportunidad de vivir una existencia libre y feliz. Pero los palestinos rechazaron nuestros esfuerzos de paz y prefirieron seguir alimentando su adicción a "arrojar judíos al mar". Gaza podía haberse convertido en una nueva Singapur, pero en lugar de eso los gazatíes prefirieron disparar cohetes contra los israelíes".

La retirada israelí de Gaza fue así un movimiento brillante por parte de ese genio del mal llamado Sharon. Proporcionó al israelí medio una absolución moral general. Los palestinos les habían "decepcionado". Ahora los dirigentes israelíes pueden hacer con los palestinos lo que les plazca. No esperen ni la más mínima protesta pública por parte del público judío israelí, a excepción de una pequeña minoría de "judíos auto-odiadores" como la persona que suscribe.

Créanme, estos judíos israelíes que se inscriben en la corriente de pensamiento mayoritario no son monstruos congénitos. Simplemente, no conocen nada mejor. Desgraciadamente yo solía ser una de ellos. Entonces un día me tropecé en Cisjordania, más o menos por casualidad, con un grupo de activistas. Hice algunos amigos palestinos y finalmente llegué a comprender el carácter criminal del trato que inflinge mi país a los palestinos. Y he aprendido a hacer caso omiso de la dosis diaria de propaganda absurda que los medio de comunicación suministran a mis compatriotas en lugar de noticias. Pero, ¿cómo convencer a mis compatriotas de que no escuchen esa propaganda? No lo sé.

Por otra parte, no tiene por qué ser así. Además de los cuatro o más millones de palestinos apátridas que viven en los territorios ocupados hay cerca de un millón de palestinos que viven dentro de la Línea Verde y que tienen ciudadanía israelí. A pesar del considerable racismo interior, muchos de esos ciudadanos palestinos están profundamente implicados en la sociedad israelí. Hay médicos y enfermeras árabes en los hospitales israelíes, estudiantes árabes en las universidades israelíes, etc. Existe un notable grado de coexistencia y cooperación entre judíos y árabes allí. Pero un colega judío de la corriente mayoritaria que podría tratar a su compañero de trabajo árabe de forma perfectamente decente seguiría estando orgulloso de un hijo soldado que se encontrara “sirviendo al país” en los Territorios Ocupados. Él o ella seguiría repitiendo la propaganda racista sobre el "peligro demográfico" representado para el Estado de Israel por sus ciudadanos árabes, se creería los sanguinarios discursos televisivos de los generales y ex-generales, y votaría por cualquiera de los tres principales partidos sionistas, el Likud, Kadima y el Laborista, cuyos dirigentes llevan años entregados a tareas de limpieza étnica.

Por el bien de las dos naciones que viven en este país esta ignominia debe cesar. Debe ser detenida por la presión externa, porque dentro de Israel en la actualidad no existen fuerzas políticas significativas capaces de plantarle cara. Por favor, amigos míos, hagan algo, y háganlo urgentemente. Y, por favor, hagan caso omiso de las eternas “negociaciones” entre nuestro gobierno y la impotente Autoridad Palestina: no son más que una tapadera para avanzar aún más en la pieza étnica. Si no me creen, vengan a ver la masiva construcción de asentamientos en Jerusalén oriental y Cisjordania y los muros de los guetos palestinos.


Cerrar Gaza a periodistas, inútil y contraproducente





12-01-2009

Robert Fisk
La Jornada


¿A qué le tiene miedo Israel? Esa nación lleva años utilizando la vieja excusa de la “zona militar restringida” para impedir que se cubra la ocupación de los teritorios palestinos. Pero la última vez que Israel jugó a esto –en Jenin, en 2000– fue un desastre. Al impedir que los reporteros vieran la verdad con sus propios ojos, lo que éstos hicieron fue citar a palestinos que afirmaron que hubo una matanza perpetrada por los soldados israelíes, y Tel Aviv ha pasado años desmintiéndolo. De hecho sí hubo una masacre, pero no a la escala que se reportó originalmente.

Ahora el ejército israelí utiliza esa misma práctica fracasada. Veten a la prensa. Mantengan fuera a las cámaras. Pero la mañana de ayer, sólo horas después de que el ejército israelí entró a Gaza para matar a más miembros de Hamas –y desde luego a más civiles–, ese movimiento reportó la captura de dos soldados israelíes. Reporteros en el terreno pudieron haber distinguido la verdad de la mentira. Pero sin un solo periodista occidental en Gaza, los israelíes tuvieron que decirle al mundo que no sabían si la versión era verdadera o no.

De otro lado, los israelíes son tan inescrupulosos, que las razones para impedir el acceso a periodistas se entienden muy fácilmente: hay tantos soldados de Israel que van a matar a tantos inocentes –tomando en cuenta sólo a aquellos de los que nos enteramos–, que las imágenes de la matanza serían intolerables. No es que los palestinos hayan sido de mucha ayuda. El secuestro, por parte de una familia de la mafia palestina de un hombre de la BBC en Gaza, quien finalmente fue liberado por Hamas hace unos meses aunque ahora eso no se recuerde, le puso precio a la cabeza de cualquier trabajador de la televisión occidental en esa zona. Sin embargo, los resultados son los mismos.

En 1980, la Unión Soviética expulsó a todo periodista occidental de Afganistán. Quienes estábamos reportando la invasión rusa y sus brutales consecuencias no podíamos reingresar al país, excepto que fuéramos acompañados de guerrilleros mujaidines.

Recibí una carta de Charles Douglas Hume, entonces director de The Times, diario para el que trabajaba, quien me hizo una importante observación: “Ahora que no tenemos cobertura regular desde Afganistán”, me dijo el 26 de marzo de ese año, “agradecería que no perdieras la oportunidad de reportar a partir de testimonios confiables de lo que está ocurriendo en el país. No debemos permitir que lo que ocurre en Afganistán se desvanezca del papel simplemente porque no tenemos corresponsal ahí”.

No debe sorprendernos que los israelíes empleen la vieja táctica soviética de cegar la visión del mundo sobre la guerra. Pero el resultado es que las voces palestinas, al contrario de las de los reporteros occidentales, dominarán las ondas magnéticas. Los hombres y mujeres que están bajo los ataques aéreos y de artillería de los israelíes están ahora contando sus propias historias a televisoras, radios y periódicos, como nunca antes pudieron, sin el artificial “equilibrio” que mucho del periodismo televisivo impone a los reportes en vivo.

Quizá esto se convierta en una nueva forma de cubrir un conflicto, dejando que los participantes cuenten sus propias historias. El otro lado de la moneda será, desde luego, que no hay occidental alguno en Gaza para cuestionar a Hamas su dudoso testimonio de los hechos: otra victoria para la milicia palestina, entregada en bandeja por los israelíes.

Pero hay un lado todavía más oscuro. La versión de los hechos que ha dado Israel ha gozado de tanta credibilidad ante la agonizante administración del presidente George W. Bush que la prohibición a los periodistas de ingresar a la franja de Gaza puede simplemente no importarle al ejército israelí. Para cuando podamos investigar lo que sea que están tratando de ocultar, ya estaremos inmersos en otra crisis y ellos proclamarán que se encuentran en “el frente de batalla en la guerra contra el terror”.

© The Independent


Una historia sobre Gaza en la Biblia
Sansón, brutal y arrogante, dispuesto a matarlos a todos

11-01-2009

Gary Leupp
CounterPunch


Sólo una historia de la Biblia tiene lugar en Gaza. De modo que ahora, cuando nuestros pensamientos se concentran en ese trágico lugar, revisitémosla: es la historia de Sansón.

Los lectores de la Biblia entre vosotros sabrán que la historia aparece en el Libro de los Jueces, y que Sansón es el último en una lista de “jueces” que dirigieron a los israelitas después de su liberación de la esclavitud en Egipto.

Según Jueces, un ángel de Jehová se apareció a la madre de Sansón, hasta entonces una mujer estéril, y anunció que concebiría un hijo. No debía beber vino y no comer nada impuro, y consagrar a su recién nacido a Jehová como “nazirita,” queriendo decir que nunca debía cortar su cabello, consumir alcohol, o acercarse a un cadáver. Como veremos, no cumple esos votos.

En los días de la historia, el pueblo dominante en el área era el que la Biblia llama filisteos, un pueblo indoeuropeo relacionado con los griegos del que la evidencia arqueológica sugiere que se había establecido en la Ciudad de Gaza desde alrededor de 1180 A. de C. Nuestra palabra “Palestina” viene de ellos.

El niño Sansón nació y, según el relato bíblico, al llegar a la edad adulta, “vio a una mujer, una hija de los filisteos.” Por lo tanto pidió a sus padres: “os ruego que me la toméis por mujer.” (Jueces 14:2). Le rogaron que prefiriera a una joven israelita en su lugar, pero insistió. La escritura explica “que esto venía del SEÑOR, y que él buscaba ocasión contra los filisteos; porque en aquel tiempo los filisteos dominaban sobre Israel.” (Jueces 14:4).

Resulta que el joven Sansón era un verdadero superhéroe. En camino a los viñedos filisteos encuentra a un león que se le aproxima rugiente. Despedaza al animal sólo con sus manos. Sin contárselo a nadie, visita y hace la corte a su futura. Después vuelve al cuerpo del león y descubre que abejas se han anidado en su interior, y un panal de miel. Su padre llega a la casa de la joven para negociar un matrimonio, y tiene lugar una gran fiesta. Sansón plantea un acertijo para que lo resuelvan los jóvenes filisteos: “Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura.” Supone que es imposible que sepan lo que sucedió entre él, el león, y las abejas. Les dice que si pueden resolver el enigma les dará treinta sábanas y treinta mudas de vestidos y si no lo hacen cada cual le deberá lo mismo. Aceptan tontamente, todos probablemente en un cierto estado de embriaguez.

Los filisteos encargados de resolver el enigma van donde la prometida de Sansón y le piden que ella lo induzca a darle la respuesta, amenazando con quemarla a ella y la casa de sus padres si no lo hace.

Sansón, derrotado por sus ardides, le divulga el secreto, y así cuando plantea su acertijo a los filisteos en la noche de su boda, justo antes de irse a la cama, pueden responderle: “¿Qué cosa es más dulce que la miel? ¿Y qué cosa es más fuerte que el león?”

En ese momento, el “espíritu de Jehová” se apodera de Sansón, es decir pierde los estribos. Corre a

Ascalón, mata a treinta filisteos, roba sus ropas y se las da a los filisteos que respondieron correctamente su acertijo.

Una vez que se ha calmado Sansón vuelve a la casa de su prometida pero descubre que su padre, quien había supuesto – dada su conducta anterior – que había perdido interés, se la había otorgado al padrino en la ceremonia.

En su lugar le ofrece a Sansón la hermana menor, pero sólo enfurece al joven israelita. Captura trescientos zorros, prende fuego a sus colas, y los hace quemar hacinas y mieses de los filisteos, así como sus viñedos y olivares (Jueces 15:5). Esto, por su parte, exaspera a los filisteos quienes culpan a los familiares de la joven por el problema y los queman.

Entonces los filisteos, por razones obvias, realizan una incursión a territorio israelita exigiendo que les sea entregado Sansón. Los israelitas cumplen juiciosamente, y entregan al culpable maniatado, pero Sansón (ya que el espíritu de Jehová vuelve a poseerlo) logra romper sus ligaduras, y encontrando una quijada de asno la emplea para masacrar a mil filisteos.

Luego se va a la Ciudad de Gaza, donde pasa la noche en un prostíbulo. Los filisteos rodean el establecimiento pero dudan de actuar en su contra. A medianoche aparece, lleva en hombros las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo a 64 kilómetros hasta Hebrón (Jueces 16:3).

Y entonces llega el momento culminante: se enamora de Dalila, otra filistea. Los ancianos filisteos ofrecen a Dalila una fortuna si descubre el secreto para restringir la fuerza sobrehumana de Sansón. Ella le ruega que revele el misterio. Tres veces le da respuestas engañosas (como ser: “Si me ataren con siete mimbres verdes que aún no estén enjutos, entonces me debilitaré”), y cada vez ella reproduce la situación que él describe, gritando: “¡Los filisteos te atacan, Sansón!” Y cada vez escapa sin daño fácilmente.

Finalmente admite que el secreto de su fuerza es que nunca una navaja ha tocado su cabeza, y que si su cabeza fuera rapada, sería igual a cualquier otro hombre. Por lo tanto ella lo adormece, llama a un barbero, y le cortan sus largos rulos. Sansón es capturado, humillado, cegado, y puesto a trabajar en la rueda de un molino. Los filisteos verdaderamente sometían a prisioneros a un tal tratamiento en Gaza en el Siglo XII A. de C.

Finalmente, meses más tarde, cuando los cabellos de Sansón volvieron a crecer, los filisteos celebran un banquete en honor de su dios Dagón y piden que Sansón les sea presentado para así burlarse del hombre que había devastado su país. Ante tres mil espectadores, hombres y mujeres, Sansón se para entre dos pilares centrales del edificio, apela a Jehová, grita “¡Muera yo con los filisteos!” y derriba el edificio.

“Y él juzgó a Israel veinte años,” concluye el relato en Jueces (16:31).

* * * * *

Ciertas premisas subyacen a todo el Libro de Jueces. El dios Jehová, ha elegido a los israelitas como su pueblo. Ha hecho un pacto con los descendientes de Abraham, para entregarles eventualmente la tierra del Nilo de Egipto al Éufrates (Génesis 15:18). Los ha convertido en una gran nación mientras estaban en Egipto, sin permitir que fueran esclavizados. Los ha conducido fuera del cautiverio mediante su sirviente, el profeta Moisés, el Legislador, que dividió las olas del Mar Rojo para permitir su cruce, y luego ahogó al ejército del faraón mientras perseguía a los hebreos en fuga.

(En realidad, existe muy poca evidencia de alguna presencia de hebreos en el antiguo Egipto, mucho menos de esclavización en gran escala. Toda la heroica narrativa del Éxodo es de una historicidad muy dudosa. http://www.beliefnet.com/Faiths/Judaism/2004/12/Did-The-Exodus-Really-Happen.aspx

El descubrimiento por un mecánico de grúa inglés de una “rueda de carro” en el Mar Rojo en 2003 causó conmoción entre los que querían absolutamente creer en el cuento del Éxodo, pero la historia nunca llegó a ninguna parte.) http://www.worldnetdaily.com/news/article.asp?ARTICLE_ID=33168

Jehová castigó a los hebreos por sus caídas en la idolatría durante los años que pasaron errando por el desierto de Sinaí llegando finalmente a Canaán, donde les ordenó que exterminaran a la gente del lugar. (Vea por ejemplo Josué 11:14, sobre la captura de la ciudad de Jazor, donde Josué y sus hombres se apoderaron del ganado “las personas, en cambio, las pasaron al filo de la espada, hasta acabar con todos. No dejaron a nadie con vida.”)

¿Recordáis la historia en el Libro de Josué, en la que Jehová hace que los muros colapsen, las fuerzas de Josué atacan y “Luego consagraron al exterminio todo lo que había en ella, pasando al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y ancianos, vacas, ovejas y asnos” (Josué 6:21)? (Hay una canción infantil en la escuela dominical al respecto: “Josué peleó contra Jericó, Jericó, Jericó. Josué peleó contra Jericó y el muro se cayó. ¡Aleluya!”) La rectitud del pueblo de Dios es sobrentendida en estas historias, la prescindibilidad de las vidas de sus enemigos – cualquiera que compita con dicho pueblo por derechos en la Tierra Prometida – también se sobrentiende. Aquí, como en el Libro de Jueces el tema del genocidio está entretejido con tanta desenvoltura con los temas convenientemente familiares del Pueblo Elegido y de la Tierra Prometida que podríamos tener dificultades para llegar a darnos cuenta. Pero eso es lo que es: la matanza, por orden divina, de pueblos enteros. Herem en hebrero (“la maldición de la destrucción”) quería decir el asesinato de todos los seres humanos y de los animales en la maldición de la guerra santa.

Nosotros, estadounidenses, por supuesto tenemos nuestros propios mitos heroicos de nuestros peregrinos que llegaron a nuestra Tierra Prometida, elegidos por Dios para derrotar a los nativos paganos, justificando tantas atrocidades con la cita de textos del Antiguo Testamento.

* * * * *

Mary Joan Winn Leith escribe sobre la historia de Sansón en “The Oxford Companion to the Bible”: “Es uno de los cuentos más ingeniosamente compuestos en la Biblia… Un estudio sutil de engaño y traición, por humanos y por dios, para bien o para mal.”

Por otra parte: ¡qué historia horrible! Hay pocas cualidades redentoras en ese bruto egoísta, hipersexuado, maligno, que abusa de los animales encendiendo sus colas y ni siquiera tiene suficiente buen sentido para darse cuenta de que Dalila trabaja con el enemigo.

Ahora bien, se trata, claro está, de un texto probablemente escrito hace entre 2600 y 2800 años. Su(s) autor(es) no tiene(n) nada que ver con alguna disputa política contemporánea, y no podemos esperar que el texto nos dé mucha perspectiva para comprender el pensamiento de los sionistas en relación con la presente Blitzkrieg [guerra relámpago] contra Gaza.

Pero, los siguientes son algunos pasajes que hacen pensar:

“…esto venía de Jehová, y que él buscaba ocasión contra los Filisteos: porque en aquel tiempo los Filisteos dominaban sobre Israel.” (Jueces 14:4)-
La realidad es que es evidente los dirigentes israelíes han buscado motivos para la guerra contra los palestinos, en múltiples ocasiones. Han fabricado pretextos durante décadas. En 2006 usaron un ataque de Hezbolá contra una estación de patrulla fronteriza israelí, en el que murieron seis y en la que dos soldados israelíes fueron tomados como rehenes, como pretexto para un ataque masivo contra el Líbano, en el que mataron a más de 1.000.

El autor de este trabajo ficticio, escrito hace tal vez 2600 o 2800 años, señala que el propio Jehová buscaba la batalla. Un humanista secular podría interpretar que el pasaje significa que los devotos de Jehová ansiaban una batalla contra los filisteos, cuya tierra codiciaban.

“Y el espíritu de Jehová cayó sobre él, y descendió á Ascalón, é hirió treinta hombres de ellos; y tomando sus despojos, dio las mudas de vestidos á los que habían explicado el enigma…” (Jueces 14:19)
Ascalón, la antigua ciudad palestina de la que colonos sionistas se apoderaron desde 1948, ha vuelto a las noticias recientemente. Hemos oído hablar mucho del bombardeo palestino indiscriminado de la ciudad que es alcanzada ocasionalmente por cohetes caseros desde Gaza. Aquí, en la historia de Sansón, vemos al héroe israelita matando indiscriminadamente a treinta hombres en ese lugar. ¡Pero lo hace lleno del espíritu de Dios!

Podéis estar seguros de que este domingo predicadores desde púlpitos en todo EE.UU. apoyarán la invasión israelí de Gaza como un acto divino de autodefensa. (Reaccionarán a la astuta campaña israelí de relaciones públicas de nauseabunda superioridad moral.) ¿Se les escaparán las ironías subyacentes?

“¡Muera yo con los Filisteos!” grita Sansón mientras hace que la sala de banquetes se derrumbe sobre sus fundamentos (Jueces 16:30)
¿No se parece a la mentalidad del atacante suicida? Nos dicen que Sansón mató más gente en el banquete que en toda su vida (16:30) y que sus hermanos llegaron para llevarse su cuerpo. (Pero probablemente no esperaba renacer en un Paraíso; esa noción persa no había penetrado realmente el judaísmo. Fue probablemente un producto del Cautiverio Babilónico – de la contribución iraní a la experiencia judía.)

Por lo tanto Sansón, el juez de Israel, se autodestruye, y a miles de filisteos, en Gaza. Es definitivamente una historia de la Biblia que vale la pena releer en particular durante estos días.

* * *

A numerosos israelíes les gusta presentar a su nación como el pequeño David, el pastorcito que llegará a ser rey, confrontando a Goliat de Gath, el gigante filisteo, por la gracia de Dios, derribándolo con una piedra lanzada con una honda.

Sugiero otra imagen: Israel como Sansón. Salvaje, irracional, matonesco, indómito, codicioso, dado a obsesiones religiosas, la increíble masa capaz de llevar a cuestas las puertas de la ciudad de Gaza, pero vulnerable en última instancia. Lo realmente espeluznante respecto a Sansón es que, lleno de autocompasión y arrogancia moral incluso antes de cometer atrocidades contra tantos filisteos, está dispuesto a matar 3.000 más y a sí mismo derribando la gran sala sobre todos.

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Gary Leupp es profesor de historia en la Universidad Tufts, y profesor adjunto de Religión Comparativa. Es autor de “Servants, Shophands and Laborers in the Cities of Tokugawa Japan”; “Male Colors: The Construction of Homosexuality in Tokugawa Japan”; e “Interracial Intimacy in Japan: Western Men and Japanese Women, 1543-1900.” También colaboró con la despiadada crónica de CounterPunch sobre las guerras en Iraq, Afganistán y Yugoslavia: “Imperial Crusades.” Para contactos escriba a: gleupp@granite.tufts.edu


Hamas: defensa de la resistencia islámica

12-01-2009

John Brown
Iohannes Maurus

Es notorio que ha existido, según se dice, un autómata construido de tal manera que resultaba capaz de replicar a cada jugada de un ajedrecista con otra jugada contraria que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco trajeado a la turca, en la boca una pipa de narguile, se sentaba a tablero apoyado sobre una mesa espaciosa. Un sistema de espejos despertaba la ilusión de que esta mesa era transparente por todos sus lados. En realidad se sentaba dentro un enano jorobado que era un maestro en el juego del ajedrez y que guiaba mediante hilos la mano del muñeco. Podemos imaginarnos un equivalente de este aparato en la filosofía. Siempre tendrá que ganar el muñeco que llamamos «materialismo histórico». Podrá habérsela -sin más ni más con cualquiera, si toma a su servicio a la teología que, como es sabido, es hoy pequeña y fea y no debe dejarse ver en modo alguno.

Walter Benjamin, Tesis sobre la filosofía de la historia

Nadie en su sano juicio pretende que el movimiento de resistencia islámica Hamas ( Harakat al Muqawamat al Islamia ) sea un exponente de la Ilustración, sea esta árabe u occidental. Se trata, sin lugar a dudas de un partido religioso e incluso teocrático. No resulta, sin embargo, fácil pedir que basen su actuación política en un análisis puramente racional de su situación a los habitantes de un país colonizado. Palestina loe en un grado extremo, pues su población está compuesta en enorme proporción de deportados y refugiados de distintas oleadas de colonización judía y se ha visto sometida a decenios de represión y humillación durante los cuales el Estado sionista ha ido liquidando físicamente o condenando al exilio a sus dirigentes políticos y a muchos de sus intelectuales. Quien compruebe cómo se desenvuelve lo que va quedando de la política en Europa occidental y en los Estados Unidos, donde las decisiones políticas van sistematicamente acompañadas de una permanente manipulación de la opinión, no debería sorprenderse de que los más pobres y oprimidos no superen a los más ricos y cultos en “racionalidad política”.

El carácter explícitamente teológico del movimiento Hamas así como de los sectores más activos de la resistencia anticolonial árabe y musulmana merece una reflexión. En primer lugar porque su exotismo, con el que se quiere justificar una guerra de civilizaciones es muy relativo. Tal vez sea una de las mayores ilusiones ilustradas del marxismo el haber pensado que una política racional, un socialismo científico fuera posible. En eso el propio Marx era hijo de su tiempo y no pudo separarse de la tendencia ideológica dominante. No basta la racionalidad para fundamentar una acción política, ni en general para desencadenar una acción. La conclusión de un silogismo práctico es, según Aristóteles, no una proposición, sino un acto. Una decisión cuyo fundamento está en otro terreno, en otro escenario. La política, toda política requiere un suplemento que Walter Benjamin denominaba teológico y que sirve de fundamento a sus planteamientos racionales. A la frase de Lenin según la cual “ el marxismo es omnipotente porque es verdadero ” de clara connotación cientista, Benjamin responde que “ el materialismo dialéctico es invencible asociado a la teología .” No basta un análisis racional de una situación insoportable, ni basta la propia insoportabilidad de la situación para que con ello surja un impulso político que tienda a salir de ella. Es necesario un planteamiento que en cierto modo se despegue de la “realidad”, considere que la realidad por sí misma no tiene sentido, es insensata, no justifica nada. Es necesario alcanzar una posición de relativa trascendencia a la racionalidad que describe lo real para ver que todo poder es transitorio y relativo. Lo que en términos de teología islámica se expresa con algunas frases que sirven de fundamento a toda una civilización: “ la ghaliba illa Allah ” (no hay más vencedor que Dios) o el " takbir ", el acto de decir “ allahu akbar ” (Dios es el más grande, o Deus maximus , según traducían los cronistas medievales cristianos).

La posición teológico=política no es totalmente ajena al materialismo, sino más bien complementaria de este. El plano teológico=político abre un espacio de excepción frente a culquier realidad que aspire a ser norma y no mera facticidad. Frente a los reyes que se creen dioses y frente a los órdenes inmutables basados en los derechos humanos y el mercado, también frente a quienes ridículamente afirman que hay pueblos elegidos por Dios. La excepción teológica es condición inexcusable de cualquier política que no se vea reducida a policía de la normalidad. Incluso =o sobre todo= de una política materialista.

El rechazo por parte del materialismo de cualquier concepción cerrada y total de la realidad obedece al hecho de que lo real no puede ser nunca el resultado de la voluntad o la plasmación de la idea de un sujeto. Como afirmaba Fichte, el idealismo afirma que el objeto deriva del sujeto, el materialismo que el sujeto es un efecto del objeto. La realidad no tiene carácter ideal y por ello mismo no puede ser "leída" como un texto según nos enseñaba Louis Althusser. No tiene valor "epistemológico" ni normativo. Por ello mismo toda verdad y toda justicia son resultado, no de una determinación a priori, sino de una lucha, de un esfuerzo, de una acción en contraste con otras realidades. Resultado y conquista momentáneo y parcial. La verdad, no es la transparencia, sino la elucidación, la aletheia . A la facilidad de la lectura se sustituye la labor de la producción de conceptos, al orden moral firme como las estrellas la lucha permanente de los hombres por la " decencia común ".

El materialismo no pretende siempre ya saber, sólo sabe que todo saber es una producción que tiene como resultado productos parciales y transitorios. Mediante la idea de Dios, la teología produce efectos materialistas al precarizar los órdenes y los saberes mundanos mediante la afirmación de su fundamento oscuro y transcendente. En cierto modo reconoce una división, una brecha en la realidad que separa a esta de su fundamento y por la cual todo orden mundano resulta precario. Esta división se cierra, sin embargo, mediante la idea de un Dios omnisciente y omnipotente que da una coherencia absoluta, aunque oculta, al conjunto de lo real. El materialismo afirma esta misma división y esta brecha. Dice con Heráclito que la guerra es el padre de todas las cosas y asume la contradicción práctica que reprocharan a Spinoza: que Dios modificado en Turco pueda matar a Dios modificado en cristiano. Uno se divide en dos. La diferencia entre el planteamiento materialista y el teológico es que este último pretende mediante la idea de Dios cerrar el espacio del conocimiento y de la acción que el materialismo pugna por dejar abierto. El materialismo se enfrenta a la insensatez del mundo aceptando la ignorancia como marco inevitables de una verdad que sólo puede ser elucidación y produciendo conocimiento. Sin suponer que existe una verdad oculta. Para el materialista, un objeto volador no identificado o una visión espectral figuran, sin que ello produzca particular desasosiego a quien es amigo de la tierra y del mundo, entre la multitud de cosas que desconocemos; para el religioso, son un OVNI tripulado por extraterrestres o un ánima. Lo desconocido es para la religión milagro, el milagro es, para la razón materialista desconocido. Con todo, ambas posiciones se diferencian nítidamente del idealismo, que afirma que lo real es ideal, que lo real es en último término una realidad coherente puesta por un sujeto sin fisuras, lo cual le otorga sentido y la hace legible.

Condenar de entrada a un movimiento político por tener un fundamento religioso como pretenden nuestros laicos occidentales, perseguidores de las chicas con velo, es suponer que puede existir algo así como una política "puramente racional" y que en último término la realidad histórica tiene un sentido más allá del que le den las luchas y el pensamiento de los hombres, pues "todo lo real es racional". Esto como sabemos desemboca en el fin de la historia y de la política declarado por Kojève, y más recientemente por Fukuyama y en lugar de fundar una política, declara el fin y la disolución de toda política en el orden liberal. El drama estúpido que se ha producido estos últimos días en la izquierda italiana en Milán y otras ciudades a propósito de los rezos musulmanes en las manifestaciones a favor de Gaza es una muestra de la impotencia de la izquierda italiana, de su incapacidad de despegarse de una racionalidad chata anclada en lo fáctico.

Hamas es, por lo tanto, un movimiento político que, como todos los demás, tiene un componente teológico. Tal es, según François Burgat, el caso, en general de todos los movimientos anticoloniales islámicos surgidos tras el fracaso del anticolonialismo laico. La particularidad de Hamas y de los demás movimientos islámicos de resistencia es que en ellos el componente teológico islámico es explícito. Esto no les impide ser organizaciones que expresan planteamientos y reivindicaciones políticos, a menudo legítimas y coincidentes con la legalidad y los valores reivindicados por la cultura occidental, que conviene examinar y no sepultar bajo interesadas acusaciones de fanatismo y terrorismo.

Bajo el gobierno de la organización supuestamente "terrorista" y "fanática" que es Hamas, tanto en el conjunto de los "Territorios" tras las elecciones que llevaron al gobierno a Ismail Haniya, como aún hoy en el reducto de legalidad democrática que es hoy Gaza, tras el golpe de Estado organizado por los occidentales y Abbas, esta organización, votada por una gran mayoría de los palestinos ha coexistido y colaborado con numerosas facciones laicas y marxistas de la resistencia y respeta el culto cristiano. También ha manifestado reiteradamente su disposición a un "apaciguamiento" ( tahadiya ) con Israel cuyas condiciones son el mero respeto del derecho internacional. Hamas ofrece aun hoy al Estado sionista, tras el asesinato de numerosos dirigentes y militantes del movimiento y las matanzas de población civil perpetradas por Israel, una tregua indefinida a condición de que este reconozca como suyas las fronteras de 1967, tal como lo exigen las Naciones Unidas, sin hacer lo más mínimo por imponerlo. Los "extremistas" y los terroristas son quienes exigen que se cumpla el derecho internacional, los "demócratas" son quienes no aceptan ninguna frontera y se atribuyen un derecho sin límites a la tierra palestina. Es curiosa esta inversión de los términos.

También se esgrime contra Hamas la práctica de los atentados suicidas, que serían prueba de un enorme fanatismo religioso. En primer lugar, los atentados suicidas fueron una táctica hoy abandonada por la dirección de Hamas. Una táctica cuya dimensión es enteramente militar. Si el coche bomba es según la acertada expresión de Mike Davis la " fuerza aérea de los pobres ", el atentado suicida tal vez sea la " artillería de los pobres ". Ambos son horribles, aunque bastante menos mortíferos que la fuerza aérea y la artillería de los ricos. Pobres y desesperados son los palestinos de Gaza como pocas poblaciones de este mundo. Lo raro es que el número de candidatos a morir matando a los despiadados ocupantes no haya sido mayor. El abandono por parte de Hamas de esta táctica es muestra de su "moderación". En cuanto a los famosos cohetes Qassam que golpean el sur de Israel, estos constituyen un sustituto de los atentados suicidas. Los Qassam atacan a ciegas: su tecnología rudimentaria no permite dirigirlos específicamente contra objetivos militares. Son las patadas y los mordiscos de quien se resiste a que lo maten, patadas y mordiscos que pueden sin duda hacer daño a los circunstantes que contemplan pacíficamente la ejecución. Es también difícil de comprender que una población asediada y enferma no haya sido aún más violenta en su deseperación.

Se dice también de Hamas que en su carta llama a destruir Israel y a exterminar a los judíos. En ella hay, innegablemente, algún eco del antisemitismo de los Protocolos de los Sabios de Sión, ese viejo panfleto antisemita elaborado por la Ojrana zarista en Rusia y leido con fervor por Hitler. Se habla, en efecto de la conjura judía e incluso, judeomasónica. No hace falta, sin embargo, conjeturar ninguna oscura trama para saber que Israel recibe el apoyo de todas las potencias imperialistas, aunque, afortunadamente, no el de todos los judíos del mundo, en su política colonial y racista. Este apoyo lo recibe a la luz del día, incluso hoy, cuando los Estados Unidos se apresuran a enviar a su aliado israelí, en plena carnicería de Gaza, más armas y más municiones a través de Grecia. Decir que ha hecho falta una conjura para perpetrar los crímenes de los que viene siendo víctima la población árabe de Palestina desde hace más de 60 años constituye una muestra ingenua de optimismo histórico y de fe en la humanidad.

El otro elemento supuestamente antisemita de la Carta de Hamas es un hadith , un dicho del Profeta recogido por Bujari y otros musulmanes, que se cita en su artículo 7 y afirma lo siguiente: "El Profeta, que Alá le bendiga y le dé la salvación, ha dicho: “El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes combatan contra los judíos (matando a los judíos), cuando el judío se esconderá detrás de piedras y árboles. Las piedras y los árboles dirán: Oh musulmanes, oh Abdulla, hay un judío detrás de mí, ven a matarlo. Sólo el árbol gharkad (evidentemente cierta clase de árbol) no lo hará, porque es uno de los árboles de los judíos”. (Narrado por al-Bukhari y Moslem) "

Se trata de un texto de oscuro significado que, probablemente, se remonte a uno de los numerosos enfrentamientos armados de Mohammed con los primeros perseguidores del Islam, entre los cuales destacaron los idólatras y los judíos. Este texto, conocido y citado desde los primeros siglos del Islam no impidió que florecieran en el mundo islámico importantes y brillantes comunidades judías, perfectamente inscritas en la civilización del Islam. Es un texto de circunstancia que llama a luchar contra los judíos perseguidores del Islam, no a exterminar a los judíos como en su momento pretendiera la Inquisición en España. En cualquier caso, la lucha por la independencia de Palestina exige una lucha contra los invasores y los ocupantes que implica una resistencia armada. Exige designar un enemigo. Defenderse de la agresión israelí, defenderse de este enemigo implica matar judíos, como defenderse de los nazis implicaba matar alemanes, sin que ello signifique que se pretende exterminar a la población judía ni a la alemana.

También se olvida la explícita condena del holocausto realizada por altos representantes de Hamas como Bassem Naim, el ministro de sanidad del gobierno legítimamente designado: " Debe quedar claro que ni Hamas ni el gobierno palestino en Gaza niegan el holocausto cometido por los nazis. El holocausto no fue sólo un crimen contra la humanidad, sino uno de los crímenes más abominables de la historia moderna. Lo condenamos al igual que condenamos todos los abusos contra el género humano y todas las formas de discriminación basadas en la raza, el género o la nacionalidad".

Se omiten intencionalmente otros pasajes de la Carta de Hamas que llaman a la convivencia a las gentes de las distintas religiones. Entre ellos algunos aleyas del Corán que hacen del Islam la única religión que admite el pluralismo religioso como algo querido por Dios. Así, la Carta de Hamas cita Corán 5, 48. Si Dios así los hubiera querido, os habría hecho de una sola comunidad. Pero ha querido poneros a prueba mediante el don que os ha hecho.Procurad superaros unos a otros en las buenas acciones. Todos vosotros regresaréis a Dios. Entonces os dará claridad sobre vuestras diferencias."

Una convivencia bajo el Islam como la que propugna Hamas no es necesariamente una dictadura teológica. Que no tiemblen demasiado los "laicos" occidentales que sólo ven fanatismo religioso en el Islam anticolonial y son incapaces de reconocerlo en la teocracia israelí en la que son los rabinos quienes determinan el derecho a la ciudadanía...Lo que se entiende aquí por Islam no es la Santa Inquisición, sino la convivencia pacífica entre las gentes de las religiones del Libro. En Hamas al igual que en los Hermanos Musulmanes de Egipto hay miembros y dirigentes cristianos. Para ellos el Islam es algo más que una religión: es un espacio de civilización que se trata de liberar de la opresión colonial. Por ello mismo Hamas mereció el apoyo masivo de la población palestina en las últimas elecciones celebradas en los territorios. Un apoyo a una organización que, a diferencia de la Autoridad Palestina colaboracionsita con el ocupante y corrupta, vertebra la resistencia estructurando la sociedad civil mediante redes de ayuda y asistencia que permiten a la lacerada población de los territorios cumplir el fundamental acto de resistencia frente a un poder racista como el de Israel: existir.

Si se quiere ser realmente solidario con Palestina, hay que desear la victoria de Hamas. Apoyar políticamente a esta organización no es traicionar ningún ideal democrático, sino apoyar la resistencia y la existencia misma de una población que corre el grave riesgo de ser exterminada primero políticamente y después, incluso físicamente. Apoyar el actual proceso de paz es defender el exterminio y negar a los palestinos el derecho a resistir y a liberarse del colonialismo racista que asola su país. Se puede estar o no de acuerdo con el ideario y la carta de Hamas. Yo personalmente estoy en desacuerdo con cualquier religión, incluso la de los derechos humanos, aunque considero que el materialismo constituye una teología paradójica, que asume la estructura dividida del sujeto humano y sirve de base a su existencia política. Sin embargo, creo necesario que se libere la solidaridad con la lucha palestina, que se reconozca explícitamente el derecho a la resistencia incluso armada. Que se reconozca este derecho incluso a organizaciones de base teológica o teológico-política. Esto supone, dentro de un esfuerzo general por quitarnos de encima las legislaciones de excepción antiterroristas que pretenden ahogar la disidencia política, que se elimine a Hamas y al conjunto de la resistencia palestina de todas las listas de organizaciones terroristas. Y por pura coherencia, que se incluya en ellas a Israel con todas las consecuencias


Víctimas civiles en Gaza: un concepto demasiado difuso

11-01-2009

Mari Luz Peinado
Soitu Internacional

La escasa información que nos llega desde Gaza —al igual que las fotos de niños muertos por los bombardeos— nos habla de ataques indiscriminados de Israel sobre la Franja. Sin embargo, las cifras de la ONU indican que el porcentaje de población civil que ha muerto desde que empezó la ofensiva es del 25%. ¿No es demasiado bajo si tenemos en cuenta que las bombas han alcanzado mezquitas, escuelas y edificios públicos? La respuesta es que no es fácil ser considerado civil en Gaza.

Según el Derecho Internacional Humanitario, población civil son todas aquellas personas que no se ubiquen en las categorías de combatientes, es decir, que no sean soldados regulares o milicianos. "El problema es que se están englobando bajas de civiles dentro de las de Hamás, porque se considera objetivo todo aquello que está relacionado con este grupo", explica Raquel Martí, directora ejecutiva del Comité Español de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestina en Oriente Próximo).

La teoría de Martí es la única explicación a las cifras oficiales que se conocen: la ofensiva israelí ha dejado más de 600 muertos, 125 civiles. Según 'Save the children', 101 de ellos son niños, es decir, sólo 25 bajas de hombres y mujeres que no fueran objetivo militar. "En cierto modo, es normal que el porcentaje de menores muertos sea alto, porque más de la mitad de la población de Gaza tiene menos de 18 años. Sin embargo, la explicación va más allá, —indican desde el Comité español de la UNRWA—. Para Israel, los policías y funcionarios están siendo considerados miembros de Hamás por formar parte de su Gobierno. Sólo consideran población civil a aquellas personas que están totalmente desprotegidas y desvinculadas de Hamás y básicamente ésos son los niños". Algo bastante difícil en un territorio en el que la formación consiguió mayoría absoluta en las últimas elecciones.

En un conflicto armado internacional sólo se consideran legítimos los objetivos militares. Todo lo demás viola la legalidad y los tratados internacionales, especialmente los Convenios de Ginebra. Sin embargo, considerar a toda la organización política de Gaza parte de Hamás permitiría a Israel respetar la idea que transmitió Olmert al inicio de la campaña: el objetivo es sólo Hamás y no los ciudadanos palestinos.

Una ruptura constante de la legalidad
La violación de los tratados internacionales que defienden a la población civil no es algo exclusivo del conflicto entre israelíes y palestinos. "El discurso de Israel es el de la guerra contra el terror, que también se ha usado en Afganistán e Irak: no se distingue entre los terroristas y los que los rodean. Para Israel, prácticamente todos los palestinos son terroristas, la distinción es irrelevante", comenta Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios de Conflicto y Acción Humanitaria.

Núñez hace hincapié en que, el ataque a civiles no es el único aspecto en el que Israel rompe la legalidad. "No hay que olvidar que ellos son la potencia ocupante y que el derecho internacional le otorga una serie de responsabilidades sobre la población ocupada, como su seguridad y su bienestar. Además, no se trata sólo de la situación actual, sino que tampoco ha respetado las resoluciones de la ONU sobre los territorios ocupados".


Gaza: preguntas y respuestas

08-01-2009

Emir Sader
Carta Maior

1) La cuestión de fondo de los conflictos en Palestina es el veto de los Estados Unidos y la oposición militar de Israel contra la resolución de la ONU del derecho a la existencia de un Estado de Israel y de un Estado Palestino. El Estado israelí existe, pero los Estados Unidos – con su veto en el Consejo de Seguridad – e Israel, con la ocupación de los territorios palestinos, impiden que la resolución de la ONU sea puesta en práctica – única solución justa y con posibilidad de promover una paz duradera en la región.

2) En las elecciones más democráticas de toda la región – según el informe de la propia Fundación Carter –Hamas fue electo. Las potencias occidentales promovieron el boicot, junto con Israel, desconociendo la voluntad expresa de los palestinos. Esa es la raíz más inmediata de los conflictos actuales.

3) Si Hamas es considerado una organización terrorista y nunca invadió territorios israelíes, ¿cómo debe ser considerado el Ejército de ocupación israelí?

4) La teoría de las "guerras humanitarias" de la OTAN, formulada por Tony Blair, promovió el bombardeo y la intervención en Yugoslavia, acusada de promover una limpieza étnica.¿No se aplica la mismísima teoría a Israel?

5) ¿Qué se debe hacer para que Israel pare la "carnicería" – la expresión es de Lula – en Gaza?

6) La ruptura de la tregua no fue hecha por Hamas, sino por Israel, que en noviembre mató a 6 dirigentes de la organización.

7) El presidente de la Unión Europea, presidente de la República Checa, dijo que "la acción de Israel es defensiva" (sic). Argumento similar utiliza la corriente revisionista de la historia alemana, que alega que los campos de concentración del nazismo fueron una acción preventiva (sic) en relación a la represión bolchevique en la URSS.

8) La tesis central del sionismo es la de que Israel es un pueblo elegido, según su interpretación de los textos religiosos. Esta viene de mucho antes del nazismo. De ahí que el holocausto sufrido en la Alemania no podría ser comparado con nada. Esto es, el sufrimiento ajeno, inclusive el perpetrado por ellos, nunca es igual al de ellos. Tiene en común con los Estados Unidos la tesis de que seria un pueblo predestinado para rescatar a la humanidad de la barbarie, imponiéndole su sistema político, fundado supuestamente en la libertad.

9) Israel justifica el bombardeo indiscriminado de todos los lugares de Gaza, porque en cualquier lugar, según ellos, - en las mezquitas, en las escuelas, en los hospitales, etc. – podrían estar escondidas bombas y militantes de Hamas. La Universidad atacada sería antro de profesores y estudiantes de Hamas. Atacan todo con la misma visión norteamericana en Vietnam: habría que sacar el agua (el pueblo) de los peces (los militantes). Así buscaron destruir a Vietnam entero, con bombas napalm y bombas terrestres, que hasta hoy los vietnamitas todavía están retirando.

10) Corre por ahí un argumento vergonzoso de defensa de la carnicería israelí, preguntando que haría Brasil si un país fronterizo – algunos se atreven a mencionar a Uruguay – amenazara la existencia de Brasil, sugiriendo que deberíamos hacer con nuestro vecino del sur lo que Israel hace con los palestinos en Gaza: una guerra de exterminio. En primer lugar, Brasil no ocupa ningún otro país y si algún gobierno aventurero intentara hacerlo, no tendría ninguna posibilidad de conseguir el consenso interno que Israel obtiene para hacer la guerra contra los palestinos, hay fuerzas democráticas internas que lo impedirían. Fue preciso que existiera una feroz dictadura militar para poder mandar las tropas para la República Dominicana , junto con las de los Estados Unidos, para ahogar un movimiento democrático en aquel país. En segundo lugar, Uruguay, país de muy larga tradición democrática, nunca significaría un riesgo de extinción para Brasil, ni ningún otro vecino.

Es un sofisma ese argumento, de la misma forma que el de Obama visitando Israel en la campaña electoral, cuando dijo que si amenazasen a sus hijas durmiendo en su casa, se permitiría cualquier acto de agresión para defenderlas. Su silencio actual demuestra cómo las hijas de los israelíes son privilegiadas en relación a las de los palestinos, que ocupan diariamente la prensa, heridas, aterrorizadas o en las morgues, esperando lugar para ser enterradas. Quien hoy no se indigna delante de la masacre israelí y se refugia en el silencio o en sofismas, perdió la humanidad hace mucho tiempo.

11) Se puede hacer todo con los misiles, menos sentarse encima de ellos (para adaptar la fórmula clásica a la época de los misiles, antes eran bayonetas). Esto es, una victoria militar puede ser perdida políticamente por Israel. En Vietnam también la proporción era de una víctima norteamericana por 10 o 100 vietnamitas (allá también se mataba indiscriminadamente y se decía que eran guerrilleros; todo muerto se transformaba en guerrillero). En algún momento se tendrá que establecer un nuevo acuerdo político y ¿qué acuerdo Israel cree posible con el odio que genera la carnicería que está produciendo y con el repudio de la opinión pública internacional?

12) Ningún pueblo del mundo que oprime a otro, podrá vivir en paz. Israel nunca tendrá paz, hasta que los palestinos tengan el mismo derecho que ellos – poseer un Estado soberano.

13) Más que nunca los judíos de izquierda, progresistas o simplemente pacifistas, los que no están de acuerdo con la masacre de Israel contra el pueblo de Gaza, tienen que manifestarse, para que no se generalice la justa condena de Israel y del sionismo, con la totalidad de los judíos.

14) Yo no tengo raíces islámicas, a pesar de mi nombre. Soy hijo de libaneses maronitas/católicos. Mi identificación con los palestinos hoy es la misma que tuve – como tantos – con los vietnamitas. Hoy, SOMOS TODOS PALESTINOS.


Israel acompaña su masacre en Gaza con una intensa guerra de propaganda





09-01-2009


Israel libra junto a su ofensiva militar en la franja de Gaza una guerra de propaganda en todo el mundo, con un arsenal mediático que incluye vídeos en YouTube y debates en Facebook, pero su victoria no está para nada clara.

Numerosos gobiernos han criticado la envergadura de la ofensiva lanzada contra Hamas en la franja de Gaza, la ONU ha puesto el grito en el cielo por los ataques que el martes golpearon una de sus escuelas y los periodistas extranjeros están furiosos por la prohibición de entrar en el territorio palestino.

Las imágenes de padres abrazando desolados a sus hijos muertos y de los hospitales desbordados han dado la vuelta al mundo, despertando la ira entre decenas de miles de personas que se manifestaron en varias capitales para protestar contra una ofensiva que ha matado a casi 700 palestinos. Varios sitios web israelíes habrían sido blancos de ciber-ataques.

La comisaria europea de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, declaró al presidente israelí, Shimon Peres, que la imagen del Estado hebreo había quedado "destruida" por su rechazo a escuchar los llamamientos internacionales a un alto el fuego.
Por su parte, el movimiento islamista Hamas se ha concentrado en los medios árabes, descartando tener una presencia en los medios occidentales.

Israel trata de concentrar la atención del mundo en los ataques con cohetes lanzados por los islamistas contra el sur de su territorio, desplegando una campaña sofisticada de relaciones públicas.

El ministerio de Defensa colgó además vídeos de ataques israelíes contra blancos de Hamas sobre YouTube y el gobierno trata de organizar debates en Facebook. El teniente coronel de reserva Olivier Rafowicz, movilizado en Sderot, a una decena de kilómetros de la franja de Gaza, reconoce que el ejército envía mensajes de texto a los periodistas cada vez que un proyectil palestino provoca daños o víctimas, con su versión sobre la localización del impacto y sobre los afectados.

Una periodista de la AFP comprobó que el ejército organiza para los periodistas visitas organizadas en minibús a Sderot para que tomen las imágenes de los daños provocados por los cohetes y entrevisten a los habitantes.

Israel ha contratado a una empresa británica de relaciones públicas empleada en el pasado por los gobiernos libanés y norirlandés. "La lógica mediática está controlada globalmente por Israel", explica Dominique Wolton, especialista de medios de comunicación en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) en París.

Sin embargo, el Estado hebreo "no ganará la batalla de la comunicación porque el desequilibrio de fuerzas (con Hamas) juega en su contra", declara.

Para Charles Tripp, profesor de ciencias políticas medio-orientales en la School of Oriental and African Studies de Londres, en Europa "las duras imágenes de lo que viven los civiles en Gaza tienen seguramente un impacto mucho más importante que las de portavoces israelíes hablando sobre la guerra contra el terrorismo".



Masacre en Gaza/“Al no haber logrado sus objetivos, Israel considera un alto el fuego como su huida” Teherán, Irán. IRNA. 8 de enero de 2009


“Al no haber logrado sus objetivos prosiguiendo la guerra contra la población de Gaza, el régimen sionista ha ampliado el conflicto hasta el sur del Líbano y quiere adecuar las condiciones para que se produzca un alto el fuego para así poder huir del pantanal de Gaza”, ha manifestado hoy jueves en una entrevista con IRNA Husein Alai, profesor universitario experto en cuestiones de Oriente Medio.

Fuentes israelíes han contactado hoy jueves para asegurar a las noticieras de todo el mundo que han escuchado explosiones en Naharia, al norte de la Palestina ocupada, así como en la zona de Shlomi. Estas afirmaciones aún no ha sido corroboradas por fuentes independientes pues ninguna ha dado fe de que el Líbano haya disparado misiles Katiusha a esas dos zonas, excusa de la que se ha valido Tel Aviv para disparar cuatro obuses al sur del Líbano. “Israel está procurando levantar una guerra psicológica al extender la guerra, con lo que intenta huir de la presión de la opinión pública internacional y hallar una ruta para salir del callejón sin salida en el que se ha metido”, ha añadido Alai.

“Todavía ningún grupo se ha atribuido el lanzamiento de los misiles Katiusha a la Palestina ocupada, pero, en el caso de ser real esa noticia, sería una señal de la preocupación de los libaneses por los ataques de Israel al pueblo palestino y por la inacción internacional en este sentido”, suscribió.

Sobre el plan propuesto por los egipcios, Alai opinó que dicho plan ha sido presentado porque Israel y EEUU están interesados en que Egipto desempeñe su papel por ser este país “un factor de control sobre el comportamiento de los palestinos, en especial, de Hamás.”

“Tenemos que tener en cuenta de que los Hermanos Musulmanes de Egipto tienen mucho poder—explicó—, y que esta organización sigue el mismo ideario político que Hamás; por tanto, el gobierno de El Cairo necesita mostrar a quienes están de parte de los palestinos que se obra a favor de éstos, y es por esta razón por la que han propuesto un alto el fuego.”

“Habida cuenta de que Egipto tiene frontera con la franja de Gaza a través del paso de Rafah, Israel está interesado en mantener el control sobre la población palestina a través de Egipto”, concluyó.


Israel: un defecto de fábrica

Santiago Alba Rico
Diagonal

El verdadero vencedor de la 2ª guerra mundial no fue la alianza de naciones que combatió a la Alemania nazi, tampoco esos EEUU robustecidos por el debilitamiento de Europa y mucho menos, desde luego, los millones de víctimas judías del nazismo: el verdadero vencedor de la 2ª guerra mundial fue el movimiento sionista fundado por Thedor Herzl en 1897. Por eso mismo, el verdadero perdedor del conflicto bélico no fue Alemania ni Japón ni Italia ni tampoco esa URRS condenada a desaparecer 40 años más tarde: el verdadero perdedor -junto a los millones de víctimas del holocausto nazi- fue el pueblo palestino, radicalmente inocente y completamente ajeno al mismo tiempo al antisemitismo europeo y a sus luchas interimperialistas. Ignominiosa combinación de intereses espurios y mala conciencia, la injustísima resolución 181 de la ONU que en 1947 decidió la partición de Palestina conserva hoy toda su actualidad destructiva. Marek Edelman, heroico defensor del gueto de Varsovia en 1943, supo ver muy bien los motivos: “Si se ha creado Israel ha sido gracias a un acuerdo entre Gran Bretaña, Estados Unidos y la URSS. No para expiar los seis millones de judíos asesinados por Europa, sino para repartirse los negocios de Oriente Medio”. Todos podemos ver hoy los resultados: a través de esa pequeña grieta se está desangrando irremediablemente el mundo.

El Congreso de Basilea, acta fundacional del sionismo, fue tempranamente denunciado por Karl Kraus, judío universal de Viena, como una forma de antisemitismo: “Estas dos fuerzas aspiran secretamente a una alianza”, pues “su objetivo es, en efecto, común: expulsar a los judíos de Europa”. El esencialismo étnico-religioso de Theodor Herzl, en cualquier caso, sólo persuadió a una diminuta minoría, como lo demuestra el hecho de que apenas unos pocos miles de sionistas emigraron a Palestina antes de 1933. Sólo la convergencia de tres factores exteriores a la historia de la región explica la presencia de 600.000 judíos en el momento de la partición. El primero fue la persecución nazi, que obligó a huir a millones de judíos tanto de Alemania como de las zonas por ella ocupadas. El segundo, la inescrupulosa explotación de este genocidio por parte de la organización sionista, más preocupada por colonizar Palestina que por salvar seres humanos: “Si se me diese la posibilidad”, declaró Ben Gurion en 1938, “de salvar a todos los niños judíos de Alemania llevándolos a Inglaterra o salvar sólo a la mitad transportándolos a Eretz-Israel, optaría por la segunda alternativa”. El tercero, la codicia imperialista de Inglaterra, que a partir de la declaración Balfour (1917) y mediante una maquiavélica política migratoria supo interpretar a su favor todas las ventajas de la propuesta racista de Herzl: “Para Europa construiremos ahí (en Palestina) un trozo de muralla contra Asia, seremos el centinela avanzado de la civilización contra la barbarie”.

En contra de lo que creemos saber, no sólo la justicia palestina se opuso al principio de la partición sino también la injusticia sionista. En 1948, Menahem Beguin, dirigente del grupo terrorista Irgoun y futuro premio Nobel de la paz, declaraba que “la partición no privará a Israel del resto de los territorios”. El 19 de marzo de ese mismo año Ben Gurión, jefe de la Haganah y padre fundador de Israel, insistía en que “el Estado judío no dependerá de la política de la ONU sino de nuestra fuerza militar”. Esa fuerza militar, articulada en el plan Dalet, expulsó de sus tierras, mediante el terror y la violencia, a 800.000 palestinos, en una operación de limpieza étnica a gran escala cuya envergadura y objetivos ha sido claramente expuesta a la luz por el historiador israelí Benny Morris (un ultrasionista que sólo lamenta, por lo demás, que Ben Gurion no fuese aún más radical). De esa manera, el 18 de mayo de 1948 fue creado, sobre el 77% del territorio palestino, el “único Estado democrático” de Oriente Medio, un Estado “judío” cuya “constitución” es la conocida Ley del Retorno de 1950. Es ella, y no la decencia ni la razón ni la historia, la que permite “regresar” a Palestina a cualquier “judío” del mundo, a partir de una ambigua definición racial-religiosa que comprende a los descendientes de padres o abuelos judíos y a los conversos a la religión de Moisés (pero excluye a los que cambian de credo y a los que cuestionan el carácter “judío” del Estado de Israel).

Cada vez que Israel bombardea ciudades, levanta muros, derriba olivos o impone el hambre y la enfermedad a millones de seres humanos, los EEUU y la UE, si a veces lamentan “el desproporcionado uso de la fuerza”, recuerdan una y otra vez su derecho a la defensa. Que nadie se escandalice si digo que es absurdo invocar su derecho a la defensa cuando lo que está en cuestión es su derecho a la existencia. Cada vez que EEUU y la UE promueven alguna “iniciativa de paz” se discute sobre qué hacer con los palestinos y qué conceder a los palestinos, como si los intrusos y ocupantes fueran ellos. Que nadie se escandalice si digo que la verdadera cuestión es saber qué hacemos con los israelíes y qué concedemos a los israelíes. No puede haber justicia si no se parte de principios justos y es necesario, por tanto, invertir esos principios que nos parecen absurdamente naturales para alcanzar, no ya a la justicia, sino una solución mínimamente injusta. Estoy seguro de que el pragmatismo y la piedad llevaría a los palestinos a ser generosos con los israelíes si el mundo declarase públicamente de qué parte está la razón y obrase en consecuencia. Pero mientras EEUU y la UE, únicas llaves del conflicto, apoyen política, económica y militarmente los derechos del racismo, el fanatismo, el nacionalismo mesiánico y la violencia colonial la humanidad seguirá desangrándose sin remedio a través de esa grieta abierta en Palestina.

Cien años de soledad judía

Gilad Atzmon
CounterPunch

“El judío emancipado es inseguro en las relaciones con sus compañeros, tímido con los extraños, receloso incluso de los sentimientos secretos de sus amigos. Sus mejores facultades se agotaron en el intento de suprimir o, al menos, en el difícil intento de ocultar su auténtico carácter.”

(Max Nordau, discurso pronunciado en el Primer Congreso Sionista, 29 de agosto de 1897)

El Sionismo no es un movimiento reciente. Hace casi ciento diez años que se celebró el primer Congreso Sionista y han transcurrido casi noventa años desde que se publicó la Declaración Balfour (1917). Han pasado exactamente seis décadas desde la formación del estado judío y desde la limpieza étnica masiva llevada a cabo contra la inmensa mayoría de la población indígena palestina. No sólo sucede que el Sionismo ya no es joven sino que además está lejos de ser un movimiento ideológico unificado. De hecho, es casi imposible determinar estos elementos tan básicos: ¿hacia dónde camina el Sionismo?, ¿dónde están localizados los cuarteles del Sionismo; ¿en la oficina de Olmert en Jerusalén o más bien en Wall Street NYC? ¿Hay una continuidad ideológica lineal entre la visión israelí de sus intereses en Oriente Medio y el arquitecto que está detrás del proyecto del Nuevo Siglo Americano? ¿Hay una continuidad entre el crimen perpetrado contra el pueblo palestino en Gaza, en nombre de la guerra contra el terror, y el crimen perpetrado contra el pueblo iraquí, en nombre de la ‘liberación’?

En un anterior escrito mío (La “tercera categoría” y el movimiento de solidaridad con Palestina, identidad judía, Sionismo y Palestina), sugería que se puede comprender la cuestión del Sionismo como una especie de red operativa en la cual cada uno de sus elementos contribuye al mantenimiento de todo el sistema. Dentro de la red sionista, no es necesario un sistema lúcido de hegemonía. En una red de esa clase, cada elemento cumple con su papel. Y, en efecto, ahí está el éxito del Sionismo para demostrar que, mira por donde, el todo es mucho más grande que las partes.


Gilad Atzmon visto por Ben Heine

A través de los años, el Sionismo se ha convertido en un sistema muy eficiente que sirve a lo que podría definirse como intereses judíos fundamentales. Dentro de la estructura sionista: los israelíes colonizan Palestina y la Diáspora judía está ahí para movilizar a grupos de presión a fin de conseguir apoyos internacionales. Los neocon transforman el ejército USamericano en una misión de fuerza israelí que combate los últimos reductos de la resistencia árabe. Y quién lo diría, los anti-sionistas descendientes de judíos (y esto podría incluir incluso a los orgullosos de odiarse a sí mismos, como yo) están ahí para representar una imagen de pluralidad ideológica así como de preocupación ética dentro del mundo judío. Además, dentro de la imagen de esa misma red, incluso los denominados ‘enemigos del pueblo judío’ tienen un rol claro. Ahmadineyad es el ‘Hitler’ actual y el resto de los ‘islamofascistas’ están ahí para completar el ‘judeocidio nazi’. Es decir, la visión sionista existe para ofrecer una comprensión bastante definitiva de la cuestión de la identidad judía contemporánea así como de los asuntos judíos.

Aunque en mi escrito sobre la tercera categoría sugerí una comprensión sociológica de la praxis sionista, quedó abierta una pregunta. ¿Qué es el Sionismo?

Aunque tradicionalmente tendemos a asociar el Sionismo con una aspiración nacional específica judía y con un llamamiento al retorno a Sión (Palestina), no es necesariamente la única interpretación histórica o filosófica viable del empeño sionista. Sugeriría aquí que tiene mucho más sentido considerar el Sionismo como un proyecto de preservación tribal judía. Es decir, que el Sionismo podría ser fácilmente interpretado como un movimiento global judío que tiene como objetivo esencial impedir la asimilación. Por consiguiente, el Sionismo debe considerarse como una amalgama de distintas filosofías especializadas en diferentes formas de disociación. Una interpretación así ampliará nuestro ámbito de crítica y puede arrojar algo de luz nueva sobre el significativo poder del Sionismo global, del apoyo general del mundo judío al estado israelí. Podemos también comprender por vez primera el papel de las esporádicas voces judías que casualmente se oponen al Sionismo. Un cambio terminológico tal de la noción de Sionismo enfatizará una continuidad ideológica entre la asunción de la asimilación de Herzl y el ‘desenganche unilateral’ del difunto Sharon. Podemos obtener una comprensión más profunda de la ideología que motiva la tercera red de categorías. Una vez que comprendamos qué es el Sionismo, podemos también entender por vez primera quién se opone de verdad a él.


Lo Tribal, lo Universal y el Socialista Judío

Los judíos, como cualquier persona, están más que autorizados para abandonar a Dios, dejar su fe y divorciarse de la religión. En efecto, abandonar a Dios no es ni un argumento filosófico ni un razonamiento ético. Abandonar la religión no significa necesariamente que uno se convierta en humanista y la secularización no implica universalismo. No, sólo es matar el concepto de Dios, no es una filosofía, no es siquiera un argumento. Es mera práctica. En realidad, el universalismo supone sobre todo reemplazar a Dios por un argumento moral antropocéntrico.

Históricamente, fue Spinoza quien lanzó el ataque modernista contra la ortodoxia bíblica judía. El objetivo de Spinoza era sustituir al Dios de Abraham con la razón. Aunque intelectuales judíos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, como Franz Rosenzweig, Herman Cohen, Leo Strauss, Gershon Scholem y unos cuantos más estuvieron intentando profundizar en el abismo de Spinoza aplicando una argumentación filosófica, tras la guerra, se abandonó la confrontación filosófica judía con la modernidad y se reemplazó en la práctica por una forma superficial de política de identidad y praxis sionista.

Recientemente, la London Jewish Chronicle publicó un texto realmente interesante. Era una breve pincelada del mantra político y filosófico de un socialista judío y de una pareja anti-sionista que ha rechazado la religión. A pesar del hecho de estar orgullosos de haber abandonado a Dios, todavía mantienen un Seder (1), han circuncidado a sus hijos gemelos y les han dado una ‘fe libre’ Bar Mitzvah (2). Hasta cierto punto, supone un diálogo entre la voz de la ‘comunidad judía’ (la CJ) y la denominada ‘voz disidente judía’. Esta es la historia de la periodista Julia Bard (56 años) y del profesor David Rosenberg (de 48), ambos miembros fundadores de Socialistas Judíos Británicos. Es una pincelada vibrante dentro del extraño e inconsistente mundo de la izquierda tribal judía. Sin embargo, puedo también admitir que fue Bard quien me abrió los ojos y me condujo hacia un cambio terminológico que presenta con una nueva luz al Sionismo.

Según la CJ: “Julia Bard y David Rosenberg son judíos comprometidos. Se sienten apasionados por la historia judía, dentro de su vida social hay fuertes elementos judíos y sus niños han heredado el amor por el hebreo y la cultura Yiddish (3)... David y Julia no pertenecen a ninguna sinagoga, no creen en Dios y se sienten antagónicos respecto al Sionismo. Sienten profundamente que esos factores no les excluirían de una total aceptación como parte de la comunidad judía dominante.”

Como muchos judíos asimilados modernos, David y Julia insisten en reducir la judeidad a una forma de orientación tribal salpimentada con algunos aspectos culturales. Aman el Yiddish y aman la historia judía. Como muchos judíos modernos asimilados, posiblemente consideran la Biblia más como un texto histórico esotérico que como una guía espiritual. Sin duda alguna, eso no es crimen.

Lo que resulta sorprendente es que si bien a David y Julia no les gusta mucho ese Dios, a pesar del hecho de que tampoco están impresionados por el judaísmo, todavía siguen deseando con afán formar parte de la comunidad judía. Me pregunto por qué. ¿Qué es lo que necesitan de la comunidad judía? ¿Por qué no ‘siguen adelante’ con la agenda socialista y se unen a la familia humana como gente normal y corriente? ¿Cuál es el origen de su afinidad con el tribalismo? A lo largo y ancho del mundo, mucha gente no cree en Dios, muchos millones de occidentales abandonaron su fe, y por eso no insisten en llamarse católicos, hindúes, protestantes, judíos o musulmanes. Parten hacia una nueva vida en una sociedad multicultural donde hay también una multiplicidad de fe.

Julia cree en el multiculturalismo, de ahí que responda:

“Quiero seguir siendo judía… Quiero demostrar que hay una forma de ser judío que no implica rezar a un Dios en el que no crees.”

En apariencia, Julia, como muchos otros judíos emancipados, está buscando una identidad auténtica. Está buscando su voz laica individual a la vez que mantiene sus lazos con su herencia judía. Repito, eso no es ningún crimen, me pregunto sin embargo por qué no puede considerarse tan sólo judía o incluso judía laica sin apelar a la ‘aceptación’ de la ‘comunidad judía’? Por ejemplo, yo me considero un ‘hebreo que habla palestino’ y no busco que nadie me apruebe por eso. También me considero ‘orgulloso de odiarme a mí mismo como judío’ y, de nuevo, no necesito que nadie me dé su aprobación. Julia, por otra parte, necesita que la aprueben. Julia espera que la comunidad judía la acepte a pesar del hecho de que claramente rechaza a Dios y la fe del judaísmo. Me pregunto si también esperaría que la comunidad marxista la aceptase en caso que abandonara a Marx.

Julia sugiere una respuesta, dice: “Entiendo mi identidad judía como una identidad étnica…”

Parece que empezamos a llegar a alguna parte. En el discurso ha aparecido ‘identidad’, la palabra mágica. En efecto, uno puede preguntarse qué quiere decir Julia cuando se refiere a ‘identidad étnica’? ¿Es ‘de nuevo’ la famosa sopa de pollo o es el Gefilte Fish (4) esta vez? Sin duda, nadie va a detener a Julia, a David o a algún otro por comer sopa de pollo kosher (5) con lokshen (6) en Blooms. ¿Es la ‘identidad étnica judía’ una forma de pertenecer a la historia y herencia judías? De nuevo, estoy muy seguro que nadie va a detener a Julia y a David por animarse a sí mismos mientras leen capítulos de la historia judía, de esa cadena sin fin de catástrofes. En realidad, nadie va a detener a Julia y a David por celebrar ninguna de sus manifestaciones. Sin embargo, Julia y David quieren algo más que una mera celebración, quieren claramente reconocimiento.

Y, de nuevo, me siento un tanto desconcertado. Reconocimiento es algo que puedes intentar conseguir, pero no es algo que puedas exigir. Entre mis pecados está el de tocar jazz con saxofón. En efecto, quiero ser ampliamente reconocido como un buen saxofonista, pero nunca me pondría a insistir en una revista de jazz tratando que la comunidad del jazz me aceptara o reconociera mis aportaciones. Mi ‘aceptación’ como artista de jazz está sujeta obviamente a mis logros y contribuciones a esa forma de arte. Julia insiste en ser reconocida como judía sin sugerir o especificar cuál es su contribución exacta al discurso judío.

Al parecer, es la identidad más que un profundo razonamiento lo que le preocupa a la comunidad judía. Sin embargo, es obvio que Bard tiende a creer que la identidad de uno se refleja en la autenticidad de uno. En realidad, Bard se equivoca totalmente. Es otro el camino. La identidad y la política de identidad le distancian a uno de la propia realidad, por no decir autenticidad. Como exploré en un trabajo anterior, eso que se llama Identidad multicultural no es en realidad sino Identificación. Buscar la Identidad no es una búsqueda genuina de la idea de lo auténtico de uno mismo. El objetivo de la política de Identidad es establecer medidas de Identificación, establecer categorías de pertenencia, exigir reconocimiento y eso se opone a cualquier forma de autenticidad o realidad propia. Prefiere reunirse y agruparse antes que meditar sobre el yo. En realidad, la persona que posee una idea genuina de su yo auténtico no ansía la aceptación de comunidad alguna, ya sea judía o cualquiera otra. La persona con un yo verdadero es reconocida por lo que es más que aceptada por lo que proclama ser.

Es bastante evidente que Bard está interesada en ampliar la noción de comunidad judía para que poder encajar fácilmente en ella. En efecto, leyendo los textos de Bard está claro, más allá de cualquier duda, que se considera a sí misma como parte de la ‘comunidad judía’. Aunque su complejo identidad/identificación es bastante dialéctico, Julia se ve a sí misma como parte integral de la identidad colectiva tribal judía en Londres. Es decir, se identifica con la lucha por el reconocimiento dentro de la comunidad judía.

Al considerarse a sí misma una judía progresista, Bard cree que “el futuro judío descansa sobre la comunidad de forma inclusiva más que exclusiva” [i] . Al formar parte de un colectivo étnico, Julia está realmente preocupada por temas que tienen más que ver con la asimilación y la preservación del pueblo judío. Pero, al contrario de los institutos rabínicos, acoge favorablemente un híbrido de colectivo judío en vez de una uniformidad racial rígida. “Esas gentes que se están quejando de la comunidad judía se limitan a una base construida sobre una suposición falsa: que el judaísmo permanece inalterable y que no puedes ser judío sin ser religioso [ii] .”

Sin embargo, aquí hay una preocupación mucho más grande de Bard. Al parecer, una judía liberada se siente molesta ante el hecho de que la comunidad judía se “reduce”. Uno puede preguntarse por qué un ser liberado y una ‘socialista’ se preocupa de cuestiones que tienen que ver con la asimilación y la desintegración de una comunidad tribal regresiva. Al parecer, si lo enlazamos con la noción de Socialismo judío, podríamos obtener la respuesta. El Socialismo judío, como el Judaísmo, es una forma esotérica única de conocimiento que se refiere ante todo a la comunidad judía y a la judeidad en general. Esto es lo que encontré en la página ‘Quién Somos’ de Internet del Grupo Socialista Judío: “Nosotros (Grupos Socialistas Judíos) nos unimos en cuestiones que reconocemos como esenciales para el futuro de la comunidad judía”. Al parecer, Julia Bard y sus camaradas judíos son parte de la comunidad judía y las cuestiones que más les preocupan son aquéllas que tienen que ver con el tribalismo judío.

En este estadio, asumo que el marxista corriente puede preguntarse cómo es que Julia Bard, David Rosenberg y sus camaradas repiten tanto la misma línea de pensamiento expresada por la ultra-sionista Golda Meir en los setenta: “Para mí”, decía Golda, “ser judío significa y ha significado siempre que me siento orgullosa de ser parte de un pueblo que ha mantenido su identidad distintiva durante más de 2.000 años, con todo el dolor y el tormento que eso le ha supuesto”. (Golda Meir, My Life). Como Bard, Golda Meir está preocupada de la política identitaria. Como Bard, Meir es miembro de un club. Como Bard, Meir está muy preocupada por la asimilación, que considera como la mayor de las amenazas para el futuro judío.

Mi propia respuesta es bastante sencilla. Julia Bard y Golda Meir son las dos caras de la moneda sionista. Aunque es verdad que existe una diferencia bastante clara. Mientras que Meir era un auténtico halcón, hablaba de forma tribal y pensaba de forma tribal, Bard y sus amigos se expresan de forma universal, pero piensan claramente de forma tribal.


El Sionismo, un Revisionismo Filosófico

Hace pocas semanas, Michael Rosen, una celebridad en el círculo socialista judío británico, así como un poeta muy reconocido que actúa en la blogosfera judía bajo el nombre de Isakofsky, expresó algunas preocupaciones muy claras con respecto a la asimilación. Aquí están las palabras de Rosen/Isakofsky:

“… Si dices que aceptas la asimilación, estás diciendo que, en efecto, das la bienvenida a la desaparición de lo judío. He pensado que no es una postura que convenga adoptar. Y si la asimilación es el único camino para sobrevivir al racismo/genocidio, etc…, entonces es que hay algo que, existencialmente, también está equivocado, que se congratula de lo silencioso y lo invisible. Hay también un problema con la noción de asimilación en sí misma. Se asume que es deseable también aproximarse a la cultura dominante. Desde luego, es lo que muchos judíos han hecho…”

Del mismo modo que Julia Bard, David Rosenberg y Golda Meir, Rosen está bastante preocupado con la ‘desaparición de la Judeidad’. Al parecer, Rosen es mucho más radical que Bard. En la onda de Meir, rechaza cualquier razonamiento ideológico que pueda justificar la asimilación. A estas alturas, puedo sugerir que ni Bard, Rosenberg, Rosen o Meir son innovadores en este aspecto. En realidad, todos ellos exploran el instinto esencial sionista original. El Sionismo se formó como práctica política que perseguía enfrentar la asimilación y la desintegración de la identidad judía. Ya en 1897, Max Nordau y Herzl plantearon preocupaciones similares a las expresadas por Meir, Rosen y Bard.

Si damos el paso necesario y volvemos a definir el Sionismo como una forma moderna de activismo judío que persigue detener la asimilación, podemos entonces volver a valorar toda la actividad política tribal judía como un debate interno dentro de un movimiento político sionista diverso. Deberíamos considerar, pues, la colonización de Palestina tan sólo como el único rostro del Sionismo. En realidad, el socialismo judío encaja muy bien en el proyecto sionista. Al ser una parte integral de la red sionista, se preocupa del futuro de la tribu laica judía, está ahí para recoger las almas perdidas de los izquierdistas judíos y devolverlas a Blooms.

El cambio necesario para presentar el Sionismo con una nueva terminología nos invita a considerarlo como un activismo político tribal judío global. El Lobby israelí, los Dershowitzes del mundo, los Lugares de Harry de Internet, los David Hirshes de los Goldsmith Colleges, están ahí para extender globalmente la voz de Israel, para extender el esfuerzo colonial. Los socialistas de la tercera categoría, por otra parte, están ahí para impedir que los judíos orgullosos de odiarse a sí mismos se delaten. Los Socialistas judíos están ahí para impedirte que leas las palabras que estás leyendo en estos momentos.

Al parecer, los Socialistas judíos protestan contra el Estado judío. Denuncian claramente la ocupación israelí y la limpieza étnica del pueblo palestino. Dios les bendiga por ello. Pero, al igual que el Estado judío, ellos mismos se comprometen con la actividad tribal judía que persigue detener la asimilación y reforzar el pensamiento colectivo monolítico. Además, Bard, Rosenberg y demás camaradas pueden creer también en ‘Una Palestina’. Dios les bendiga por ello también. Sin embargo, quieren que esta ‘Palestina’ sea ‘laica y democrática’. No es que yo esté contra la democracia o la laicidad. Al parecer, los palestinos de los territorios ocupados pueden haber tenido algo más en mente: votaron a Hamas, que no es exactamente el movimiento más laico que tienen (aunque fue democráticamente elegido). Como parece, los Socialistas judíos británicos no ven la necesidad de proporcionar una explicación ideológica. Es decir, que no toman el voto palestino muy en serio; si se enfrentaran con los hechos insistirían en que los palestinos no votaron realmente a Hamas y que sólo estaban ‘protestando’ contra la OLP.

En esta etapa es esencial plantear el tema de la intencionalidad. ¿Son Bard, Rosen y demás camaradas, completamente conscientes de su rol sionista? ¿Son realmente conscientes de actuar en nombre de una red tribal abstracta, a saber, el Sionismo? Para ser honesto, no lo creo. De verdad no creo que sean conscientes del gran proyecto tribal al que sirven de forma tan entusiasta. Al mismo tiempo, la mayoría de los israelíes, incluidos los soldados de las fuerzas armadas israelíes en los bloqueos de carreteras en los territorios ocupados, e incluso los pilotos que lanzan bombas sobre las barriadas densamente pobladas en Gaza, no son totalmente conscientes del alcance inmenso del proyecto sionista al que sirven. Es exactamente por esto por lo que el Sionismo, un proyecto exitoso, un monstruo global sin cabeza pero con un cuerpo enorme, es una agenda política triunfante. Establece el marco moderno definitivo del tribalismo judío al incorporar todos los elementos de un poder magnético. Además, transforma su oposición en una fuerza productiva. En efecto, no resulta fácil combatir el Sionismo.


El Caso de Israel

La madre de Michael Rosen le dijo que no se quejara ni eructara en la mesa, que no sorbiera la sopa. Su padre le dijo que estaba loco. Su madre le dijo que no meara fuera del water. Su hermano dijo: “¡No me des en el trasero con el trapo!” Michael superó todo esto con una sonrisa en el rostro.”

(Extracto de un anuncio publicitando la aparición de Michael Rosen en la Semana del Libro Judío 2007)

Ariel Sharon, un hombre más o menos salido de la nada que pasó la mayor parte de su vida matando a los enemigos de Israel, un hombre que hizo del comercio de la guerra una forma de arte, un hombre que no perdería una ocasión para castigar a los vecinos de Israel, cambió sus puntos de vista. En sus últimos días, Sharon se convirtió en un ‘amante de la paz’, una paloma sionista, por decirlo de alguna forma. El maestro hebraico de la política sangrienta presentó de repente una iniciativa de paz conocida como ‘desenganche unilateral’.

En el pasado, he explorado el hecho de que el shalom (7) israelí no significa necesariamente paz. Shalom en su actual connotación hebraica se refiere sencillamente a las condiciones exactas necesarias para garantizar la seguridad del pueblo judío dentro y fuera de Israel. Sharon, el viejo y cansado soldado beligerante se dio cuenta de que la mejor estrategia para asegurar el futuro del Estado Sólo para Judíos era retirar el relativamente escaso número de colonos judíos de la zona poblada fundamentalmente por palestinos, y abogar por una versión moderada del expansionismo nacional judío.

Como cabía esperar, la iniciativa de Sharon fue totalmente rechazada por los halcones de su derechista Partido Likud. Sharon no perdió el tiempo, abandonó el que fuera su hogar político durante más de tres décadas y formó Kadima, un nuevo partido político que firmó una evacuación unilateral inmediata en parte de los territorios ocupados. Los israelíes reaccionaron inmediatamente; en las horas siguientes a la inauguración de Kadima, todas las encuestas en Israel coincidían en que el viejo había hecho un hábil movimiento político. La inmensa mayoría de los israelíes saludó al viejo General y se alineó tras él. Hablando literalmente, sus rivales desaparecieron del mapa.

La democracia liberal cumple sus promesas una vez que la voluntad del votante se refleja en los asuntos políticos del estado. En Israel sucedió. El difunto Sharon se las arregló para puntear la cuerda exacta. Proporcionó a los israelíes las cosas que necesitaban, se las arregló para invocar el anhelo nostálgico judío del Ghetto. Prometió erigir una barrera monumental que dejaría a los Goyim (8) –palestinos- fuera.

Aparentemente fue Sharon quien comprendió el punto de vista genuinamente sionista de Max Nordau mejor que cualquier dirigente hebraico contemporáneo. Muy diferente del caso de Peres, que propagó imágenes de un ‘Nuevo Oriente Medio’ en el que se suponía que los israelíes se entremezclaban con sus vecinos árabes en nombre del capitalismo occidental. A diferencia de Netanyahu, quien todavía cree en el Gran Israel y en la filosofía de enfrentamiento del Muro de Hierro. A diferencia de Bennie Alon, el colono mesiánico que cree que los judíos deberían festejar sus derechos bíblicos por toda la tierra de Palestina y más allá. Sharon, como Max Nordau, comprendió que el Sionismo supone sobre todo reavivar la soledad judía, que el Sionismo es sobre todo la reinvención de un shtetl (9) metafísico. El Sionismo debería comprenderse como la nueva lectura de la narrativa del Ghetto en términos positivos y glamorosos. El Ghetto, dice Nordau, “no era para el judío del pasado una prisión, sino un refugio… En el Ghetto, el judío tenía su propio mundo; era para él el refugio seguro que tenía el valor moral y espiritual de un hogar paterno.”

Sharon no podía estar más de acuerdo. Sobre todo, consiguió imaginar en qué consistía el ‘ansia judía’. Es el anhelo de la condición paternal tribal del hogar judío. Consiguió interiorizar el mensaje de Nordau: el Sionismo es sobre todo la abolición del ‘otro’, la re-creación de la condición mediante la cual los judíos pueden celebrar sus especificidades, donde pueden amarse a ellos mismos por lo que son. O al menos por lo que piensan que son.

Sharon apeló a la promesa de una barrera entre los judíos (israelíes) y los Goyim (mar de árabes) y, al hacerlo así, logró expresar la voluntad israelí más profunda. Sin embargo, abrió un abismo dialéctico serio. Por mucho que el Sionismo prometa reemplazar la mezcla/asimilación con un nuevo marco de alejamiento y aislamiento, es también una promesa de crear un judío humanista iluminado que sea completamente diferente de su hermano de la Diáspora. Por más que el judío sionista quiera protegerse con muros y disuadir a sus vecinos con un inmenso arsenal nuclear, también quiere ser un ‘ciudadano del mundo’. Para ser su igual, para ser un hombre como otro cualquiera, para ser una nación como cualquier otra nación. El israelí quiere volar barato con Ryanair, quiere comer hummus en Ammán y aterrizar en Londres lo suficientemente temprano en el Boxing Day (10) para no perderse las ventas de Navidad en Oxford Street. En resumen, el israelí quiere lo imposible. ¡Algo que no es malo para una joven identidad nacional!
Como movimiento, el Sionismo es una lucha dialéctica entre la praxis tribal que conlleva una estrechez de miras y la promesa Universal de transparencia. El Sionismo es un debate actual entre Jerusalén y Atenas. Intenta prometer ambas pero se ve condenado al fracaso porque Tribalismo y Universalismo con categorías opuestas. De igual manera, aquellos judíos que se sometieron a la esquizofrénica ideología del Sionismo se encuentran yendo y viniendo entre dos promesas conflictivas. En tanto en cuanto insistan en amarse a ellos mismos por lo que piensan que son, se odiarán a ellos mismos por lo que realmente son. Esto puede considerarse por algunos como la tragedia máxima; la plenitud del limbo metafísico. Sin embargo, puede haber también una poderosa posición en la que situarse: la aparición de una totalidad innovadora de creación y recreación.

Como a veces sucede, Sharon no llegó a las urnas. Se convirtió en un vegetal nada más haber lanzado su nuevo partido. Ehud Olmert tomó su lugar. Unas pocas semanas después, Olmert ganó las elecciones, aunque no con los porcentajes que Sharon habría logrado. Formó un gobierno de unidad nacional centrista con el Partido Laborista. Estableció la necesaria atmósfera política para llevar a cabo la agenda unilateral de Sharon. Pero entonces sucedió lo inevitable. Tan pronto como aconteció un incidente relativamente menor en el norte de la frontera israelí, Olmert, con el apoyo de su ‘gobierno de unidad centrista’ buscador de shalom, lanzó al ejército israelí para que arrasara toda la infraestructura del Líbano. En esta fase, es fundamental mencionar que la agresión de Olmert contra el Líbano es de hecho la continuación natural de la iniciativa Shalom unilateral de Sharon. En efecto, la nueva noción emergente de Ghetto judío es algo más que una fortaleza hostil y tiene suficiente potencia nuclear para reducir nuestro planeta a cenizas.

Una vez que empezaron las hostilidades, los israelíes, el pueblo que hace sólo unos cuantos meses antes bendecía a Sharon por su iniciativa de ‘paz’, sucumbía ahora ante el espíritu heroico habitual de las llamas y la muerte. Tan pronto como empezó la guerra, los israelíes se manifestaron en masa en apoyo de su Gobierno y esto, desde luego, incluyó a la ‘izquierda intelectual judía’.

“… una alineación impresionante de escritores la apoyaba (la Guerra). Amos Oz, A.B. Yehoshua y David Grossman, que habitualmente aparecen como trío político, se unieron de nuevo para apoyar al gobierno y utilizaron todos sus considerables talentos verbales para justificar la guerra. Y no se quedaron satisfechos con eso: unos días después del comienzo de la guerra, los tres publicaron un comunicado conjunto en los periódicos expresando su respaldo entusiasta a la operación.”

Como todos sabemos, la campaña israelí en el Líbano estuvo muy lejos de suponer un éxito, en realidad fue un total desastre. El ejército israelí fracasó a la hora de conseguir la victoria. Por todo el norte de Israel estuvo cayendo una lluvia de cohetes de Hizbollah. Las ciudades israelíes al norte de Hadera se convirtieron en ciudades-fantasma. No pasó mucho tiempo antes de que Oz, Yehoshua y Grossman cambiaran de opinión.

“… unos días antes del final de la guerra”, bromea Avnery, “ellos (los iconos de la literatura hebraica) publicaron un segundo comunicado tripartito, esta vez pidiendo que terminara. Al mismo tiempo, Meretz y Peace Now también cambiaron de rumbo. Pero ninguno de ellos se disculpó o mostró remordimientos por su anterior apoyo a la muerte y devastación. Su nueva posición fue: la guerra fue, en efecto, algo muy conveniente, pero ya era hora de ponerle fin.”

No sólo la izquierda israelí había cambiado de opinión, todo el pueblo israelí se volvió en contra de sus dirigentes. La popularidad de Olmert descendió bruscamente. La carrera política de Peretz se convirtió en materia sólo para historiadores. Los medios se mofaron de los generales de las fuerzas armadas israelíes. El continuo cambio de ánimo israelí es, de nuevo, el resultado de la neurosis colectiva sionista. Los sionistas se aman a sí mismos por lo que piensan que son, sin embargo, sucede que se odian por lo que precisamente son.

Lo que los sionistas piensan sobre ellos mismos no es muy interesante. Mucho más interesante es el abismo entre ‘quienes creen que son’ y ‘lo que precisamente son’. Es una dualidad entre la ‘propia imagen’ y la ‘imagen pública’, la sima entre la consciencia (lo que uno piensa que es) y la inconsciencia (lo que uno realmente es). Yo desviaría aquí la atención hacia Jacques Lacan, el revolucionario psicoanalista francés.

La inconsciencia, dice Lacan, es el ‘discurso del otro’. El discurso del otro es precisamente el temor del macho ante la impotencia. Más que la ansiedad de ser pillado con una disfunción, lo que de verdad aterroriza es la amenaza insuperable de que el fiasco pueda llegar a ser de dominio público.

En el tiempo de la guerra libanesa, el ‘discurso del otro’ de los israelíes no era otro que: CNN, Sky, BBC 24, George Galloway y Occidente en general. Es el discurso de la universalidad. Empezó a considerarse como el resentimiento que surge en todos aquellos que no quieren aceptar más la brutalidad israelí. La barbarie israelí adquiere público conocimiento. Y, en efecto, en el abismo entre la egocéntrica imagen israelí y el desprecio total hacia el otro es exactamente donde la neurosis de Yehoshua, Oz, Grossman y la inmensa mayoría de israelíes se estaba poniendo en marcha.

Tiendo a creer que el repentino cambio registrado en el humor mental colectivo israelí no fue más que el resultado de la natural tendencia israelí de intentar resolver el carácter esquizofrénico que de forma inherente aparece entretejido en el interior del sionismo. Es el resultado del estallido del conflicto entre lo tribal y lo universal, que madura en un Estado en una fobia colosal y absoluta. Oz, Yehoshua y Grossman estaban prácticamente yendo y viniendo de lo tribal a lo universal, de la ‘estrechez de miras’ de Jerusalén a la ‘claridad’ de Atenas, de la Shtetl a la gran ciudad. Como parece, dentro del universo sionista, la intimidad con el aislamiento tribal crea hostilidad hacia el impulso hacia la humanidad, y viceversa.

El modelo es bastante claro:

Cuanto más quieren los israelíes asegurarse ellos mismos aferrándose al aislamiento, tanto más la muerte se extiende a su alrededor. Pero entonces, cuanto más muerte extienden a su alrededor, menos sienten que se parecen al resto de la humanidad.

Cuanto menor parecido sienten con el resto de la humanidad, tanto más odiarán a sus dirigentes por colocarles en una situación tan caótica.

Además, Israel es una democracia, una orgullosa democracia liberal occidental y, según algunos, la única democracia del Oriente Medio. En efecto, es una democracia que vota muerte y limpieza étnica. Más allá de cualquier duda, la represalia de Olmert en el Líbano reflejó los deseos de la inmensa mayoría de israelíes, al menos al principio de la guerra. Por ello, la conclusión es clara. La emergente insatisfacción israelí con Olmert, Peretz y las fuerzas armadas israelíes revela un conflicto grave dentro de la psyque colectiva israelí. Los israelíes odian a Olmert porque es a ellos mismos a quienes no pueden soportar más. Los israelíes se odian a ellos mismos, odian su condenada situación. Odian el hecho de que pueden haber perdido el Ghetto para siempre y, más aún, que han fracasado a la hora de incorporarse a la comunidad de naciones. Nunca han sido gente como todo el mundo. Cuanto más insisten en amarse a ellos mismos por quienes piensan que son, más se odian a sí mismos por lo que se han convertido.

Pero entonces, ¿hay alguna diferencia en el caso los anti-sionistas tribales judíos Bard o Rosen? ¿No están cayendo exactamente en la misma trampa? ¿No se aman a ellos mismos por ser socialistas esclarecidos a la vez que se hunden en la neurosis al darse cuenta que son unos pequeño-burgueses tribales judíos que nunca han conseguido unirse a la auténtica familia humana, i.e., la clase trabajadora?

“La madre de Rosen le dijo que no se quejara ni eructara en la mesa… Su hermano dijo: ¡No me des una palmada en el culo con el trapo! Michael superó todo esto con una sonrisa en el rostro” , dice el folleto de la Jewish Book Review. Rosen puede ir a celebrar su humor judío en el rincón familiar de la Jewish Book Review. Se verá rodeado por los más racistas, beligerantes y derechistas autores. Sin embargo, puede sentirse ligeramente avergonzado cuando sus antiguos compañeros de Oxford sepan por casualidad el nivel del humor de la familia del legendario poeta de los niños con el que están actualmente comprometidos. Ese es el Rosen acorralado entre Atenas y Jerusalén.


Epílogo

En apariencia, los sionistas tienen tres vías de escape y eso incluye todas las formas de tribalismo político judío. Una supone la segregación total: transformar el Ghetto sionista en una mónada (11) sin ventanas. Esta forma de sionismo elimina la noción del otro. Una solución así se refleja claramente en el desenganche de Sharon así como en el enfoque anti-asimilacionista de Rosen. La segunda opción es, obviamente, volver a la ortodoxia. Las cifras de israelíes que dejan atrás la cultura hebraica laica y vuelven a abrazar la ortodoxia judaica revelan que esa solución es una práctica común más que una opción filosófica remota. La tercera opción es una huida de la judeidad, del judaísmo y de cualquier otra forma de tribalismo judaico. Significa, dejar atrás la idea de pueblo elegido. Esta es probablemente la única forma de resistencia judía auténtica frente al Sionismo.

Nordau, sin duda un hombre inteligente, podría identificar el nuevo Marrano (12), aquellos que se escinden del judaísmo con convicción auténtica, como el mayor peligro para el futuro judío tribal. Como los otros anti-asimilacionistas, los ‘socialistas’ Michael Rosen y la belicista Golda Meir, Nordau fue muy explícito sobre el tema. “Muchos intentan salvarse a si mismos huyendo del judaísmo”, dice Nordau con un desprecio que se asemeja al desasosiego de Michel Rossen con la asimilación. “Hay también un problema con la misma noción de asimilación. Se asume que es también deseable moverse hacia la cultura dominante. Desde luego, es lo que multitud de judíos hicieron (¡Conozco a los descendientes de un barón judío austriaco, convertido en aristócrata, intrigando en Viena! Y todos sabemos acerca de los Rothschild…)’, pero Nordau continúa: “Pero el antisemitismo racial rechaza el poder de cambio por el bautismo y este modo de salvación no parece tener muchas posibilidades… De esta forma, emerge un nuevo Marrano que es peor que el antiguo. El segundo tenía una dirección idealista: un deseo secreto de la verdad o un corazón roto por la angustia de la consciencia y, a menudo, buscaba el perdón y la purificación a través del martirio.” (Max Nordau, Discurso en el Primer Congreso Sionista de 29 de agosto de 1897)

Sí, efectivamente, Nordau ya se dio cuenta en 1897 que el nuevo Marrano ‘Idealista’, aquel que ansía sinceramente la verdad e incluso se las arregla para encontrarla fuera de la shtetl judía está en peligro de extinción. Sin embargo, Nordau actuaba en un mundo que estaba inflamado por el darwinismo y el determinismo biológico. En el mundo de Nordau tenía algún sentido decir: “tu, Yidd, ni se te ocurra eludir tu ‘destino’ porque los Goyim te encontrarán, pueden oler tu sangre”. Pero, como Julia Bard confirmará, estamos viviendo ahora en una sociedad multicultural. El determinismo biológico se quedó atrás. Los pueblos son libres para escapar de su denominado destino. Hoy en día, apenas nadie piensa en las categorías de la sangre excepto, por supuesto, los sionistas, los israelíes, los socialistas judíos e incluso la progresista Bard, que se siente feliz de incluir matrimonios mixtos en la comunidad tribal.

Ser Sionista es impedir la asimilación, ser Sionista en comprometerse de alguna forma con el tribalismo político judío. Efectivamente, el Sionismo coloniza Palestina pero sus ramas alcanzan a llegar mucho más lejos. El Sionismo no es un movimiento local apoyado por unos cuantos entusiastas grupos de presión por todo el mundo. El Sionismo es una red global. Es un aparato político con carácter de clan que pone en peligro sistemáticamente a nuestro planeta en aras de una miniatura de grupo étnico. Este grupo no es el de los judíos per se, es, en la actualidad, el de la tribu política judía. El Sionismo está ahí para moldear y volver a moldear el Ghetto, para formar y reformar la dialéctica de los elegidos, para equilibrar la tensión emergente entre la estrechez de miras y la claridad y, aún más, para absorber a la mayoría de los judíos. El Sionismo es una red global sin cabeza, es un espíritu y a un espíritu no se le puede derrotar. Pero ese espíritu puede ser delatado y su [supuesta] supremacía espiritual debe ser desenmascarada.

NOTAS :


[i] Women Against Fundamentalism and the Jewish community, Journal nº 4 1992/1993. pág. 3-5.

[ii] Sin embargo, en cuando al judaísmo se refiere, Julia no es exactamente una experta: Al contrario del Cristianismo y el Islam, el Judaísmo es una religión no reformista. En el Judaísmo no hay cabida para el menor cambio ni siquiera para la más pequeña modificación. El Judaísmo es una lista precintada de 613 mandamientos (Mitzvas) que deben seguirse de forma estricta. Desde un punto de vista judaico (i.e. religioso), salirse del Judaísmo es en la práctica formar una nueva Iglesia. Si Julia tuviera algunos conocimientos más sobre el Judaísmo, en vez de articular sus puntos de vista de una manera académica diciendo: “Aunque el Judaísmo sigue inalterado, puedo aún ser judía sin ser una judía religiosa”. El Judaísmo y la Judeidad son categorías diferentes. Aunque el Judaísmo tiene un núcleo religioso inalterado, la Judeidad es una categoría dinámica en flujo continuo. En efecto, ese es el caso del Sionismo. El Sionismo es Judío, es una continuación dinámica de la Judeidad: es racista, exclusivo, supremacista y egocéntrico, pero no es Judaico. Tiene muy poco que ver con el Judaísmo. Puede ser mesiánico en un sentido territorial pero carece de divinidad judaica. En realidad, el Sionismo se opone al judaísmo.


Israel: los mitos de legitimación

21-11-2008

Alfonso Bolado
Comité de Solidaridad con la Causa Arabe

Seguramente todos los Estados-nación del mundo tienen sus mitos fundacionales: una batalla o guerra, una revolución, un reinado. Se trata fundamentalmente de acontecimientos históricos que se consideran una especie de cristalización de fuerzas internas cuya dialéctica se dirige precisamente en esa dirección de “unidad de destino” (concepto procedente de la filosofía política alemana) que es el Estado-nación.

Menos frecuentes son los que denominaremos “mitos de legitimación”, que son los creados –“inventados” en la terminología de Hobsbawm– para dar un sentido a la existencia del Estado; estos mitos de legitimación suelen darse en los Estados imperiales; así, la defensa del catolicismo para la España de los Austrias, la mision civilisatrice para la Francia decimonónica, la promoción y defensa de la libertad para Estados Unidos, la patria del socialismo para la URSS. Algunas dictaduras crean mitos de este tipo para dar un contenido trascendente a su existencia: la España bastión frente al bolchevismo del franquismo, la Italia que recrea las glorias latinas del fascismo o la patria aria del nazismo. Estos mitos, a diferencia de los fundacionales, desaparecen con la transformación de la naturaleza del Estado o la extinción de éste, de modo que poner de relieve su inconsistencia –que no significa carencia de fuerza movilizadora– permite avanzar en la abolición de estructuras de pensamiento que, si bien confortan a algunos, perjudican a los que se encuentran al margen de ellas, que suele ser una mayoría.

Una de las excepciones de Israel es la existencia de potentes mitos de legitimación al lado de los fundacionales: El Estado judío, la obra fundacional de Herzl; las migraciones o aliya; la primera victoria del “David” israelí frente al “Goliat” árabe o el “milagroso” abandono de sus tierras por parte de la población palestina. El acuerdo de la ONU de 1948 es una decisión jurídica de escaso valor mitificador, aunque ha sufrido manipulaciones por parte israelí para acomodarla a su voluntad expansionista. De tales mitos de legitimación, o de algunos de ellos, se tratará a continuación.

Es preciso decir que esos mitos sólo parcialmente se integran en el corpus de la teoría sionista, que, en esencia, es una teoría nacionalista con fuertes componentes volkisch, propios de la tradición alemana, y elementos de los «nacionalismos antiliberales de la Europa central y oriental» (Sternhell). Estos mitos, cuya fuerza procede de su apelación a los sentimientos, se encuentran en la periferia de la teoría pero posiblemente sean más eficaces que ésta, tanto de cara al interior como al exterior de Israel.

Primer mito: el origen bíblico

Curiosamente, la idea de que la Biblia da un título de propiedad a los judíos sobre Palestina no es judía: procede de la tradición protestante y está relacionada con la exégesis bíblica a partir de la libre interpretación del libro sagrado; aparentemente, el primer texto que invita a la creación de un Estado judío en Palestina es Apocalypsis Apocalypseos (1585), del sacerdorte Thomas Brightman; esta idea tuvo fortuna durante las revoluciones puritanas, y Cromwell era partidario de ella. Con el dispensacionalismo del siglo XIX, el regreso de los judíos a “Tierra Santa” se inscribió en un proceso históricamente necesario para llegar a la segunda venida de Cristo y el fin de los tiempos. La Declaración Balfour (1917), por la que el ministro de Asuntos Exteriores británico de dicho nombre comunicaba a Walter Rothschild su opinión favorable a la creación de un “hogar nacional judío”, es heredera de esas corrientes de opinión. De hecho, el libro de Herlz no cita Palestina como meta nacional.

De forma paradójica, fueron los sionistas laicos los que con mayor firmeza se basaron en la Biblia para apoyar sus proyectos. Así, en 1919, el laico ruso Ushishkin dijo en la conferencia de Versalles: «En nombre... de los judíos de Rusia, [vengo a] presentar la exigencia histórica del pueblo judío: por nuestro retorno a nuestras propias fronteras, por la devolución a los judíos de la tierra que el Poder Supremo nos prometió hace cuatro mil años... Pedimos que nos restituyan aquel robo histórico».

Ben Gurion, por su parte, consideraba firmemente que la Biblia avalaba el «sacrosanto derecho del Pueblo Elegido». Y concluía: «Aunque rechazo la teología, el libro más importante de mi vida es la Biblia». El libro bíblico preferido por Ben Gurion era el de Josué, el conquistador de Jericó que aniquiló a los cananeos y cuyas campañas se estudian en las escuelas, en consonancia con las palabras de Moshe Shertok, primer ministro de Asuntos Exteriores israelí: «Hemos olvidado que no hemos venido a una tierra vacía para heredarla, sino que hemos venido para conquistar un país que lo habita, que lo gobierna en virtud de su lengua y su cultura salvajes».

Es imposible no observar la contradicción que late en estas tomas de posición: recuperar una tierra que quizá se abandonara –porque ni en las fuentes romanas ni en el historiador contemporáneo judío Flavio Josefo existe ninguna referencia a una “diáspora”; lo más posible es que la mayoría de la población acabara convirtiéndose a las religiones dominantes– casi dos mil años atrás, sólo es posible si el donante es una figura que está por encima de las convenciones que marcan la moral, la lógica y el sentido común. El ascenso del pensamiento religioso en el Israel actual está prefigurado en el biblismo laico. Los resultados son, como afirma el profesor de la universidad de Haifa Benyamin Beit-Hallahmi, que «hoy en día, la mayoría de los israelíes consideran la Biblia una fuente de información histórica fiable de tipo político, laico... En Israel la historización de la Biblia es una empresa de carácter nacional... Afirmar que esta antigua mitología es verdadera historia es una parte esencial del nacionalismo sionista laico...» Al empeño de corroborar la historicidad de la Biblia se dedicaron esfuerzos intelectuales considerables a partir del siglo XIX, cuando empezó a desarrollarse la que se ha llamado “arqueología bíblica”, un esfuerzo que continuó con entusiasmo el Gobierno israelí, con renovado interés a partir de la guerra de 1967 y la anexión de “Judea y Samaria”, en la terminología bíblica para referirse a Cisjordania. Los resultados fueron decepcionantes: los restos de la civilización israelí resultaron ser muy escasos y además poco significativos: ningún resto de los momentos más gloriosos de la historia bíblica, como los reinados de David y Salomón, nada que fuera más allá de lo propio de una civilización material poco desarrollada. De modo que, a pesar de los esfuerzos, las excavaciones y los hallazgos, han llegado a esta conclusión, en términos de los arqueólogos israelíes Finkelstein y Silberman (citados en la obra de Nur Masalha La Biblia y el sionismo, Bellaterra, Barcelona, 2008): «En efecto, desde finales de los años sesenta los descubrimientos arqueológicos han revolucionado el estudio del antiguo Israel y han sembrado serias dudas sobre la base histórica de relatos bíblicos tan conocidos como las andanzas de los patriarcas, el éxodo de Egipto, la conquista de Canaán y el glorioso imperio de David y Salomón».

Y Zeev Herzog, de la universidad de Tel Aviv y director del Instituto de Arqueología resume: «Esto es lo que los arqueólogos han hallado: que los israelitas no estuvieron nunca en Egipto, no atravesaron el desierto, no conquistaron la tierra en una campaña militar y no la transmitieron a las doce tribus de Israel. Quizá resulta más difícil aceptar que la monarquía unida de David y Salomón... fue como mucho un reino tribal. Y para muchos será un shock desagradable saber que el Dios de Israel tenía una consorte femenina y que... se adoptó el monoteísmo no en el monte Sinaí, sino en el ocaso de la monarquía...»

Lo cierto es que la mayoría de los arqueólogos están de acuerdo con estas afirmaciones. Actualmente se tiende a considerar que los textos bíblicos fueron escritos en una fecha muy tardía (siglo VI antes de nuestra era o más tarde), posiblemente en Babilonia, recogiendo mitos “auténticos”, presentes en otras culturas (el diluvio universal, el jardín del edén), acontecimientos milagrosos y verdaderas novelizaciones de tradiciones remotas, conocidas a partir de numerosas mediaciones, todo ello escrito con el fin, en términos de Giovanni Garbini en Historia e ideología en el Israel antiguo (Bellaterra, Barcelona, 2002), «de afirmar una tesis (ideología)». Así pues, los distintos redactores de la Biblia no pretendieron en ningún momento escribir historia, sino crear un corpus ideológico que sirviera de referente a un pueblo con grandes dificultades de cohesión. De hecho, los primeros talmudistas, como los primeros cristianos, expurgaron los textos que peor se acomodaban a sus intereses. Ello no obsta para que, a fines del siglo XX, un 55% de la población israelí crea en la historicidad de la Biblia, frente a un 14% que la rechazaba totalmente.

Toda historia nacionalista es en buena parte una historia mítica: narra un esfuerzo colectivo para crear, engrandecer o retrasar el proceso nacionalizador de un pueblo determinado. Para ello reinterpreta o selecciona los datos de la realidad histórica. Los problemas de convertir la Biblia en historia nacional son mucho más grandes: por un lado, pensar que un Estado moderno es el sucesor de otro desaparecido hace 2.000 años (la destrucción de Jerusalén tuvo lugar en el año 70 después de nuestra era) es un verdadero despropósito que sólo resulta concebible desde una fe muy arraigada o un cálculo perverso; por otro, la Biblia no es una reelaboración nacionalista de los datos del pasado: es directamente, y en buena parte, una obra de ficción, con muy débil sustrato real, que, por mucho que pudiera confortar a espíritus religiosos, proyecta unos valores (presencia de Dios en la Tierra, idea del Pueblo Elegido, odio feroz al enemigo) que tienen poco que ver con la racionalidad.

Segundo mito: la superioridad moral

La confluencia de la creencia en la condición de los judíos de pueblo elegido (que aún hoy acepta el 68% de la población israelí) y una aguda y poco matizada conciencia de haber sido perseguidos sistemáticamente, dio a los pioneros del nuevo Estado la convicción de una superioridad moral (ellos eran los justos de la Tierra, los no contaminados por el afán de dominio) que se trasladaría al mismo; como dice el progresista crítico Avraham Burg, ex presidente de la Agencia judía y del Knesset, el Parlamento israelí: «Nuestra vocación era convertirnos en un modelo, la “luz de las naciones»; aunque añade: «Y hemos fracasado» (artículo “La revolución sionista ha muerto”, 2002). Es esa conciencia de superioridad moral lo que ha producido en el establishment israelí una actitud arrogante que se manifiesta en las sistemáticas acusaciones de antisemitismo dirigidas a todos los críticos con su política. Y también lo que lleva a los israelíes, incluso a los más progresistas, a no poner en cuestión los criterios de legitimación de su Estado; de ese modo, el citado Burg afirma: «La realidad, al cabo de 2.000 años de lucha por la supervivencia, es un Estado que establece colonias...» Los comportamientos depredadores, para él, no comenzaron en 1948, sino en 1967. En el mismo sentido, el diario progresista Haaretz declaraba en 1967: «Nuestro derecho a defendernos del exterminio no nos da el derecho a oprimir a los demás... La confiscación de los territorios ocupados nos convertirá en asesinos». Por supuesto, contra quienes se proyecta más acusadamente esa superioridad moral es contra los palestinos; se trata de una actitud típicamente colonial; el colonizado (schwartz, “negro”, era el término despectivo de los primeros colonos hacia los palestinos) es ignorante, incapaz de trabajar con constancia, y eso se nota en el estado de postración material y espiritual en que se encuentra; más aún, es invisible. Buena parte de la propaganda –incluida la que se disfraza como educación– se basa en que Palestina era una tierra prácticamente vacía, habitada por grupos seminómadas que en última instancia no se sentían apegados al país y que perfectamente podían trasladarse a cualquier otro territorio árabe. Eso, según la propaganda y en contra de las abrumadoras pruebas históricas, en buena parte debidas a los “nuevos historiadores” israelíes, explica la facilidad con que abandonaron sus casas. Esa invisibilidad se muestra palmariamente en un manifiesto de apoyo al Estado de Israel elaborado por “personas de izquierdas” españolas (www.aseiweb.net) en el que acusa de la hostilidad hacia Israel exclusivamente al antisemitismo, sin hacer ni una sola referencia a la actitud israelí hacia el pueblo palestino.

Donde se hace más patente esa conciencia es en la tesis de la “pureza de las armas” (tohar haneshek). Dicha idea surge, según el sociólogo Uri Ben Eliécer, «... de la tradición revolucionaria y socialista de la dirección del yisuv [la comunidad judía de la Palestina preestatal] y evoca al mismo tiempo las nociones de moralidad, de alto nivel de conciencia y de motivación ideológica. La guerra de Independencia instaurará después esta expresión como efigie identificativa de la talla moral constitutiva y superior del Ejército israelí».

La “pureza de las armas” implica para los israelíes el “uso mínimo de la fuerza”, poner el “énfasis neoortodoxo, laico y reformista en los valores éticos y morales que derivan de la tradición profética”. Los hombres y mujeres de las Fuerzas de Defensa de Israel “mantendrán la humanidad” incluso en el combate y no usarán sus armas contra los no combatientes y prisioneros de guerra.

El balance de la “pureza de las armas”, al margen de lo creativo del nombre, que se inserta en una tradición judía (“justos absolutos y únicas víctimas”), no puede ser más decepcionante, y eso desde el principio: las matanzas de 1948 (no sólo la famosa de Deir Yasin, única reconocida por Israel) fueron abundantes: Safsaf, Gish, Sasa Saliha Deir al-Asad, Kabri..., así hasta 16 como mínimo (Masalha, 2008; Sylvain Cypel, Entre muros, 2006). Ello llevó al historiador israelí Uri Milstein a decir: «En todas las guerras de Israel se han cometido matanzas, pero no albergo ninguna duda de que la guerra de Independencia fue la más sucia de todas». La consecuencia de esta guerra fue la práctica desaparición de la huella palestina, vieja de 1.200 años, en Israel.

Es difícil saber si la situación fue peor después de 1967 y, sobre todo, después de la primera Intifada (1987-91): lo cierto es que la prensa ha dado cuenta de infinitas irregularidades: muerte masiva de no combatientes, incluidos niños, saqueos, detenciones ilegales, humillaciones..., cuya frecuencia y gravedad van mucho más allá de “abusos esporádicos” y sugieren una táctica implícita.

Si bien la superioridad moral puede servir de coartada de todos los excesos (Israel se concibe como una isla de humanismo, democracia y bienestar en un océano de tiranía y barbarie), lo cierto es que la sistemática violación de los derechos más elementales de la población palestina a partir de 1967 significa el fin de una época, el fin de la inocencia. Hoy día Israel es un Estado férreamente conservador, violento, despectivo hacia la opinión internacional; un Estado, como denuncian muchos israelíes de buena voluntad, contaminado por su carácter colonial. Y otro dato que haría revolverse en sus tumbas a los padres de la patria: ha aparecido la plaga de la corrupción.

Tercer mito: la Shoah israelí

La Shoah, el holocausto de los judíos del centro y este de Europa (aunque no sólo de ellos) a manos del régimen nazi, es uno de los acontecimientos más terribles de muestra modernidad, hasta el punto de haberse convertido en una verdadera materialización del Mal. Por sus propias características –afecta a la conciencia europea, el continente del que formaban parte víctimas y verdugos, por su trascendencia y las dimensiones de los comportamientos individuales y colectivos implicados en ella– es un acontecimiento universal, una llamada a las conciencias de todos los occidentales, responsables de otros genocidios (el de los indígenas norte y sudamericanos, el de los africanos, aparte de los genocidios tutsi y camboyano), de los que apenas los separa el método y la planificación del nazi y el hecho de que éste hubiera sido perpetrado en la civilizada Europa, por uno de sus países emblemáticos y sobre personas que en buena parte compartían la cultura del opresor.

Como el resto de Occidente, Israel tuvo al principio una postura ambivalente hacia la Shoah. Por una parte, porque los muertos fueron como “corderos al matadero” (Jeremías, 51), en contra de la imagen de fortaleza frente a los enemigos que pretendía dar el nuevo Estado. Por otra, la Shoah demostraba post factum que los judíos no necesitaban un hogar propio, vista la imposibilidad de convivir con quienes siempre los habían perseguido. El Vad Yashem, creado en 1953, guarda la memoria de las víctimas del Holocausto y a él se suele llevar a los niños para que no olviden. Sin embargo, a partir de 1967, cuando las críticas al Estado de Israel aumentaron con la ocupación de Gaza y Cisjordania, Israel echó mano de forma intensiva al recuerdo del Holocausto. En primer lugar, estableciendo una identificación en muchos aspectos abusiva entre la tragedia (de la que se expurgó a gitanos, homosexuales, comunistas y simples soldados soviéticos) y el Estado sionista, al cual pretendía exculpar, a través de la maldad etnocida, de las maldades propias. En palabras del historiador Yehudá Elkana, en un artículo titulado “En pro del olvido” (Haaretz, 1988), se pasó del «esto no puede ocurrir nunca más» al «esto no puede ocurrirnos nunca más». La “invención” de un absoluto que subsume todo lo concreto ayuda a explicar por qué, ante las acusaciones de brutalidad o conculcación de los derechos humanos, el Estado de Israel apela sistemáticamente a acusar de antisemitismo a personas, organizaciones... a Europa entera si es preciso.

Cara al interior, los efectos de la sobreexposición de la Shoah son también perniciosos. El ya citado Elkana observa en ella peligros para la democracia («el culto del pasado y la adicción al “recuerda” minan los fundamentos de la democracia») e incluso para la conciencia colectiva («¿Qué puede hacer un niño con este tipo de recuerdos? Muchos de ellos sólo han visto [en la visita a Yad Vashem] una llamada al odio»). Por lo que concluye: «Tampoco deseo que se deje de estudiar la historia de nuestro pueblo. Tan sólo trato de luchar para que la Shoah deje de ser el eje central de nuestra existencia nacional».

Como conclusión

Yehudá Elkana, en el artículo citado, afirma: «Creo que si la Shoah no estuviera tan profundamente anclada en la conciencia nacional, el conflicto entre judíos y palestinos no provocaría tantos actos “anormales” y el proceso político seguramente no estaría en un callejón sin salida». Es imposible no estar de acuerdo con esa aseveración, pero llevándola a las últimas consecuencias: la desaparición de estos mitos que hemos llamado de legitimación supondría el fin de la excepcionalidad del Estado sionista –uno de los escasísimos Estados coloniales que quedan en el mundo– y abriría las puertas a la única solución –aunque extremadamente difícil– al drama de la región: un Estado binacional, al estilo del logrado en Sudáfrica que, lógicamente, pasaría por la eliminación de los infames bantustanes palestinos. Ahora se cumple el sexagésimo aniversario de la constitución del Estado de Israel, a través de un acuerdo abrumadoramente mayoritario de la ONU. Lo que se oculta es que la resolución 181 creaba dos Estados independientes, vinculados por una unión económica y en los que quedaban expresamente prohibidas las confiscaciones de tierras. Ciertamente, los árabes rechazaron una resolución injusta que daba a los judíos un territorio proporcionalmente muy superior a su población y en el que más de la mitad de la población era palestina; pero también lo es que los judíos tenían desde antes la voluntad de no respetar la resolución. Como dijo Ben Gurion, «estamos dispuestos a aceptar la creación de un Estado judío en una parte significativa de Palestina, al tiempo que afirmamos nuestro derecho sobre toda Palestina».

Así pues, el Estado de Israel fue fruto de un expolio. Eso no da medida de excepcionalidad porque una buena parte de los Estados del mundo tienen el mismo origen. Lo excepcional es que eso se produzca en nuestros días y basándose en una ideología (en el sentido de “falsa conciencia”) tan vacía de contenidos. Lo excepcional del Estado de Israel es la reclamación de su excepcionalidad.

En 1996 se publicó en España (Crítica, Barcelona) el monumental libro de Benzion Netanyahu (el padre de Binyamin) Los orígenes de la Inquisición española, cuya conclusión es que los judíos siempre estarán perseguidos. Hoy en día, cuando el antisemitismo es residual y en Occidente es más peligroso ser rumano, magrebí, turco o subsahariano, es llegado para Israel el momento de salir del infernal círculo vicioso de resentimiento y victimismo para impedir que la repugnancia que inspiran sus prácticas hacia los palestinos se transformen en un odio renovado e injusto hacia todos los judíos. Es el momento de saber que israelíes y palestinos comparten el mismo territorio, con demasiada historia, real o sagrada, a sus espaldas. Es el momento de seguir el consejo de Gide en su Los alimentos terrestres: «No aceptes. Desde el día que comprendas que el responsable de casi todos los males de la vida no es Dios, sino los hombres, no tomarás más el partido de esos males. No sacrifiques a los ídolos».

http://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti401.html









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